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Antes de la pandemia : NI POR PLACER, NI POR GUSTO

Fufurufas, prostitutas, putas o para que suene más bonito, prepagos. Sonia*, de 28 años y Verónica*, de 43, entraron por necesidad y hoy hacen parte de un círculo vicioso del que no es fácil salir.

 

 

 

 

 

Valeria Polanía

Altus

Sonia, siendo la más joven, le lleva la delantera con 10 años de experiencia en el negocio a Verónica quien, ya cuarentona, se vino a meter en este medio hace tres años; tiene un hijo y un esposo que se enteró de su trabajo hace poco, es taxista y la recoge y la lleva a todos los servicios, no pone a correr el taxímetro pero ella le ayuda con la gasolina.

Sonia ingresó porque quería empezar una carrera, y sus papás no tenían el dinero para pagar un semestre de cinco millones de pesos. Y Verónica entró porque se había separado de su esposo, y los trabajos que conseguía no le alcanzaban para suplir las necesidades de la casa.

La primera vez que Sonia averiguó para entrar al negocio de la prostitución fue en una whiskería de la calle 64 con novena, en Chapinero. «El dueño anda en un Mercedes ni el hijueputa y tras del hecho, prueba el material antes de trabajar ahí. Y eso fue lo que no me gustó, me hizo poner más nerviosa, me puse a llorar y me fui». Luego empezó a buscar por avisos del periódico, entró a una agencia donde le pagaron por una hora 150 mil pesos, y hoy es el día que, de tantos, no recuerda ni la cara de su primer cliente.

La diferencia de precios es alta. Verónica cobró mucho menos, producto de una búsqueda en los clasificados del periódico El Tiempo, en la que le prometían cielo y tierra, y terminó siendo una pocilga, en la que tuvo que pedir aguardiente, prenderse y entre risas y llanto lo dio por 20 mil pesos.

A las dos las descubrieron por la misma página web. A Verónica su esposo, con el que ha vuelto más de una vez, la descubrió por una llamada que ella le hizo desde el celular de una de sus compañeras; él se la devolvió, le contestaron y le dijeron que si llamaba para el servicio de acompañantes. Verónica le explicó que era modelo de web cam, es decir, se desnudaba para extranjeros pero no se acostaba con ellos. Su astucia duró 20 días, pues él volvió a llamar, pidió la dirección de la página web y supo de inmediato que era el cuerpo de su esposa, pues así el rostro no se viera, hasta la ropa interior la reconocía.

Al principio su esposo no aceptó que ella fuera prepago, pero una vez se convenció amenazó con quitarle el niño y le contó a toda la familia lo que su esposa hacía. Hoy en día es una historia de locos, como dice ella; pues volvieron, no por amor, sino por el niño. La lleva y recoge a todos los servicios, y hasta un día le consiguió un cliente, le pidió comisión por éste, pero Verónica no aceptó. Hoy se mantiene en la premisa que, «no le doy un peso a él, yo manejo la plata de la casa, tanto la del taxi como la de mi trabajo».

La trabajadora social de la Comunidad de Religiosas Adoratrices, Blanca Cecilia Betancourt, dice que «en la prostitución masculina y femenina se crea una independencia monetaria y es por eso que es difícil que se salgan sin ayuda profesional».

Por el contrario, a Sonia la descubrió su mamá, quien llamó a uno de sus números de trabajo, porque, como en toda doble vida, hay que andar con varios celulares por comodidad del cliente y seguridad de ellas. Entonces escuchó : -Hola soy su mamá. Ella se sorprendió y dijo: – «Está equivocado». Y colgó. A los 2 minutos, su mamá volvió a llamar pero al número familiar; volvió a contestar y su madre le dijo que ella no era boba y que la había visto en el sitio web y había reconocido a leguas su cuerpo; ella, sin embargo, se quedó en silencio y le colgó, pues se tenía que alistar para un servicio…

Un medio de trabajo
Consideran la prostitución como un empleo porque, «así no tengamos un horario, involucra tiempo y publicidad desde la llamada del cliente, el arreglarse, ponerse sexy, ir hasta el hotel y dar el servicio; eso es un trabajo». Pero la trabajadora social dice que «la prostitución no puede considerarse como trabajo, ya que ésta denigra y se convierte en esclavitud».

Ana Lucia Castro es encargada del proyecto de Adultez con Oportunidades en la Secretaría de Integración Social, que brinda ayuda a las personas en actividad de prostitución, para que emprendan otro tipo de labor, pero ella no lo ve como esclavitud, lo ve como trabajo y se apoya en la caracterización que hizo la Secretaría, según la cual 42.97% de las prepago ingresa por dificultades económicas, 40.02% por desempleo, y tan sólo 9.90% como una decisión libre.

La prostitución en cifras

Castro asegura que «el ingreso a la prostitución se puede explicar en la crisis económica del país que se ha enfatizado en la búsqueda de nuevas alternativas para la generación de ingresos, por las dificultades para vincularse a una oferta laboral».

Roberto* es dueño, manager, pin o lo que algunos llaman proxeneta de una de las primeras agencias que empezó el negocio de la prostitución por internet. Él dice que hay distintos casos: «la niña que simplemente quiere el dinero para su semestre lo consigue y luego se retira, otras que se pagan el semestre y se dan cuenta de que el flujo de dinero es bastante alto y se quedan mucho tiempo hasta que terminan su carrera, y si ésta no les ofrece oportunidades de trabajo, deciden volver».

