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NOTA EDITORIAL:ELECCIÓN APÁTICA

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ELECCIÓN APÁTICA

Al conocerse una nueva encuesta sobre la preferencia de los colombianos en materia de candidaturas presidenciales, la conclusión es única: no hay calor electoral. Los colombianos desconfían de todos. Nadie ha podido convencer a los escépticos.

La defraudación es grande al conocerse que la situación en Colombia no mejora y que tiende a empeorar, a pesar de las cifras maquilladas que presentan con frecuencia las autoridades tanto nacionales como regionales.

La facilidad  para comprometer al elector, como  en el pasado, ya no se da ahora; eso está ocasionando las mayores dificultades en la actualidad, por cuanto la desconfianza sigue creciendo.

En las pasadas elecciones tuvimos un adelanto: ganaron, conjuntamente, de manera sobrada la abstención, el voto en blanco y los inconformes que votaron de manera errónea para hacer anular su voto.

La paz, el principal argumento del candidato presidente, Juan Manuel Santos, para lograr con facilidad su reelección en la primera vuelta, se ha vuelto una complicación, por cuanto la gente no cree que se llegue a un acuerdo con las FARC que permita la reconciliación de esos individuos con la nación.

Para buena parte de los colombianos, de acuerdo con estudios realizados, se requieren soluciones concretas en materia de solución a los problemas que afrontan los colombianos en las diversas áreas, para volver a creer en los gobernantes.

Mientras tanto, la protesta manifiesta será nuevamente la crecida abstención, conducta que será la triunfadora de la jornada electoral de mayo, así no alcance ningún premio.

Hace rato que Colombia se encuentra en esta situación, frente a  la cual la llamada clase política y dirigente parece no importarle, pues se está acostumbrando a ser elegida con una mínima participación de sufragantes.

Para la mayoría de los colombianos es necesario que a través de la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente se realicen reformas que permitan la participación de todos los sectores en la política,  no de unas cuantas empresas electorales que se apoderaron de las curules y los cargos de elección popular en las regiones.

Colombia necesita cambios sustanciales para que sea catalogado como un país decente, y no una «narcodemocracia», como nos calificó en alguna oportunidad el representante de los Estados Unidos en Colombia.