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LA ENTREVISTA : BUDDHA MADE IN COLOMBIA

El Monje Zen Densho Quintero, en diálogo con la periodista Catherine Rodríguez

 

 

 

 

 

 

 

 

Armando Martí y Catherine Rodríguez

Especial para Primicia

 

Conocí a Densho Quintero hace más de 20 años. La primera impresión que tuve de él, no fue desde la mente sino desde el corazón, ya que al mirar sus ojos azules entendí que era un ser transparente, desapegado y auténtico. Esa sensación se repitió también cuando conocí a su S. S. Dalai Lama en  su llegada a Colombia, a finales de octubre del 2006; fue en la suite del Hotel Tequendama, en la ciudad de Bogotá. La espiritualidad de ellos ha cambiado, grandemente, mi vida con el paso del tiempo   haciéndola vibrar en amor hacia el mundo, y fue lo que me permitió encontrar mi alma gemela. Hoy, en este eterno presente, puedo compartir esta entrevista con mi esposa Catherine, y mi gran amigo Densho Iván Quintero, autor del libro: «El despertar Zen, el camino de un monje colombiano», el cual recomiendo ampliamente a los lectores de primiciadiario.com.

Armando Martí y Catherine Rodríguez: ¿Cuál es la misión que tiene usted con el pueblo colombiano?

Densho Quintero: Yo soy un monje budista, y descubrí el budismo Zen en un proceso muy difícil de mi vida. En él encontré un camino de transformación que me ayudó a superar el sufrimiento y la angustia existencial, experimentada años atrás. Desde el momento en que vi la posibilidad de hacerme monje Zen, vi que podía compartir con otros mi conocimiento, y crear en Colombia las condiciones para que quien sintiera la necesidad de aprender el budismo, lo lograra usando este camino como una herramienta para su transformación en la vida cotidiana.

ARCATH: ¿La vida fácil y cómoda que le ofreció el rey, su padre, al príncipe Siddartha Gautama al encerrarlo en un palacio ilusorio, para evitar el contacto con el dolor de la existencia, no fue lo que despertó la luz en él, sino, por el contrario, al enfrentarse al mundo real donde encuentra el sufrimiento, y desde allí comienza su evolución espiritual?

DQ: Personalmente, no creo que sea necesario el sufrimiento, como tampoco son ideales de vida la riqueza, el éxito y la fama. El sufrimiento está en la manera de ver la vida, y en la forma de relacionarnos con ella. En los seres humanos, como diría el científico Rodrigo Llinás: el cerebro tiene su propia capacidad de anticipación, para poder sobrevivir y evolucionar. Desde esa perspectiva, se crean mapas de la realidad con el fin de saber si lo que está en frente es peligroso o no, si es algo bueno o comestible. Nosotros nos identificamos con el mapa que hacemos, es decir, un mapa de ideas sobre el mundo, y como el mundo no responde a esas ideas, entonces sufrimos; también porque no podemos conseguir lo que nos gusta, por el miedo a perder lo que hemos conseguido, o debido a que tenemos que estar con las personas y circunstancias que no nos gustan, por lo tanto, el sufrimiento está en las ideas pues aprendemos a relacionarnos con el mundo desde esas ideas.

Si experimentamos cualquier situación en la vida, nuestro presente es la materia prima independientemente de considerarla buena o mala. Esa materia prima es la arcilla para producir tal transformación en nuestra vida. Con ella podemos hacer figuras, vasijas y obras de arte, o, simplemente, desecharlas, pero esa es la realidad: el presente. No tenemos nada más, ni el pasado, y mucho menos el futuro. Lo que hacemos en el presente son las semillas que estamos sembrando para el futuro.

ARCATH: Nuestros ancestros indígenas colombianos tienen un proverbio fantástico, con el que estamos de acuerdo. ¿Usted qué opina de lo siguiente: «Nosotros comemos hoy lo que cocinamos ayer»?

DQ: Estoy completamente de acuerdo, toda acción tiene consecuencias. Se la conoce también como karma, que no es otra cosa que el fruto de esas acciones, y que está explicado en la segunda ley de mecánica de Newton: «Acción–reacción», «Causa y efecto». En la medida en que nos damos cuenta de que las consecuencias de nuestros actos producen sufrimiento en nosotros y en los demás, debemos abstenernos de realizarlos; si, por el contrario, nuestras acciones producen bienestar y alivio, debemos promover más ese tipo de acciones, pues nos equilibra y sana.

