Opinión

No más penalties al proceso

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Sofía Gaviria Correa

Columnista Invitada

Primicia Diario 

«La paz, como resultado de una victoria del país sobre sí mismo, es la más segura prenda de un futuro mejor», afirmaba el gran ideólogo del Liberalismo, Rafael Uribe Uribe, quien, tras comandar corajudos ejércitos insurrectos, se dio cuenta de que la revolución debía ser hecha a través de las armas pacíficas de la democracia. Fiel a este convencimiento, el Partido Liberal ha sido la colectividad más comprometida con la paz de Colombia.

Sin embargo, frente a la mano tendida y generosa del gobierno y de los partidos de la Unidad Nacional, los ataques irracionales de las Farc llevados a cabo en las últimas semanas han conducido al proceso de paz a un momento crítico.

La Dirección Nacional Liberal se encuentra desilusionada y sorprendida, al considerar que pareciera que las herramientas con las que las Farc buscan convencer a los colombianos de la necesidad y la conveniencia de las negociaciones son los mismos hechos de barbarie que han utilizado durante cincuenta años, en los cuales han aterrorizado a la población: matando policías, sembrando minas antipersona, dañando la infraestructura del país alevemente, derramando el petróleo sobre ríos y atentando contra la población civil (afectando, especialmente, a los más pobres) y contra el medio ambiente.

Claramente, eso de revolucionario no tiene nada. Como decía, en el siglo XIX, el presidente de la brevísima Primera República Española Francesc Pi i Margall: «La revolución es la paz».

Que las Farc, después de tres años de un proceso donde se les han dado todas las garantías, continúen actuando como si nada hubiera avanzado es un despropósito que no puede ser apoyado por ningún colombiano, mucho menos por el Partido Liberal.

Hemos visto, últimamente, que el Gobierno no está teniendo en cuenta el concepto del Partido Liberal. Ejemplo claro de ello fue la contundente y agresiva campaña de respuesta a la posición del partido frente a la venta de Isagén.

El Partido Liberal no quiere seguir siendo un convidado de piedra en este proceso, al cual ha querido contribuir decididamente. Como un partido que representa el sentir de millones de colombianos, queremos alzar la voz especialmente por los putumayenses, los caqueteños, los caucanos y los nariñenses, cuya cotidianidad hoy más que nunca se ha visto afectada por el actuar irracional de las Farc. Los hechos criminales cometidos por las Farc en este último año no pueden gozar de los beneficios de la negociación.

Exigimos un cese inmediato unilateral del actuar violento de las Farc, en todo el territorio nacional, y un compromiso de reparación particular con los cuatro departamentos mencionados. Demandamos, además, que las Farc respondan frente a la comunidad nacional e internacional si se van a sujetar a las reglas mínimas de la justicia internacional, de la cual Colombia es signataria.

Seguimos apostándole a la salida negociada del conflicto, pero necesitamos que el gobierno defina tiempos y criterios precisos para el desarrollo del proceso y que las Farc comprendan la necesidad de terminar el conflicto definitivamente y entiendan su responsabilidad en la recomposición del tejido social de este país y en la construcción democrática.