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Memorias de Armero: GENERAL RUIZ NAVARRO, ALCALDE DE UN PUEBLO FANTASMA

 armero omairaOmaira niña que fue la imagen que recorrió el mundo cuando se conoció la tragedia de Armero.

 

Antonio Valencia Salazar

Especial

Primicia Diario

El 14 de noviembre de 1985 cuando el mayor Rafael Horacio Ruiz Navarro adelantaba el curso de ascenso en la Escuela Superior de Guerra, fue sorpresivamente designado alcalde de la desaparecida Armero, Tolima, «borrada» del mapa por una  avalancha de agua, hielo, lodo y gigantescos peñascos, la noche anterior, 13 de ese año, para la historia de los desastres naturales en Colombia.Ocurrió así: La llamada telefónica en la madrugada de ese 14 de noviembre provenía del mayor general Hernando Díaz Sanmiguel, por entonces Director de la Escuela Superior de Guerra, donde Ruíz Navarro adelantaba estudios para teniente coronel.

El telefonazo lo despertó de inmediato: «Prepárese Ruiz, arregle una maleta, o mejor un equipo de campaña, a las 7:30 debemos estar en Palacio, el presidente Belisario lo necesita urgente»-, y colgó el auricular. Así fue como el hoy general de la República recibió de Betancur el nombramiento de alcalde militar de una ciudad con 30 mil habitantes, sepultados en la inmensa planicie tolimense y cerca de 10 mil sobrevivientes del desastre, causado por una fuerza descomunal, solo comparable al empuje de mil locomotoras desbocadas, sin gobierno.

CONTROL REMOTO

Ruiz Navarro-, cuenta-, llegó a Ibagué primero y luego a Lérida en el helicóptero de la presidencia que el mandatario le suministró en esas angustiosas horas, posteriores a la hecatombe de Armero. El gobernador, Eduardo Alzate y  comandante de las fuerzas militares el general Manuel José Guerrero Paz-, recuerda el oficial. El día anterior, bien temprano, caía sobre Armero y gran parte del territorio colombiano una delgada pero gigantesca capa de cenizas, vomitadas por el cráter del volcán Arenas, Nevado del Ruíz, guardián de Manizales.

Ruiz Navarro llegó a las instalaciones de la sexta brigada; allí ante dos testigos firmó, tomó el cargo y asumió la desastrosa situación. Pero antes fue advertido: nada de causar pánico en la población, tranquilizar a las gentes o sería destituido.

Es larga y bien conocida la historia: Los tremores de la tierra, la actividad del volcán Arenas, el deshielo de su casquete, el aumento fenomenal de los ríos regionales que se sumaron al caudal del «Lagunilla” taponado en la parte alta de Armero, precipitaron la bíblica avalancha poco después de las 9 de la noche, cuando la población dormía, pues había sido consolada de que nada ocurriría. «Si acaso, el agua nos dará a los tobillos», había dicho un funcionario  municipal

.El mayor Ruíz Navarro, «despachó» desde Lérida. Preparó la «operación rescate» de sobrevivientes y cadáveres por miles, para levantar el penoso censo. Mucho antes en la sexta brigada se le había preguntado: ¿Sabe inglés?. Esto, para que se entendiera con los colaboradores extranjeros, de muchos países, que ya actuaban en la dramática escena.

ORGANIZACIÓN

Rememora el oficial que en Lérida aterrizaban helicópteros gringos con capacidad para 45 personas. Se concentraban hasta 14 de esos aparatos; el poblado era zona de tanqueo de combustible. La acción del ejército  colombiano fue superior; siempre estuvieron sus hombres desde las primeras horas de la tragedia. Helicópteros de la FAC y Helicol eran bien activos en el escenario armerita, transportando heridos, sobrevivientes, niños, ancianos, jóvenes, mujeres, convertidos en patéticas estatuas de barro. Los cadáveres no eran menos. Cruz Roja colombiana, defensa civil, policía, ejército quedaron coordinados por la nueva autoridad militar en la extensa zona de dolor, sangre y lágrimas. Bien tarde, los helicópteros volaban a Palanquero, otros a Lérida; eran lavados con chorros de agua a fuerte presión para desprender de sus aspas y turbinas la ceniza volcánica; se abastecían luego de gasolina para proseguir la tarea al día siguiente. Ruiz Navarro abandonó Lérida para situar su centro de operaciones en el corazón de la tragedia: Armero. Dividió lo que quedaba del mapa urbano en áreas cuadriculadas para facilitar la labor de rescate y ayuda a quienes aparecían vivos.

Ruiz Navarro recuerda, 30 años después de exterminada la «ciudad blanca», cómo se formó el eje operacional y cómo los rescatistas mexicanos eran los más activos y expertos: venían de la terrible experiencia de un terremoto en Centroamérica que había ocasionado muertos, desaparecidos y destrucción sin cuento. Tenían la experiencia fresca. Díez días de rescate; luego de ese plazo, toda esperanza de vida languidece como la luz de la veladora que se agota.De esos iniciales días de «gobierno militar» en Armero, se recuerda la instalación de hospitales de campaña en la carrera 19, calles 13 y 14, sobre algunos sitios que no fueron cubiertos por la avalancha que se extendió como una gigantesca sombra sobre el poblado; frente a lo que fue el restaurante Donde Capi; otro en el Cerro de la Cruz y uno más en la ruta a Cambao – Ambalema. Funcionaba también el hospital de emergencia mexicano; la bandera del país hermano era el brazalete que identificaba a sus integrantes.

Seis lustros después el tolimense Rafael Horacio Ruíz Navarro es recordado con admiración y cariño por sus gentes y la Unión Europea lo ha titulado como un autentico promotor de los derechos humanos.