martes 23 de abril de 2024 / ACTUALIZADO 11:13 AM
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Pobreza causa: PROSTITUCIÓN EN COLOMBIA

Las mujeres que ejercen la prostitución en  Colombia , viven indudablemente en condiciones de desventaja, marginalidad socio-económica y cultural, son víctimas de graves y recurrentes violaciones a sus derechos humanos.

 

 

 

asociacionportimujer.org

Es ingenuo preguntarse qué motivos llevan a la mujer a la prostitución… En verdad, en un mundo en donde hacen estragos la desocupación y la miseria, desde que se abre una profesión hay gente para ejercerla; mientras existan la policía y la prostitución, habrá policías y prostitutas. Tanto más que, término medio, esos oficios producen más que muchos otros.

Las mujeres que ejercen la prostitución en  Colombia , viven indudablemente en condiciones de desventaja, marginalidad socio-económica y cultural, son víctimas de graves y recurrentes violaciones a sus derechos humanos. Los medios en los cuales viven y la manera como se encuentra organizada la prostitución les significan un nivel de vulnerabilidad muy alto a formas de violencias de género y situaciones de explotación sexual y trata de personas.

Aunque lo ideal sería habitar un mundo en donde cada mujer tenga la libertad de «elegir» si ejercer o no ejercer la prostitución, ésta existe y no es un delito. Para algunas es sentida como una profesión y viven bien en esto; para muchas otras es solamente una opción de vida, la única posible; para otras más, una pesadilla de la cual quieren salir pronto.

Las formas de violencia de género que han sufrido en el transcurso de su vida, más allá de haber causado algunas decisiones, han dejado huellas profundas y exigen una elaboración. Algunas, por ejemplo, han sido violadas a muy temprana edad, por un pariente, un amigo o un conocido.

«Todo lo que recuerdo de mi papá son unas manos que me tocaban…. Yo sé que un día mi mamá lo echó de la casa, porque lo cogió mientras violaba a mi hermana». (Paula, 33 años)

«De mi niñez tengo marcada una cosa… Cuando estábamos entrando a la adolescencia mi hermano no me dejaba conseguir ni novio ni amigos y cuando nos dejaban solos se quitaba la ropa y me mostraba el pene por largos ratos… pero realmente no recuerdo si algún día hubo penetración». (María, 27 años)

«A mí me violaron dos muchachos del barrio. Esa es una etapa que yo he querido borrar y no la puedo borrar, o sea, quiero sacármela, a pesar de que yo he perdonado… Pero es muy difícil, porque son cosas, etapas que a mí me pasaron y que ya me marcaron para toda la vida. A veces quisiera no hablar de eso, pero de todas maneras cada vez que yo hablo de ello, me siento como limpia». (Sofía, 35 años)

«Un día me encontré en el barrio con el novio de mi hermana y él estaba con un amigo. Me invitaron a tomar un refresco y nos fuimos a una discoteca. El lugar era como a media luz… Yo no recuerdo, o sea, yo sé que me tomé una Coca-Cola y de ahí ya no sé más. Al otro día desperté en un hotel y la cama era toda bañada en sangre. Ellos, los dos, se habían ido y yo creo… me imagino que debieron de hacer conmigo lo que les dio la gana, porque para pararme de esa cama era el dolor más impresionante de la vida. El recuerdo de ese momento cuando me despierto, me volteo y miro la sábana ensangrentada es algo que no puedo sacarme de la mente. Yo tenía 12 años». (Dolly, 33 años)

Muchas de ellas eran «chicas malas», ya antes de entrar en la prostitución: porque se rebelaron a la autoridad paterna o a un destino de pobreza que las hubiera llevado a repetir la vida de sus mamás; porque fueron exigentes con los hombres o no consideraron que el matrimonio pudiera ser lo máximo en sus vidas; porque amaban la rumba, la vida por la calle y la libertad, y no aguantaban las reglas fijas; porque eran mujeres negras o desplazadas o pobres en búsqueda de éxito y con los mismos sueños de las chicas de la «sociedad bien». En otras palabras, porque no se conformaron a su destino de mujer, madre y ama de casa.

