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CRONICA DE LOS VIENTOS DE AGOSTO

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La organización del festival de cometeros de Villa de Leyva toma alrededor de siete meses. Es famoso por la calidad de los cometeros y por el escenarios donde compiten.

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Por: Pedro Espinosa Millán – Exclusiva para Primicia

Son las 5 de la tarde del sábado 17 de agosto de 2013. El Ford Fiesta Super Charger verde avanza a toda velocidad, sin frenos, por la carretera que conduce de Bogotá a Tunja. En el baúl se encuentran 24 botellas de agua, una botella de ginebra Tanqueray, un paquete de Bom Bom Bunes sabor patilla y una bolsa llena de Barriletes. También tenemos una cometa de colores verde, amarillo y rojo, como la bandera de Etiopía, y aunque está dañada esperamos hacerla volar en los pozos azules o en la Plaza Mayor de Villa de Leyva. A la altura de Tocancipá un embotellamiento, con la lluvia y la neblina como cómplice, empiezan a evidenciar la naturaleza de este puente festivo.

Los carros atascados camino a Boyacá hacen parte de una epifanía del viaje de regreso. Los campesinos de varias partes del país han declarado este puente festivo el inicio del Paro Nacional Agrario, y Departamentos como Boyacá y Cundinamarca harían parte de los más afectados por los bloqueos de carreteras y las manifestaciones. Sin embargo el paro inicia oficialmente el lunes 19 de agosto, así que este trancón es netamente turístico, como sí hiciera parte del XXXVIII Festival del Viento y las Cometas de Villa de Leyva.

Después de 3 horas y media en la carretera, donde la neblina y la lentitud fueron la regla general, llegamos a Villa de Leyva a las nueve de la noche a buscar donde dormir. El pueblo no podía estar más lleno porque no le cabía más gente. Es como si cada uno de los bogotanos se hubiera puesto de acuerdo para venir hasta acá. Como si no hubiera otro destino para este puente festivo. Como si el viento de agosto y el frío boyacense fueran los mejores acompañantes, ya sea para un fin de semana en familia o para tres días de descontrol.

“- Encontrar donde dormir va a ser muy difícil -”, fue lo que pensamos todos al ver el panorama. Ni los sitios de camping ni los hostales tenían cupo. No tenía caso preguntar por un hotel. Villa de Leyva al ser uno de los destinos turísticos más populares del país es a su vez uno de los sitios más caros para vacacionar.

Después de dar una vuelta al pueblo, en el viejo supercharger sin frenos, decidimos parquear en la mitad de la nada para lidiar con nuestras preocupaciones y con la impotencia de no tener donde dormir. «-Tocará en el carro. Somos cuatro, ahí vemos como nos acomodamos.-«

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 Miles de personas de Colombia y el mundo visitan Villa de Leyva para el festival de cometas.

Insistimos una vez más, y después de hacer una plegaria a Dios, cuyo apellido suponíamos era Pérez o Smith (debido a la cantidad de personas que tienen esos apellidos en todo el mundo), encontramos una habitación para dos personas y un espacio para una carpa para las otras dos personas. ‘Diosmith’ se puso la diez. Y se puso la diez con toda, ya que en verdad era casi imposible encontrar donde dormir este fin de semana. Durante el transcurso de la semana, que precedió al puente festivo, no fue posible hacer una reserva. La respuesta más común era “- llegue temprano y ahí miramos como hacemos -”. Y llegando a las 9 de la noche todo estaba en contra.

La habitación quedaba dentro de una casa campesina, que en realidad funcionaba como posada. Tuvimos suerte de que el servicio fuera prestado en una zona de camping, muy precaria, que estaba ubicada en un parqueadero a escasas 4 cuadras de la Plaza Mayor. Al ser tan precaria ninguna de las personas que estaban allí estaba en disposición de pagar $80.000 la noche, así que aprovechamos la oportunidad para dormir en una cama y para tener donde guardar la cámara y el resto de cosas de valor cuando el plan fuera acabar con la ginebra en alguna esquina de Villa de Leyva.

Esa noche, después de recibir las bondades de Smith, nos dispusimos a disfrutar de el viaje y del ambiente que se vivía en la plaza. Cientos, incluso miles, de jóvenes estaban dispuestos por el suelo bebiendo Aguardiente Lider y uno que otro, como consecuencia de los tragos, peleaba contra desconocidos o policías. Algo que sería raro en Bogotá (no tanto la verdad) era tan normal como la lluvia y el viento en Villa de Leyva. Los alcoholizados púgiles danzaban al ritmo del blues, que tocaba algún famoso guitarrista de una banda bogotana, mientras el resto los veíamos golpearse hasta el amanecer.

La mañana siguiente se destacó por su colorido. Un montón de cometas, de todas las formas, tamaños y colores, volaban y adornaban el cielo de este lindo pueblo boyacense. Leonel Suárez, cometero desde hace 15 años y quien hace parte de Más Cometas Colombianas, uno de los ocho clubes de cometeros que se encuentran en Bogotá, desde hace 10 años compite en el Festival del Viento y Las Cometas de Villa de Leyva junto con otros cuatro clubes.

Está en compañía de su hijo recogiendo una cometa reina que no pudo levantar vuelo por la falta de viento. Se encuentra un poco decepcionado por ello y bromea pidiéndome una foto aérea donde se pueda ver la cometa extendida. Cuenta que cada año los clubes, organizados bajo la Asociación Nacional de Cometeros, se preparan en Bogotá en el Campeonato Nacional de Cometeros, evento que se dispone a elevar cometas en fechas diferentes a agosto para que gente sepa que también se puede volar cometa cualquier día del año.