ARCATH: Monje Densho, existen estudios científicos que comprueban que el feto humano, al quinto mes de gestación, «siente» sufrimiento pues se da cuenta de que es independiente de la madre, que semana tras semana está creciendo para salir del vientre, y así alcanzar su identidad propia. Esto se denomina «angustia de la separación», la cual siempre lo acompañará en el recorrido de su vida. Desde el budismo, ¿cuál es la respuesta ante esta situación, que necesariamente la vive el ser humano al separarse de la madre, el seno y la leche; la casa para ir al colegio, y de allí a la universidad; de enamorarse y separarse; dejar ir la juventud y vivir la vejez, y, finalmente, el instante de la muerte?

DQ: El budismo, con respecto a las importantes apreciaciones de ustedes, enseña dos cosas: nosotros construimos nuestra individualidad a través de sensaciones. Como anteriormente decía, las sensaciones agradables producen deseos, los d

El monje Densho Quintero 

eseos, codicia, y por eso queremos tener más «de eso». Las sensaciones desagradables nos producen rechazo, y el rechazo genera odio. Queremos alejar las cosas que causan rechazo en nosotros; la codicia, junto con el odio, son considerados venenos de la mente, la separación solo está por la concepción que tenemos del mundo a través de nuestras ideas, pero realmente las ideas y anhelos están separados.

Yo, como monje Zen, utilizo un ejemplo que se llama el mar y las olas. El mar es la cantidad total de vida en el universo, y todo lo que tiene vida y existe es la cantidad de agua en el océano. Las existencias independientes son las olas, que existen temporalmente, una manifestación separada. Entonces cuando uno es cresta de la ola ve otras olas, y dice: «Yo no soy ellos», pero realmente la fuerza vital que se manifiesta en mí es la misma que se manifiesta en toda forma de vida; por eso, para el budismo toda forma de vida es sagrada. Despertar a esa realidad de que no estamos separados de la totalidad del universo es descubrir que esa separación realmente solo está en nuestra mente.

ARCATH: En la película «2012: el fin del mundo», dirigida por Ronald Emmerich, se plantea que las únicas religiones sobrevivientes al desastre son la religión tibetana y algunas tribus africanas. ¿Qué opina el budismo Zen sobre este guión?

DQ: Para nosotros, los monjes Zen, la muerte es algo que se da momento a momento. Nosotros morimos a cada instante, a ese ser que somos. Por ejemplo, nosotros decimos que no somos el mismo de ayer, sino un día más viejo; por eso, nos transformamos permanentemente, y hay una aparente continuidad, pues seguimos repitiendo los mismos comportamientos inconscientes; esto es, seguimos confortándonos desde las mismas acciones que produce el sufrimiento, es lo mismo que ver los fotogramas de las películas. Vemos que los cuadros están separados, pero cada momento es único. Lo que pasa es que la inconsciencia de nuestro ser hace que los pasemos tan rápido, sin darnos cuenta del presente, y hay una aparentemente presciencia de continuidad.

Tengo una idea personal al respecto: en la medida en que nosotros nos comportamos de manera irresponsable con la vida y la naturaleza, estamos sufriendo las consecuencias. Al acabar la comida en el planeta, estamos matando de hambre a millones de personas, por la irresponsabilidad frente al consumo y producción descontrolada. Yo no creo que existan religiones que salven, y menos ideologías externas que salven; lo único que nos puede salvar es nuestra propia responsabilidad en lo que hacemos

. Salvarnos no significa llegar a un paraíso sino salvarnos en el presente, pues nuestras acciones tienen consecuencias en nuestra realidad inmediata. Reitero que somos nosotros los que producimos el infierno en este eterno presente, con las acciones negativas que producimos en los demás y en nosotros mismos.

ARCATH: Cuando sucedía el terremoto y posterior tsunami del 11 de marzo del 2011, usted arribó a Japón ese día, y le tocó vivir en carne propia esa tragedia, y como colombiano tenía la ilusión de que los monjes budistas japoneses lo ratificaran en la comunidad internacional SOTO ZEN, como efectivamente pasó. ¿Cómo vivió esa experiencia?

DQ: No me causó temor la posibilidad de morir, pues

soy consciente de que mi vida puede tomar un giro inesperado en cada momento; no podemos esperar que las cosas vayan siempre bien en el presente. La muerte nos puede asaltar en cualquier momento, pero si somos honestos en todo lo que hacemos, eso no nos debería preocupar. Lo que verdaderamente me sorprendió no fue la muerte como tal, sino la actitud de las personas vivas frente a su responsabilidad social, frente al compromiso con los otros al no intentar colarse en las filas para recibir alimentos, a no robar en los almacenes, al respetar en su orden a acianos, mujeres y niños sin el egoísmo que se podría ver en otros países.

