Opinión

UN PLEBISCITO PARA LA JUVENTUD

juan_manuel_galan_0

Juan Manuel Galán Pachón

Columnista Invitado

Es el momento de saber qué piensan nuestros jóvenes del proceso de paz. La campaña por el SI a la paz, es un hecho histórico para todos los colombianos y una oportunidad para poner fin a más de 60 años de conflicto.

Es muy importante que esa campaña no se vuelva partidista ni personal, sino que sea un ejercicio abierto en donde sobre todo los jóvenes, las nuevas generaciones que van a sufrir por más tiempo las consecuencias de esta decisión, sean los verdaderos protagonistas.

Si miramos en detalle lo que pasó con el referéndum del Reino Unido sobre la Unión Europea, la participación de jóvenes entre 18 a 24 años de edad resultó ser casi el doble de lo previsto para esa votación. La estimación baja y equivocada del protagonismo de la juventud, se debió al parecer, a información de las elecciones del 2015 y a la proporción del voto en cada generación, sin atender la masiva participación juvenil en redes sociales.

Pasada la votación británica, los datos indicaron que los jóvenes quieren participar y ser escuchados. Eso es lo que muestra por ejemplo,  la información de la encuesta llevada a cabo por YOUGOV una firma internacional de investigación de mercado, que encontró que el 75% de los votantes entre 18-24 años estaban a favor de permanecer en la Unión Europea.

Sin embargo, el resultado fue contrario. Así entonces, la pregunta por la importancia política de los jóvenes en Colombia se hace relevante. Primero, porque a nivel generacional se están convirtiendo en una población inconforme con la manera como se dirige el país y segundo, porque más que nunca, tienen ganas de liderar la paz en Colombia con la esperanza de construir un nuevo país.

Por todo esto, la campaña del plebiscito  debe fundamentalmente estar dirigida por y para los jóvenes.  No podemos permitir que como en el Reino Unido, las  generaciones anteriores decidan por ellos su futuro y continuemos en un conflicto insoluble, largo, terrible y sangriento que ya conocemos. Es el momento de darle a la juventud el timón de este proceso. Su fuerza arrolladora puede convertirlos en constructores locales de cambio y traernos a todos,  la esperanza de un nuevo país.