«Cuando me fui de la casa, empecé a trabajar en un restaurante de Barrio Triste. ¡No tenía a dónde más ir! Mi mamá se me había ido para Venezuela, mi papá tenía otro hogar con su esposa y sus hijos y yo no quería vivir con él. Entonces a los 13 años empecé a trabajar como mesera. La señora se manejaba muy bien y me llevó a vivir a la casa de ella. Pero yo me ponía a analizar la vida de las muchachas que trabajaban en esos bares, con sus delantalcitos pequeñitos y todo eso, entonces a mí se me fue creando la idea de, ah, «me voy a meter a trabajar mejor en esto». Yo allá trabajaba por la comida y la dormida entonces yo no veía plata y quería ganar plata. Entonces empecé a trabajar ahí, ya cogía plata todos los días y me fue gustando ese trabajo; ya cuando cumplí mis 15 años, yo ya estaba en la vida rodeada de tantas cosas, ya había conocido varios hombres y todo eso». (Diana, 46 años)

«Yo quedé embarazada a los 15 años pero no quería ese niño. A mí siempre me han encantado los hombres pero para un hijo no me sentía lista. Mas mis padres insistieron para que me casara y me organizaron la casa y todo. Pero esa no era vida para mí, con un muchachito a esa edad que yo quería todavía jugar y pasar rico. Por esto mi matrimonio fracasó rápido». (Olga, 29 años)

El papel de un hombre fue devastador en la vida de muchas mujeres y de sus hijos; también cuando ellas deciden estar en un camino de empoderamiento, la llegada de un compañero puede derrumbar todos los esfuerzos hacia la autonomía.

«Él me decía que me quería y que se quería casar conmigo y cuando quedé embarazada pensé que nos íbamos a casar. ¡Eh!, imagínese lo que se me ocurrió. Esa misma tarde que retiré los resultados, fui de visita donde una amiga que se había casado y ella me mostró el vestido de novia. Yo toda emocionada le dije si me lo vendía y ella me lo vendió en 20.000 pesos. Era bellísimo y yo pensé que él se casaría conmigo… Me fui para la casa para darle la sorpresa y la sorpresa me la dio él a mí, porque me dijo que cómo se me ocurría si él nunca se iba a casar, ni nunca se iría a vivir con una mujer. Por muchos años seguí amándolo y esperando que se casara conmigo, ¡imagínate!» (Marta, 31 años)

«Yo viví algunos años con el papá de mis hijos e intenté formar un hogar; pero él nunca me colaboraba con los niños, solo me quitaba todo, me aporriaba, entonces no, esa no era vida para mí». (Dora, 27 años)

A pesar de todos los duelos con los hombres, el sueño de tener un compañero a su lado es muy frecuente, porque significa tener apoyo y seguridad económica, cuando están cansadas de la prostitución.

«En cada borrachera yo le decía a mi Diosito: «Ay, Diosito, por qué no me regala un hombre que sea, qué le hace que sea pobre, qué le hace que no tenga, o sea, que no tenga plata, pero que me quiera, que me valore, que me saque de esta vida». Diario, diario, inclusive hace poquito quemé un cuaderno en que yo escribía mis cosas borracha. Diario, diario le pedía al Señor, es que yo me sentaba borracha, yo borracha le pedía al Señor que me diera un hombre que me quisiera, que me valorara, diario se lo pedía». (Nubia, 44 años).

Pero la vida al margen de la comunidad y de sus patrones culturales, la costumbre a desafiar normas y conductas, les posibilita tal vez más que a otras mujeres de su misma capa social apropiarse de formas de conciencia de género. Se sienten diferentes de las amas de casa, menos disponibles a negociar con los sentimientos.

«Muchas dicen que la liberación femenina, pero aquí en  Colombia yo no veo liberación femenina. La liberación es el derecho a ser mujer, es el derecho que tengo yo como mujer. Yo tengo un derecho como mujer y ¿cuál es? Yo quiero ser respetada y querida por el hombre que vive conmigo y por todos los que me rodean. A mí me da tristeza de mis hermanas. Ellas piensan que son señoras porque tienen un compañero al lado y como sea no lo quieren perder. También si él les pega, para ellas está bien, tienen miedo de él pero no quieren que se vaya. En este país todas tienen miedo de que el compañero se vaya y las deje solas con los hijos». (Yaneth, 38 años)

Algunas quisieran encontrar un empleo: pero no cualquier empleo, sino uno que les garantice estabilidad y satisfacción.

«Yo soy bachiller y estudié auxiliar en sistemas pero no he podido conseguir empleo. He regado hojas de vida por todas partes y nada. Me gustaría ser secretaria en una empresa grande, tener seguro de salud y primas de Navidad. Pero trabajo no hay y si encuentras no te dan todo esto». (Paola, 26 años)

Las mamás, primero que todo quieren poder garantizar un futuro a sus hijos.

«Quiero darle estudio a mi hijo y que sea un hombre de bien y yo por qué no conseguirse un esposo que me quiera bastante, es que vea yo no me he vuelto a enamorar, sólo he amado a un hombre». (Yenny, 23 años)

Muchas de ellas eran «chicas malas», ya antes de entrar en la prostitución: porque se rebelaron a la autoridad paterna o a un destino de pobreza que las hubiera llevado a repetir la vida de sus mamás.«Todo lo que recuerdo de mi papá son unas manos que me tocaban…. Yo sé que un día mi mamá lo echó de la casa, porque lo cogió mientras violaba a mi hermana».

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