Opinión

El silencio de los fusiles

Guillermo García Realpe

Columnista Invitado

 

 

 

 

 

 

Durante más de 50 años consecutivos el pueblo colombiano se acostumbró de cierta manera a convivir con la violencia, fueron cinco largas décadas en que el país fue sacudido por tomas guerrilleras, voladuras de oleoductos, secuestros, extorsiones, atentados contra la infraestructura, desapariciones, tortura, desplazamiento forzado, impactos al medio ambiente y en general, un escenario desolador de sangre y muerte que hoy, por fortuna, está llegando a su fin.

Después de tres intentos fallidos, en los años 1984, 1991, y 1999, el gobierno del presidente Juan Manuel Santos, logró algo inimaginable por muchos en Colombia, la neutralización de la principal guerrilla del país y del mundo y uno de los grupos al margen de la ley que más generó violencia. No fue fácil llegar a estas instancias, el gobierno, tuvo que superar toda clase de obstáculos, propios de una negociación tan compleja, como la llevada a cabo con la guerrilla más vieja del continente.

Hoy, después de cuatro años de negociaciones, el proceso ha llegado a feliz término, los guerrilleros han mostrado su plena disposición de desmovilizarse, hoy parecen tener otra concepción de país y se alistan para su reincorporación a la vida civil, acogerlos plenamente de vuelta a la sociedad, es tarea de todos.

Serán 5765 insurgentes quienes dejarán las armas y 9000 milicianos que hacen parte de las redes de apoyo de las FARC también se aprestan a cambiar de vida.

Silenciar los fusiles de las FARC, significa que desaparecerá para siempre la guerrilla más grande de Colombia y del mundo, y con ella se apagará el principal foco de violencia, que dejó 260 mil muertos, 8 millones de víctimas, 45 mil desaparecidos, más de 11 mil víctimas de minas antipersonas y miles de secuestros y otros delitos que afectaron a muchas generaciones de colombianos.

Ahora, el reto enorme del gobierno estará en copar las antiguas zonas dejadas por las FARC a fin de evitar que otros actores armados ilegales entren a seguir delinquiendo, la lucha contra el narcotráfico debe ser frontal y los diálogos de paz con el ELN deben concluir con la firma definitiva de la paz también con esa guerrilla, sólo así Colombia podrá dejar plenamente el conflicto armado que tanto daño causo.

Sin el lastre de la violencia y con el silenciamiento de los fusiles, sin duda, Colombia, tendrá un nuevo amanecer que en rutará al país por el sendero del progreso y el desarrollo, donde la paz estable, duradera y con justicia social, será nuestra mejor conquista y el mejor legado para las nuevas generaciones de colombianos. Luego de esto, es imperativo una lucha frontal contra la corrupción y una revolución pacífica en lo político y lo social.