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Nota Editorial: COLOMBIA RECLAMA LA PAZ

noticaeditorialNota Editorial: COLOMBIA RECLAMA LA PAZ

Desconcierto en todos los sectores del país causó la arrogancia asumida por la extrema derecha, que busca torpedear los acuerdos de paz firmados entre el Gobierno nacional y las FARC, después de cuatro años de intensas negociaciones.

Sin embargo, hoy el sector guerrerista reclama una victoria, y señala que los acuerdos deben modificarse con las condiciones que imponen sus dirigentes, por cuanto se consideran parte de la mayoría colombiana que votó por el No en el plebiscito.

Mientras tanto, las víctimas, estudiantes y gentes del común, han salido a las calles a exigir del Gobierno y de las FARC, que sigan adelante con el acuerdo firmado hasta llevarlo a la  Constitución Nacional para evitar que los enemigos de la paz puedan echarlo abajo.

El presidente Santos, entre tanto, se erigió ganador del premio Nobel de la Paz, como consecuencia de la negociación de uno de los conflictos más largos de la historia, donde han muerto miles de compatriotas y otros cinco millones han sido desplazados, especialmente por acción del paramilitarismo que ha estado a la orden de la ultraderecha colombiana, a quien le ayudó de manera intensa en apoderarse de las tierras desalojadas a sangre y fuego.

Colombia vive hoy uno de los momentos más difíciles, como consecuencia del enfrentamiento entre dos sectores de la población, que se disputan la razón alrededor de la conveniencia o no de los aspectos que contiene el acuerdo de Cuba. Los del Sí, que aspiran a terminar de una vez por todas la guerra, y los del No, que quieren cambiar radicalmente los acuerdos firmados entre el Gobierno nacional y las FARC, a su acomodo y conveniencia.

Ante esa situación los colombianos del común nos vemos en la imperiosa necesidad de buscar, y exigir de una vez por todas, que se concreten los acuerdos para que las nuevas generaciones encuentren un país libre de la guerra y, sobre todo, de la injusticia social, que ha sido una de las causas de la guerra fratricida, que sectores guerreristas han aprovechado para engendrar riquezas, acumulación de tierras y, ante todo, buscar el poder político.

Los estudiantes de Colombia nos están dando buen ejemplo al exigir de las partes el inmediato cumplimento del acuerdo pactado, firmado y puesto en marcha con la presencia de la comunidad internacional. Los jóvenes rechazan la propuesta de renegociar, por cuanto, manifiestan que, realmente, quienes tal cosa proponen buscan que siga la guerra en nuestro país.

Las víctimas, que quieren, ante todo, que no se repita «la horrible noche», exigen de las partes seriedad, tranquilidad y, sobre todo, que se imponga la paz, por encima de los intereses personales y políticos. Las personas que han sufrido los embates de la guerra consideran que es el momento para cesar la guerra, en la que los muertos son puestos por los más pobres de Colombia, que hacen parte del Ejército nacional y la guerrilla.

La propia Iglesia católica se ha pronunciado en favor de la paz. «Es hora de la grandeza, y de buscar, ante todo, la paz de los colombianos; no seguir encendiendo la guerra fratricida, que le ha costado a Colombia la miseria, lágrimas y sangre de muchas víctimas», dicen los prelados.

La comunidad internacional no se ha quedado atrás, y respalda el proceso de paz, por cuanto considera que es justo y necesario que Colombia se encamine por la reconciliación, el perdón y, sobre todo, por la paz para esta y para las nuevas generaciones, para que sean un ejemplo de concordia ante el mundo.

En Colombia todos los ciudadanos sensatos clamamos por la paz. La mayoría nos vamos a imponer ante un grupo manipulador y truquero, que busca que se perpetre una guerra permanente para acumular más riqueza material y más poder político.

¡Basta ya! Colombia debe cambiar de rumbo. La paz es la salida digna de un pueblo ensangrentado. Todos los colombianos caminamos hacia la paz, con firmeza y decisión.