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¿OBEDIENCIA, REELECCIÓN Y EJERCICIO DEL PODER?

PRESIDENTE ALVARO URIBE PARTICIPA DE CEREMONIA DE ASCENSO DE OFICIALESEl tratado de Trujillo hizo de Bolívar y Morillo los precursores del derecho humanitario de la guerra. Ahora el ejemplo está en Santos y Uribe.

 

JOACO

 

 

 

 

 

 

Joaquín Vengoechea Pineda

Columnista

 

Primicia

 

Es absolutamente sorprendente el estado de alienación a que ha llegado nuestra «dirigencia», cuando en sus manos tiene el más alto designio otorgado por un pueblo harto de tanta violencia, desigualdad e injusticia social, cual es el de lograr la paz. El señor presidente la tiene clara, logra la terminación del conflicto y pasa a la historia. Sus contradictores, que obedecen a intereses estrictamente económicos, quieren consolidar la guerra, el conflicto social y la destrucción total de la sociedad colombiana.

 

¿A qué le apostamos? La suerte está echada; el circo está listo; los protagonistas están preparados. Todos los colombianos hemos contribuido a alimentar el odio, la venganza y la destrucción. Estamos ad-portas de cometer el error histórico más grande de nuestra existencia: impulsar la guerra, o frente al acto más sublime de nuestras vidas firmar la paz. Indiscutiblemente que las experiencias de los demás países que han vivido en conflicto son muy importantes. Pero la fuente de reconciliación está en nuestra propia historia. En la guerra de independencia ocurrieron hechos narrados por los historiadores que, comparados con nuestra situación actual, son pura coincidencia. La lucha entre Morillo (el pacificador) y Bolívar era un escenario de barbarie sin límites, se exterminaba a la población civil, a los prisioneros se los ejecutaba masivamente, era irrespetado hasta el mínimo precepto del derecho de gentes, etcétera.

 

Pero en medio de semejante conflicto, ¿quién lo creyera?, ocurre el más inesperado acto esclarecido y noble de la guerra, cuando los dos adversarios feroces y sanguinarios firman «los tratados de Trujillo», documento que incluye uno que pasará a la historia y a la posteridad: «el tratado de regularización de la guerra». A partir de ese tratado, al herido en combate, amigo o enemigo se le ofrecerá protección; al prisionero se le respetará la vida; la población civil se considerará un elemento neutral y se rodeará de garantías y protección, sea cual fuere el bando de sus simpatías. Los soldados quedan  obligados a dejar de ser bestias; de ahora en adelante tratarán de comportarse como seres humanos. ¡Increíble! Como dice Gonzalo España en su obra Historias claves de la independencia, el Derecho Internacional Humanitario se inventó en Colombia.

 

Ciudadanos, hay que apoyar los diálogos de La Habana; pero el primer paso que deben dar el Gobierno y sus funcionarios es terminar con las minas «rompe lenguas», que lo único que hacen es crear condiciones no aptas para un diálogo donde se define la paz de un pueblo, o  a cambio,  la guerra fratricida.

 

El remoquete de «terroristas» solo traerá violencia y estruendos, ese no es el idioma de la reconciliación; por eso, es bueno volver a traer a colación al profesor  España, quien afirma: «Cuando llegue el día final, el mundo contemplará la gallarda escena de Carabobo, donde los adversarios se saludan respetuosamente antes del combate, y luego de batirse a muerte se tratan con caballerosidad». El tratado de Trujillo hizo de Bolívar y Morillo los precursores del derecho humanitario de la guerra.

 

La firma de la paz en Colombia hará que el presidente, Juan Manuel Santos, sea el precursor de la paz y quizá el primer colombiano premio Nobel de ella; y al exministro  Germán Vargas Lleras (si así lo decide Santos) el presidente del postconflicto; y a la clase en el poder, 16 años continuos en la Presidencia para que no la sorprendan de nuevo los emergentes.