Editorial

NOTA EDITORIAL: BOGOTÁ EN LA OLLA

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Empezó de lleno la campaña política para elegir a las autoridades regionales. Tal vez el cargo más importante para esta elección es la Alcaldía de Bogotá, que representa un 40 por ciento de Colombia.

Los aspirantes a la Alcaldía de la capital colombiana son unos cuantos privilegiados, que cuentan con el respaldo de los partidos políticos tradicionales y del sector económico, en unos casos; y, en otros, con la ayuda de la maquinaria, o los llamados «carteles de la contratación».

En un sondeo realizado en diversas localidades se concluyó que en Bogotá no se va a elegir al mejor, sino al menos malo de los candidatos. Triste la conclusión, pero es una realidad.

Resulta que los candidatos hacen parte de las llamadas «familias privilegiadas» que desde hace muchas décadas dirigen el Gobierno, las empresas comerciales e industriales, entre otras actividades de la sociedad.

Aquí, no hay entre los candidatos personas que puedan garantizar un manejo científico, eficaz y transparente a los recursos públicos. Todos tienen su experiencia devengando del erario, es decir, son unos «profesionales» en vivir a costa de sus compatriotas.

Mientras tanto la ciudad capital de Colombia sigue atravesando por la crisis más grave de su historia, después de soportar el saqueo más grande de la historia de la delincuencia de «cuello blanco».

La pregunta es por qué no hay competitividad entre los aspirantes a un cargo tan importante, como la Alcaldía de Bogotá, por personas capaces, honestas y, sobre todo, preparadas para sacar de la «olla» la capital destruida, saqueada, ultrajada, en la mayoría de ocasiones, por bandidos, y, en otras, por ineptos consumados. La respuesta es sencilla: en Colombia los cargos y las representaciones se heredan familiarmente, políticamente o económicamente, tal como sucede en las corporaciones públicas, donde las curules están «escrituradas», mientras que los llamados «grandes» medios de comunicación todos los días repiten que en Colombia existe la mejor democracia de América Latina.

Bogotá es la ciudad de todos: de buenos, malos, blancos, negros, indígenas, ricos, pobres, miserables, honestos, delincuentes, saludables y discapacitados. Todos bajo el mismo cielo, con la única diferencia de estar a merced de una caduca clase dirigente que ha demostrado en demasía la perversidad en el manejo de la cosa pública, con el interés de la actividad  mafiosa: el dinero fácil.

Es por ello por lo que Bogotá está condenada de antemano a seguir en la «olla», mientras que un reducido número de privilegiados entran a hacer parte del selecto grupo de los multimillonarios, donde importa el dinero sin mirar siquiera su origen.