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NOTA EDITORIAL: LOS PÁJAROS TIRÁNDOLES A LAS ESCOPETAS

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Solamente en Colombia suceden los casos más insólitos, y por su repetición, ya  no nos causan admiración ni asombro. Aquí la delincuencia acusa a los jueces y exige  millonarias indemnizaciones en plata, a pesar de haber defraudado las arcas del Estado.

Los delincuentes juzgados con todas las garantías, ahora se declaran perseguidos para justificar su declaratoria de  prófugos luego de ser objeto de un juicio, y al encontrarlos responsables prefieren huir para promover  la impunidad ante todo.

Uno de los lamentables ejemplos es el protagonizado por el exministro Andrés Felipe Arias, quien abusó durante su ejercicio en el cargo y hoy es un prófugo;  si existe justicia, la Interpol debería capturarlo para que responda por sus hechos delincuenciales.

¡Cómo es posible que ahora pose de víctima y reclame indemnizaciones indicando que no tuvo garantías jurídicas, como la segunda instancia.

Sin embargo, la Cancillería notificó a la Corte Suprema de Justicia la existencia de la denuncia solicitándole un concepto. La Corte afirma que el juicio del exministro se hizo atendiendo el ordenamiento legal y que su derecho a la defensa le fue respetado.

Pero más triste es todavía que su movimiento político, el Centro Democrático, lo respalde, así como ha respaldado a otros prófugos de su colectividad.

La Justicia en Colombia está atravesando una crisis sin precedentes. Cuando realiza un juicio con las garantías es condenada, según los «afectados», por actuar bajo intereses políticos, mientras que cuando se absuelve a los delincuentes de «cuello blanco», la Justicia es impoluta y digna de encomio.

Los hechos se repiten con diversos protagonistas que se enriquecieron, justificando sus faltas al hacerse  pasar por víctimas y reclamar  millonarias indemnizaciones.

Andrés Felipe Arias, alias «Uribito», considera que en vez de pagar sus faltas  debe ser indemnizado económicamente, cuando ni siquiera se ha disculpado con las verdaderas víctimas, que somos todos los colombianos,  en especial con los campesinos, los verdaderos afectados con los chanchullos de Agro Ingreso Seguro.

¿Hasta cuádo los colombianos vamos a seguir siendo víctimas de los delincuentes de «cuello blanco» que, a pesar de ser condenados, son prófugos y, sobre todo, como se dice en el argot popular ‘tras de gordos, hinchados’?

Sabemos que la Justicia está pasando por un momento difícil, como consecuencia de su  politización al más bajo nivel, especialmente durante el mandato del jefe de alias «Uribito», hoy senador Álvaro Uribe Vélez, quien fue el encargado de  postular a varios magistrados, que ahora han sido calificados como escorias de la Justicia, entre ellos el hoy conocido como «duro de tumbar», Jorge Pretellt, a quien se le ha solicitado en todos los tonos y desde todas partes su renuncia, y su respuesta ha sido: NO.

Definitivamente en Colombia hay caraduras, es decir, elementos que cometieron  sus fechorías y Colombia les queda debiendo.

Es por ello por lo que es necesario introducir cambios fundamentales en el sistema de  Justicia, que se pueden abordar en una Asamblea Constituyente, para buscar que la delincuencia pague por sus acciones criminales; que no brille la injusticia, como nos ha tocado ser testigos mudos de tantos hechos durante varias generaciones.

La Corte Suprema de Justicia ha sido un tribunal perseguido, interceptado telefónicamente  y hasta calumniado por el Gobierno pasado, por haber tomado la decisión de abordar sin temor alguno los delitos de la parapolítica;  se investigó y se condenó a varios criminales de lesa humanidad que colaboraron con las fuerzas paramilitares protagonistas del peor baño de sangre que ha vivido nuestro país.

Todos debemos respaldar una Justicia clara, que permita castigar a quien delinca y, sobre todo, evitar los múltiples hechos de injusticia en que  el ciudadano de a pie (un 90 por ciento) ocupa hoy los rebosados centros carcelarios, mientras los verdaderos delincuentes son prófugos, o cuentan con las casas o las haciendas como  cárcel.

Hay que acabar con el mito popular de que «los pájaros tirándoles a las escopetas».