Es increíble: mientras sucedía el terremoto, los empleados de los almacenes cuidaban los estantes para que no se cayera la comida y se arruinara, porque sentían la responsabilidad de su propio trabajo y el deber de cumplirlo. Cuando había necesidad de contribuir para traer el agua, o limpiar los baños, lo hacían con gusto; allí no había nadie

más importante que el otro sin estatus social más importante que el de los demás; todo era servicio comunitario, todos aportando de su propio trabajo para el bienestar de los otros. Nadie pasaba con gritos desesperados por encima de los demás, todos experimentábamos sufrimiento, esa era la característica de la situación. Nadie lo negaba, pero todos, absolutamente todos, lo compartían, lo que nos permitía desarrollar la compasión hacia los demás.

ARCATH :¿Eso fue lo que más le sorprendió al monje Zen colombiano?DQ:Tiempo después imaginé cómo hubiera sido esa tragedia en Colombia, un terremoto de esa magnitud, y ya veía a las gentes empujándose, asaltando las casas y los almacenes de los otros; aprovechándose de toda circunstancia, robando joyas por codicia… Ese tipo de comportamiento, que para mí surge de la ignorancia; esa falta de respeto hacia la vida, y que nosotros lo vemos en la cotidianidad colombiana: el caos, desorden e irrespeto en situaciones muy sencillas lo que demuestra es lo lejos que estamos de estar conscientes de que todos formamos una sola red vital, y que nuestros actos, definitivamente, producen consecuencias en la vida de los demás.Continuará…Nota: A todos los lectores de Primicia, el monje Zen

colombiano Densho Quintero, y el escritor Mario Mendoza, autor de las obras Satanás, Buda Blues, La locura de nuestro tiempo y Apocalipsis, entre otras, los invitan al conversatorio del sábado 21 de abril a la 1:00 p. m., en el auditorio León de Greiff del Centro de Exposiciones de la Feria Internacional sobre El despertar Zen: una puerta para mirar la vida desde un ángulo diferente.

 

El monje Densho Quintero 

 El monje Densho Quintero y Armando Martí

 


Las piedras Zen que representan el equilibrio de la naturaleza

 

 

Buddha Made in Colombia

Parte II

 

Armando Martí y Catherine Rodríguez

Especial para Primicia

 

Muchas gracias a los lectores de Primicia, por las cartas y comentarios que hemos recibido, con respecto a nuestra entrevista con el monje Zen colombiano: Densho Quintero.

Al parecer, el camino de la tranquilidad espiritual, a través de la meditación Zen, es una gran opción para una ciudad como Bogotá, que produce en sus habitantes una carga de estrés negativo, y alteración de su estado de ánimo, por el ambiente urbano lleno de ruido, caos vehicular, imposibilidad de movilidad, «paseos millonarios», atracos, agresiones físicas y psicológicas. Para completar el cuadro clínico de nuestra capital, estamos sometidos a los retrovirus, que hacen inmunidad a los antibióticos, e indiscriminadamente atacan a la población, y logran  mutar en otras sepas más agresivas, localizadas especialmente en las vías respiratorias de niños y ancianos, con lo que se congestionan  las salas de urgencias de hospitales, E.P.S y sistemas de salud que  también están en crisis por su increíble déficit presupuestario.

Todo esto y más catapulta la búsqueda de tranquilidad interior, de cambios de actitud positiva en nuestra cotidianidad, en gozar el eterno presente buscando: el amor, la compasión, amabilidad y amistad, entre todos nosotros.

Los invitamos entonces a que oxigenen el alma, refresquen sus mentes y sanen sus cuerpos encontrando solaz en estos minutos de sabiduría emanados de la intención, y las palabras de nuestro gran amigo Densho Quintero.

Armando Martí y Catherine Rodríguez: ¿Considera que la capital colombiana y nuestro país tienen un gran karma (una consecuencia negativa de actos anteriores)?

Densho Quintero (el monje Zen colombiano): Sí. Nosotros, en ese sentido, vivimos demasiado centrados en nuestra propia individualidad, y no tenemos conciencia de que formamos parte de una red mucho más amplia, es decir, somos elementos de una sociedad, y todo acto tiene una consecuencia en los demás. Uno oye a veces comentarios, por ejemplo de alguien que robó; lo grave no es que haya robado, sino que se haya dejado coger. Es muy triste, porque cosas como estas hablan muy mal de la sociedad. Los indígenas Dakotas decían: «La sociedad que no respeta a los niños y ancianos no es conciente de cómo hoy es consecuencia del pasado, y mañana es consecuencia del presente». Es la continuidad de cómo nuestros actos producen frutos en el futuro.