En el Festival de Villa de Leyva se compite en nueve categorías diferentes, tales como cometa miniatura para niños, cometa miniatura para adultos, cometa acrobática de dos líneas y cuatro líneas, cometa artesanal (hexágonos), cometa de trenes, vuelo lejano, vuelo vertical y cometa reina (mayores a 5 metros). El ganador de cada categoría obtiene un lindo trofeo que lo acredita como el mejor del festival.

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 Leonel Suarez de mas cometas Colombianas, lleva 10 años compitiendo en el festival.

Sin embargo, para Oscar Muñoz, quien hace parte del club Cometar y quien desde hace 14 años lleva trabajando con las cometas, dice que a pesar de que el festival es conocido por sus paisajes y por la calidad de sus cometeros “ – también le hace falta experiencia, técnica, organización y conocimiento ya que un juez de Villa de Leyva no puede diferenciar una cometa comercial de una hecha por el piloto. No hay conocimiento de los materiales ni de las acrobacias. En cuanto a la logística ha empeorado con el paso de los años – ”.  A diferencia de Suárez, Muñoz se alejó del festival por 6 años debido al desorden logístico del que hablaba anteriormente. Este año vino con sus colegas cometeros en paseo de amigos.

Empezó a fabricar cometas en el colegio con un compañero, ganaron un concurso y el hobbie se volvió trabajo. Hoy en día cuenta con más de 300 cometas, algunas con premios internacionales de festivales en India, Francia, España, Estados Unidos y China, país donde aprendió mucho sobre cometas ya que fue a participar a Weifang, capital mundial de la cometa, donde dice que le sorprendió ver tecnologías que él pensaba que eran nuevas pero que los chinos habían inventado hacía cientos de años. Dice que no las trae a Villa de Leyva porque se le dañan.

El colorido de las cometas contrastaba con las gotas de lluvia y los nubarrones oscuros que bajan desde la montaña hasta la plaza. El palo de agua dispersó tanto a los cometeros como al público en general, y con mucho pesar nos dispusimos a buscar donde almorzar y escampar el aguacero.

Al ser un lugar tan turístico los precios de cualquier cosa en Villa de Leyva pueden llegar a ser ofensivos. Un corrientazo paisa, por ejemplo, puede llegar a costar $24.000 pesos, cuando en Bogotá costaría fácilmente $7.000. Y así con todo.

Después de almorzar el corrientazo más caro de la historia de los corrientazos, y de saborear unas copas del famoso Aguardiente Líder de Boyacá, salimos de nuevo hacia la Plaza Mayor del pueblo para ver como estaba el ambiente.

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 Cinco de los ocho clubes de cometeros que hay en Bogota se reunieron en la Plaza mayor de Villa de Leyva para competir en nueve categorías diferentes.

Ya había caído el sol, pero la gente estaba de vuelta en la plaza emborrachándose, impacientes de que empezaran a cantar los imitadores de salsa y vallenato del Factor X. Un globo aerostático se levantada en medio la plaza ofreciendo una linda vista y a la vez un costoso servicio, como todo en este pueblo, de permanecer elevado en el globo durante 10 minutos.

El Festival del Viento y las Cometas se lleva organizando desde hace 38 años ininterrumpidos. Johanna Cogollos, gerente de la Corporación de Turismo de Villa de Leyva, es la encargada de la organización y financiación, por medio de los patrocinadores, de esta edición del Festival. Cómo es su primera vez organizandolo la toma por sorpresa enterarse de que cometeros, como Muñoz, se vienen quejando de la falta de organización del Festival. Para ella, y según sus propias fuentes, ha sido lo contrario. “ – Hemos recibido críticas muy buenas de este festival – ”.

Entre más tarde se hace más borrachos se ponen los jóvenes, quienes con su comportamiento agresivo se encargan de espantar al resto de familias y grupos de personas adultas que se encuentran en la plaza disfrutando de la música que ha traído el festival. Pelea tras pelea, la plaza se convierte en una fiesta de borrachos. Un Renault 9 pone música electrónica y reggaeton y los borrachos hacen un semicírculo en torno a él para disponerse a bailar.

El cansancio nos invade y como todo en Villa de Leyva todo es tan caro preferimos dejar así y no volver a comprar aguardiente para poder madrugar a devolvernos, ya que según nos informó la policía durante el puente festivo, a las 12:00 AM del lunes 19 de agosto, empezarían los bloqueos en las carreteras.

Dormir temprano no ayudó a madrugar, y cerca de las 2 de la tarde emprendemos nuestro regreso a Bogotá por la vía de Chiquinquirá, que supuestamente estaba desbloqueada. De todas maneras a la altura de Ubaté empezó de nuevo un embotellamiento, peor que el de venida en Tocancipá. Tomamos la variante Cucunubá – Chocontá – Bogotá y a eso de las 8 de la noche estábamos de regreso. Al llegar a casa nos enteramos de que cientos de personas que se encontraban en Villa de Leyva quedaron atrapados en la vía Tunja-Bogotá, y que los que siguieron por Ubaté tardaron 8 horas en regresar a la capital.

La atmósfera que se vive en el Festival del Viento y las Cometas de Villa de Leyva es única. No se puede tapar el sol con un dedo, y lo que hace especial este festival es la confluencia entre borrachos de aguardiente líder, cometeros profesionales, hippies psilocibinosos y familias tradicionales, que en un puente de agosto deciden compartir, sin discriminación, su pasión por el viento y las cometas. Su pasión por un pueblito colonial que saca lo mejor y lo peor de las personas en tres días.