Después de la conmoción inicial por la noticia de la muerte de Fidel Castro, los cubanos empezaron a rendir un masivo homenaje al histórico líder de la revolución, agitando banderas, rezando en las iglesias y escuchando los míticos discursos de quien dominó la vida política de la isla por generaciones.
Las banderas fueron bajadas a media asta; la venta de alcohol, prohibida, y los conciertos y partidos de béisbol, suspendidos después de que el presidente Raúl Castro anunciara la muerte de su hermano a los 90 años.