Parte de nuestro trabajo en el centro de meditación SOTO Zen de Colombia es proponer una manera más responsable de relacionarnos con la vida, para que a partir de los individuos empecemos a transformar nuestra relación con la vida, produciendo una influencia positiva en la manera de comportarnos con los demás. Cada uno cumple una función relevante en la vida, y si uno solo falta a esa sociedad, hay algo que no funciona. Entonces, debemos  empezar a modificar nuestros actos basados en el respeto mutuo, y yo pienso, realmente, que nuestros comportamientos se pueden extender, como una onda expansiva, produciendo influencia en los demás; pero la responsabilidad tiene que surgir desde el individuo, y empezar a transformar la manera de relacionarse con los demás y con la vida en general.

ARCATH: Si por alguna circunstancia, el presidente Juan Manuel Santos, que tiene una fiel creencia en las culturas indígenas, como hemos visto por ejemplo en su posesión con los indígenas Wayú, le propusiera un Ministerio de Cultura o una asesoría espiritual, menciónenos tres propuestas que usted le daría para el cambio de los colombianos hacia la paz mental y la tranquilidad espiritual.

DQ: Considero que lo primordial es la educación: empezar a abrirnos hacia otras formas de pensamiento, no digo que el budismo sea la única y la mejor, es una propuesta, pero desde esa perspectiva empezar a abrir la mente hacia otras posibilidades, sobre todo, propuestas de pensamiento y vida que nos propongan consecuencias sanas en la sociedad, es decir, valores; educar desde la propia responsabilidad, no en los valores como algo teórico. Por otra parte, la práctica es fundamental para nosotros los budistas es la meditación, yo creo que la práctica más importante es aprender a detenernos en la vida cotidiana, en ese vértigo, en ese ritmo desesperado que vamos buscando el éxito y la fama es como la vieja historia que cuenta un maestro Zen: « Iba un hombre en un caballo desbocado y le preguntan:- ¿para dónde va con tanta prisa? Y el hombre le responde: No sé, pregúntele al caballo».

Vamos a un ritmo social, y de éxito, sin saber realmente hacia dónde nos dirigimos. Queremos satisfacer las expectativas de los demás, pero desconocemos las nuestras, entonces pienso que es fundamental transformar primero los valores, desde la educación no con las ideologías, porque es muy  fácil aferrarse a una ideología, convertirse en fundamentalista y pensar que los que no piensan como uno son malos. La solución no está en las ideas ni en el fanatismo religioso, la solución está en ser consciente de las acciones, y en aceptar la responsabilidad de lo que hacemos, sin culpar a los demás de ellas.

ARCATH: Si usted fuera secuestrado por las FARC (toquemos madera), ¿cuál sería su actitud en ese momento desde el budismo Zen?

DQ: Principalmente, tendría que sentarme muy seguido en silencio, a observar mi propia realidad presente. Es fácil cuando uno está en una circunstancia difícil juzgar el entorno, las circunstancias y el contexto externo, pero yo creo que sería una gran oportunidad para estar en silencio absoluto, y dedicarme a hacer aun más meditación, y como Buddha, sentarme debajo de un árbol a despertar a la realidad presente.

Es difícil para mí pensar de manera hipotética, porque el sufrimiento que han experimentado los secuestrados, para mí, es inimaginable. Considero que es uno de los castigos y  acciones más crueles que se puede tener con otro ser humano: privarlo de la libertad. En esas circunstancias tan espantosas, pienso que de acuerdo a mi propia práctica lo único que podría hacer sería sentarme en silencio bajo un árbol.

ARCATH: A los secuestrados, al estar tantos años alejados de una sociedad en caos, y sufriendo la pérdida de su libertad, ¿podríamos considerarlos iluminados por circunstancias ajenas a su voluntad?

DQ: Para nosotros la iluminación no es un estado, para nosotros la iluminación es una práctica. Cuando uno no tiene tantos estímulos externos, es mucho más fácil conectarse con el presente, cuando se tiene que caminar con las botas llenas de agua toda una noche, con hambre, insectos que lo pican y la angustia de pensar en la familia que los están esperando, es mucho más consciente de su presente, de alguna manera está mucho más alerta a los peligros. Totalmente diferente es cuando uno tiene una vida cómoda, es muy fácil dormirse en la comodidad, y se olvida muchas veces de esa práctica del despertar.

