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EL PODER DE UNA MADRE

RETRATO-AL-OLEO-DE-MAMA-Y-BEBESolo una madre puede amar a una piraña, porque tu hijo será odiado por todos, menos por ti.

Édgar Martínez

En el viejo puerto de Montreal, en la antigua iglesia de Notre-Dame, se encontraba una joven mujer a quien, se notaba, le faltaban pocos días para dar a luz. Y oró a Dios de esta forma: «Dios, dame un hijo que sea extraordinario, que sea valiente para defenderse de los demás y luchar por causas justas; que tenga la capacidad de sobreponerse a la derrota y pelee como un guerrero hasta el final; pero que también sea bondadoso y trabajador, que ayude al pobre y que sea todo un caballero; que, llegados los años, me cuide y no se olvide de mí para que yo pueda estar orgullosa de él».

Esta joven mujer se retiró a su casa, y cayó en un sueño profundo. Y de repente vio una luz radiante que lo llenó todo. Al instante, se sintió invadida por una paz profunda. Y escuchó una voz que le dijo: «Hija mía, te he escuchado con profunda atención cuando me hablaste, pero quiero revelarte un gran secreto: tú puedes desear un hijo así, pero yo tengo otros planes».

Y la llevó por un instante a una ciudad desconocida, donde una madre luchaba por la vida de su bebé. Podía escuchar que tenía varios meses transitando de un hospital a otro, que le decían que su hijo no tenía esperanzas. Pero ella peleaba como una guerrera, con una fe inquebrantable de que su hijo viviría.

«Mira ─le dijo Dios─ este hijo es un alma orgullosa de otras vidas, y lo he enviado a la Tierra para que en su sufrimiento, aprenda humildad. Lo he enviado a una madre bondadosa, con un gran amor que sabrá comprenderlo, tolerarlo y guiarlo. Si yo lo hubiera enviado a otra mujer, no lo hubiera cuidado de la misma forma y no podría aprender su lección en la Tierra».

Y, de repente, fue llevada a una ciudad distinta. Observó a una madre soltera, joven, que no cuidaba a su hija y que a prematura edad le enseñaba que lo hiciera todo, sola, desde comer hasta vestirse. Si lloraba, la madre la gritaba, o la ignoraba.

«Mira ─le dijo Dios─ esta madre es una mujer inmadura, sin conciencia y rebelde. Le envié a una hija sumamente amorosa e inteligente. Esta hija ayudará a su madre a crecer y esta madre retará a su hija con su mal carácter, para que se pula como un diamante bello y aprenda la lección de tolerancia que viene a aprender aquí en esta vida.

«Mira, hay hijos a quienes les he dado corazón de piraña: devorarán a sus semejantes en tiempo y dinero; serán crueles, no tendrán piedad y solo pensarán en sí mismos. Si te envío un hijo así, tendrás que enseñarle a ser generoso y a tolerar la frustración. Será muy sensual, tendrá hijos numerosos como si se tratara de uno de los animales salvajes del bosque; cambiará de pareja como quien cambia de ropa hasta el final de sus días; huirá de ti a temprana edad y tendrás que perdonarlo una y otra vez.

«No importa lo que hagas, es la semilla que le sembré. No te culpes, crecerás, cultivarás tu tolerancia, fuerza y amor. Solo una madre puede amar a una piraña, porque tu hijo será odiado por todos, menos por ti.

«Las madres me piden corazón de águila para sus hijos. Te digo, que si yo mandara puras águilas, este mundo sería un caos. El águila es valiente y protege, pero si no hubiese cobardes, ¿a quién protege? No podría realizarse. Pelearían entre ellas por la supremacía hasta matarse. Por eso, envío hijos con diversos corazones para el equilibrio del mundo.

«También, podría enviarte el corazón de rémora. ¿Has observado a esos pequeños peces que nadan cerca del poderoso tiburón para comerse sus sobras? ¡Rémoras son!

«Tu hijo será flojo, inteligente en el arte de hablar y de hacer el mínimo esfuerzo. Engañará para obtener dinero, sexo y cualquier cosa. Dependerá de otros en lo económico. Te desesperará y tendrás que perdonarlo una y otra vez.

«El águila y el tiburón se realizan al alimentar a la piraña y la rémora. Así, equilibro el mundo: junto a alguien que tiene hambre de dar, con alguien que tiene hambre de recibir.

«Y si te considero digna, te enviaré el reto de retos: un hijo que no podrá desarrollarse en el mundo. No hablará, quizás no vea o viva poco tiempo. ¿Por qué haría esto? Es un espíritu que vivió una vida desenfrenada, que nunca pensó, que pasaba de un acto a otro sin meditar. Le he ordenado que no se mueva con soltura en el mundo, para que pueda estar quieto y se centre en el espíritu. Era la única forma de que aprendiera en su vida terrenal. Su espíritu crecerá mucho más que el de cualquier otro niño.

«Recuerda que no te mandaré un hijo que no puedas cuidar. Sé cuáles son tus alcances y tus potencialidades. Ni siquiera tú las conoces. Recuerda que tus hijos son espíritus de otras vidas que no recuerdan su pasado. Solamente estás para cuidarlos por un tiempo, y tendrás que utilizar toda tu sabiduría y poder para guiarlos.

«Por eso, no me pidas que te mande hijos con los que no te tengas que esforzar. Tu vida sería vacía. Él moriría a temprana edad por ser perfecto y no tener nada que mejorar. Ambos crecerán con los desafíos de la vida. No te pido que me comprendas. Yo soy Dios y sé lo que hago, así que ¡disfruta a tu hijo! ¡Ámalo! ¡Súfrelo! ¡Perdónalo! Y solo al final de tus días, entenderás».