Sonia, luego de salir de la agencia, estuvo trabajando con Roberto, pero el trabajo no duró mucho, pues dice que él «como amigo es bien, pero como jefe es un abusivo, porque tú ves las tarifas de las niñas y son 180, 170 mil pesos y la más cara tiene que estar súper espectacular y son de 230 mil pesos por ahí, de los cuales te quitan la mitad».

En contraste, Verónica desertó de ese primer lugar. La mujer que las cuidaba le recomendó un buen sitio en la Calle 70, donde conoció a su amiga Juliana*, quien empezó desde los 17 años y como era menor de edad «me tenían que esconder en un armario, porque la Policía hacía inspecciones y siempre ha molestado por eso».

Juliana tiene 30 años, dos hijos y un esposo. Ha viajado alrededor del mundo a sitios como Aruba, San Martin, Ecuador y en tres meses se trae 46 millones de pesos, «trabajando poquito». Estas grandes sumas de dinero le han servido para costearse su matrimonio con un muchacho que se dedica a cantar en los buses, de quien ella dice es su amor de infancia. Así mismo, compró carro, sala, nevera, televisor, camas y se pagó la mamoplastia, la liposucción y depilación laser en todo el cuerpo. Para ella este trabajo no es duro, lo único que ve difícil es estar lejos de sus hijos cuando hace sexo–turismo. Entró por la necesidad de «sacar adelante a mis niños, y si en un futuro ellos llegasen a saber, me dolería que me juzgaran por eso».

Juliana sigue esta premisa: «La idea es hacer más plata y acostarse menos», es decir, hacer buenos clientes; por ejemplo, ella hizo uno de la embajada de Taipei, Taiwán, quien le pidió que se saliera de eso y hoy le consigna entre dos y tres millones y medio mensuales, así no se vean, ni preste sus servicios. Pero ella sigue en este mundo, porque “la plata no rinde, se convierte en plata de bolsillo».

La premisa de Juliana es la de toda mujer de este círculo, pero hacer más plata y acostarse menos implica distintas estrategias. Sonia, por ejemplo, lee de política, economía y literatura universal para tener de qué hablar. Dice que «no todos los clientes buscan sexo, sino como meterse en el papel de que están conquistando una vieja buena»; Verónica los seduce con su experiencia, hace buenas relaciones y hasta promociones para que la vuelvan a llamar; y Juliana mira «la debilidad del hombre para así dar en el punto, como besos en el cuello y esas cosas».

Algunos trucos del oficio
Hay clientes que les piden que consuman perico; entonces Verónica se pone algodón en las fosas nasales, así el polvo no pasa.

Cuando Sonia tiene el periodo o la regla, trabaja, se pone una gasa doblada en forma de tapete bien al fondo, y reza para que no vaya a manchar al cliente.

Juliana no usa perfume, se aplica desodorante de hombre, para no crear sospechas en las mujeres de los clientes que son casados.

Actualmente, Verónica es independiente, cobra por hora 180 mil pesos, el servicio contiene besos, caricias, compañía, sexo oral con preservativo y sexo vaginal también con protección. Dice que trabajando juiciosa gana tres millones de pesos mensuales; en cambio Sonia, quien también es independiente cobra por hora «220 mil pesos dependiendo del marrano, y sí es en dólares cobro 140, 150 dólares» y su ‘sueldo’ alcanza a ser de cinco millones de pesos mensuales dependiendo de la temporada; Juliana hace sexo-turismo y trabajando poco se hace aproximadamente 16 millones al mes.

Como todo mercado, hay temporadas altas y bajas. Los mejores días son los lunes, los peores son el de la secretaria y el de la madre. Y navidad «es navidad para todo el mundo», asegura Sonia quien muchas veces ha tenido servicios el 24 de diciembre y antes de las 12 de la noche coge una flota para ir a visitar a su familia, que vive en otra ciudad.

La belleza no dura toda la vida y para eso, Verónica quiere tener un apartamento para usarlo como reservado; Sonia dice que a los 34 años se va a retirar, porque sabe que a esa edad ya los años se le notarán y no podrá mentir que tiene 20 primaveras como lo hace ahora; y Juliana sueña con encontrar el amor de su vida, aunque no sabe si en esto, pues con el que se casó, lo hizo sólo por el sueño de verse con un vestido blanco.

¿Qué será de sus vidas? muchas sueñan con su príncipe azul; otras con tener su propio negocio. Son conscientes de que los años pasarán y que ya no serán las mismas. Por ahora, suena el celular… Hay otro cliente, y no hay tiempo qué perder…

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*Los nombres han sido cambiados a petición de los entrevistados

Juliana no usa perfume, se aplica desodorante de hombre, para no crear sospechas en las mujeres de los clientes que son casados

 

La diferencia de precios es alta. Verónica cobró mucho menos, producto de una búsqueda en los clasificados del periódico El Tiempo, en la que le prometían cielo y tierra, y terminó siendo una pocilga, en la que tuvo que pedir aguardiente, prenderse y entre risas y llanto lo dio por 20 mil pesos.