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¿NOS ADAPTAMOS A LA CRISIS?

BogotacrisisLos colombianos han soportada con paciencia la crisis social originada en su mayoría por gobernantes corruptos.

 

Alejandro Arias

Santa Marta

Especial para Primicia

Los principios son el conjunto de valores, creencias y normas que orientan y regulan la vida de una sociedad. Son el soporte de la visión, la misión y los objetivos que pretendemos como ciudadanos y como colectivo. Estos principios se manifiestan y se hacen realidad en nuestra cultura, en nuestra forma de ser, de pensar y de conducirnos.

En reciente publicación del diario digital Forum Libertas de España, Jesús Domingo Martínez expuso al respecto que una sociedad sin valores es una sociedad sin futuro, habida cuenta que al estar despojada de convicciones y principios la convierte en una colectividad más vulnerable.

Vulnerabilidad que termina reflejada no sólo al interior de nuestros hogares sino en las calles; materializada en el caos y el anarquismo por cuenta del la progresiva pérdida de todos aquellos hitos que demarcan los límites del respeto social y legal.

Esa pérdida de principios y valores deben obligarnos a pensar sobre nuestra realidad y sobre qué tan enferma está nuestra sociedad.

Bajo el título de “Una sociedad enferma”, María Elvira Samper en una de sus acostumbradas columnas en El Espectador sostuvo que “No puedo pensar en algo más monstruoso que una madre que mata a un hijo, o jóvenes que deciden quitarse la vida porque sienten que nada bueno tienen, que nada bueno les espera”.

Bajo el mismo título el Arzobispo de Burgos, Francisco Gil Hellín, sostuvo que “Una sociedad con varios millones de parados, que mata impune y sistemáticamente a sus hijos más inocentes, que administra la justicia según los colores políticos, que miente con descaro y desde las más altas instancias, que viola los pactos más sagrados, que fomenta el odio y el enfrentamiento entre sus miembros, que impide el ejercicio libre de la religión, que destruye la inocencia de los niños desde su más tierna edad, que azuza las pasiones de los jóvenes, que niega que haya acciones buenas y malas con independencia de tiempo y circunstancias, que convierte la escuela en un instrumento ideológico y el poder político en trampolín para el enriquecimiento personal y el medro de los suyos, que se empeña en no tener hijos, en una palabra, una sociedad cuarteada en sus estructuras básicas y removida en sus cimientos éticos es una sociedad decadente y enferma de extrema gravedad”.

Jaime Richart blandiendo el mismo titular de “una sociedad enferma”  apuntó que “un gobierno cuyas aptitudes más resonantes son mentir, hacer sin vergüenza y por norma lo contrario de lo que dijo y dice que va a hacer, tratar de invalidar los procesos penales en curso contra los miembros del partido y culpar a los demás de su propia incompetencia y sus rapiñas. Todo causa y efecto de una sociedad enferma. Una sociedad que basa su desenvolvimiento y bienestar en el consumo, en la deuda, en el despojo y en el abuso continuado del fuerte sobre el débil en lugar de obsesionarse por satisfacer los derechos fundamentales individuales y sociales, es una sociedad enferma”.

En Santa Marta lamentablemente se ha hecho normal abusar del derecho. Ejemplo que no emana del ciudadano común sino de quienes debieran exponer lo mejor de su repertorio moral como hacedores de opinión y modelos de la sociedad que los sigue y emula. Lo que ha hecho que en nuestra ciudad ser irreverente ante la ley y las mínimas normas de urbanidad  sea una práctica diaria aceptada.

Hemos llegado a niveles tan dramáticos que el crimen nos perece un acto normal y cotidiano en nuestra comunidad. Que un alcalde sin pudor alguno exhiba todas las artimañas para no nombrar en su cargo a quien en franca lid venció en un concurso de mérito; que un abogado se apee a toda clase de recursos para demostrar como inocente a quien con toda temeridad estrelló contra el suelo a un indefenso bebe de 20 minutos de nacido o  que un líder de comunidad, sin siquiera ruborizarse, acepte y exprese en los medios de comunicación que para lograr un cargo de elección popular hay que comprar votos sin que ciudadano alguno eleve una voz de reproche son ejemplos de que padecemos de una grave enfermedad social: la amputación de los principios y valores que debieran inspirarnos y exigir ser mejores hombres y ciudadanos.

La crisis en la que está postrada Santa Marta tiene un mal peor a los males conocidos que nos aquejan: nos hemos adaptado a vivir, sin alterarnos, en una sociedad profundamente enferma.

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