A veces pongo el siguiente ejemplo: uno va montando en una bicicleta que tiene un dínamo, y está conectado a una farola, cuando uno deja de pedalear, deja de producirse luz, y esa es nuestra práctica. Nuestra práctica misma es dirigir constantemente la mente, y la conciencia al despertar presente. Así mismo, cuando las circunstancias cambian, despertamos en otra realidad, y dejamos de practicar ese «estar presente», volviendo fácilmente a los viejos apegos y costumbres. Por esta razón es tan peligroso pensar que al uno realizar una pràctica es mejor que otros. La práctica debe ser momento a momento, paso a paso, y si nosotros creemos que hemos logrado algo es cuando comenzamos a cometer errores, y volvemos a producir sufrimiento en otros.

He conocido a gente mucho más espiritual en mi vida, que no practica nada, pero están mucho más conectados con la vida, y son conscientes de su responsabilidad en el mundo. Por eso digo que el Zen no es el camino, el camino es la vida misma. Yo asumí el Zen como la dirección de mi vida, a través de la que quiero responsabilizarme, y ser consecuente con mis actos.

ARCATH: Hablando de justicia e injusticia social, de gobernantes y gobernados, ¿cuál es su opinión frente a las protestas del pueblo tibetano ante el Gobierno Chino, las cuales ya han cobrado la vida de tres monjes tibetanos, que se han prendido fuego y han sacrificado su vida, de esta manera tan terrible y dolorosa con tal de ser escuchados por ese Gobierno comunista?

DQ: Cuando uno comprende que el cuerpo es puramente circunstancial, es la manifestación inmediata de unas causas y consecuencias. Si yo dejo de comer, el cuerpo empieza a extinguirse, pero cuando uno está en medio de tanto sufrimiento, como el que ha experimentado, por ejemplo, el pueblo tibetano, frente a la impotencia de no poder hacer nada para aliviar ese sufrimiento, yo pienso en la situación de estos monjes; y debe ser tremendamente frustrante no poder mostrar un camino, para poder transformar ese sufrimiento y aliviarlo. Cuando no se tiene ninguna otra herramienta que su propio cuerpo y vida, entregarse de esa manera, inmolándose como teas humanas, para producir un choque en la sociedad, y frente a la negligencia, y apatía del propio Gobierno Chino, es impresionante; yo no sé si yo sería capaz.

ARCATH: Densho, que un monje tibetano se queme en vida prendiendo fuego a su cuerpo, ¿es un acto de amor?

DQ: Totalmente, en el caso de ellos es una renuncia a la propia individualidad para convertirse en luz, llama, fuego, un símbolo en una antorcha, para dirigir la atención de la oscuridad en la que vive nuestra sociedad hacia esa pequeña llama. El Maestro Suzuki, un maestro Zen muy importante, que vivió en Norteamérica, dice: «Cuando nosotros iluminamos un pequeño rincón del mundo, podemos empezar a iluminar todo el mundo». De alguna manera, ese acto, que es un símbolo muy fuerte y radical, puede hacer que al menos los medios y otras personas dirijan su atención hacia el sufrimiento, que está experimentando un pueblo, completamente ignorado, porque no tiene riquezas o valores interesantes para la sociedad de consumo, en la que vivimos habitualmente.

ARCATH: Finalmente Densho, ¿cuál es la diferencia entre su primer libro publicado: Conciencia Zen, reflexiones para la vida cotidiana, y el actual titulado: El despertar zen, el camino de un monje colombiano?

DQ: El primer libro Conciencia Zen, reflexiones para la vida cotidiana era un libro mucho más intelectual, que plantea ideas desde mi propia experiencia y estudio. El Zen me ha demostrado que es difícil llegar a las personas a través de las ideas, las ideas pueden ser interesantes, pero mientras nosotros no tengamos acceso a una práctica, realmente esas ideas no van a producir ningún cambio. Paula Iraque es una neurofisióloga que estudió los procesos rituales en el Zen, ella decía que no es posible producir la transformación a través de la sola comprensión intelectual, es necesario un proceso ritual, que entre al cerebro emocional, a través del sistema límbico, para producir ese cambio. Nuestra práctica es ese ritual de transformación, la meditación continua y permanente, aplicada en la vida cotidiana.

En el segundo libro,  El despertar Zen, el camino de un monje colombiano, lo que hago es compartir mis propias experiencias, por medio de relatos muy pequeños de historias de mi propia vida, de personas, situaciones y lecturas desde lo práctico, y la vivencia misma, mostrando en los relatos como dicen en el Zen: el dedo que señala a la luna, una dirección hacia mi propia transformación, llena de momentos maravillosos, y momentos muy duros, que fueron profundamente aleccionadores, y que gracias a todas esas circunstancias, soy quien soy en el presente, con el  compromiso de compartir esta práctica con otros.