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Nota Editorial: REFORMA TRIBUTARIA

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Definitivamente, los colombianos somos los únicos habitantes de la Tierra que aceptamos toda clase de imposiciones, sin protestar, cuestionar o rechazar.

Ahora el Gobierno nacional pretende solucionar sus problemas de irresponsabilidad en el gasto público con la imposición de nuevos gravámenes, que serán pagados, en su mayor parte, por la clase media y la clase pobre de los colombianos.

La necesidad de buscar recursos económicos para el Gobierno nacional es una consecuencia del exagerado gasto público, además de la corrupción que existe en todos los niveles del Estado.

Hoy la mayoría de los colombianos nos sentimos perseguidos y maltratados, por un Gobierno que no ha sido capaz de tomar una decisión valiente en torno a la paz. En cambio toma la decisión cobarde de imponer tributos como un castigo para el colombiano de a pie. De esa manera piensa financiar la corrupta acción de funcionarios del Estado y contratistas, que han saqueado las arcas oficiales.

La mal llamada «reforma tributaria» será aprobada por una amplia mayoría del Congreso, que busca beneficiarse a través de la «mermelada» que han recibido, que reciben actualmente y que recibirán en el mañana, para seguir en la corrupta compra de conciencias y votos a través de las empresas electorales, que han acabado con la democracia colombiana.

Triste es que la humanidad nos mire como un país violento, corrupto y, sobre todo, cómplice de todas las fechorías que comete a toda hora la llamada «dirigencia», del Gobierno, la política, la económica, la social y hasta las organizaciones de carácter popular, que también han sido corroídas por la corrupción.

La corrupción en Colombia se ha instalado en todos los niveles. Desde los más poderosos hasta los más humildes, se han hecho partícipes de ese vicio mal oliente, que sigue imponiéndose, especialmente con las nuevas generaciones, que buscan el enriquecimiento rápido, sin importarles los métodos que se utilicen.

Colombia debe volver a transitar por los caminos de la honestidad, la transparencia; y, ante todo, prepararnos para combatir y denunciar la corrupción en todos los niveles, que llevan a Gobiernos cómplices con la delincuencia   incrustada en ellos a buscar recursos a como dé lugar para cumplir los compromisos internacionales, nacionales y locales, para que siga reinando la corruptela.

Es obligación de las gentes de bien ─que son la mayoría en Colombia─ rechazar todas esas prácticas que nos ha heredado una clase política corrupta, para la cual lo primero es buscar su enriquecimiento ilícito.

Todos debemos prepararnos para unas jornadas de protesta con las que censuremos a los corruptos, y no permitamos que vuelvan a dominar el país. Uno de los caminos es rechazar de plano la llamada reforma tributaria, que es la recompensa a una descomposición que hoy vive Colombia.