Opinión

A PROPÓSITO DEL PARO EN COLOMBIA

 

 

Grenfieth Sierra

Profesor de la Universidad del Rosario

 He pensado si es  válido o no salir el 21N a la marcha. Durante esta semana he leído artículos, visto emisiones y he sido bombardeado por un océano de propaganda oficial para no hacerlo. Al país lo han dividido, como en los clásicos regímenes totalitarios (entre buenos ciudadanos que se someten y según ellos construyen, y los malos que se sublevan y destruyen).
Triste nivel neuronal de este gobierno al apelar a lo binario sin reflexionar sobre las causas. No entiende lo profundamente democrático que representa las manifestaciones sociales en los fundamentos históricos y dogmáticos del constitucionalismo liberal desde EEUU, Francia y UK (de donde deriva su legitimidad).
Pero al leer hoy que para el 21N el gobierno ha decretado acuartelar a sus tropas en primer  grado, sacar al ejército a las calles me produjo indignación y la razón suficiente para entender que salir el 21N ya no es solo una decisión política si no es un deber moral. No se puede pretender amedrentar a la sociedad con amenazas soterradas de violencia policial, militar y paramilitar. Ya los grupos de extrema derecha de Antioquia proclaman la defensa del gobierno en las calles para enfrentar con violencia a los manifestantes. El gobierno guarda silencio y oficialmente no se condena este brazo paramilitar. Este solo hecho es razón suficiente para marcar una distancia con estas organizaciones.
Un gobierno democrático no debe ver en la protesta social una amenaza. Al contrario es en esta expresión democrática donde las sociedades trasmiten sus descontentos para que un gobierno inteligente y representativo de la nación haga los cambios y correctores necesarios de su política. Y para Colombia es una conquista democrática y de civilidad luego de décadas de violencia, donde solo con violencia armada se buscaban los cambios. Solo gobiernos excluyentes, partidistas, ideologizados ven en las manifestaciones sociales agresiones a su verdad y siente cuestionado su status quo.
Ningún gobierno es merecedor de un apoyo ciego y total de sus ciudadanos. Si así fuera, seria el fin de la democracia como régimen de gobierno y el comienzo del totalitarismo como sistema de Estado, con un líder. La democracia por definición es la cohabitación de ideas distintas, de contradictores, de gobierno y oposiciones que pacíficamente tramitan los cambios sociales e institucionales en la lucha democrática por las mayorías.  El gobierno civil es el gobierno de los contrarios, de las protestas, de los distintos, es el gobierno de la inmensa diversidad social.
América Latina y en particular Colombia tiene grandes déficits democráticos y la protesta social siempre ha sido ese termómetro. Los niveles de represión contra ella han sido permanentes a lo largo de la historia del continente. Y ha sido esta ausencia de fuerza institucional, para tramitar las demandas y los cambios sociales, el caldo de cultivo de donde se alimentan los grandes candidatos populistas de izquierda y de derecha.
Un gobierno inteligente, emancipado de sus deudas electorales, representante de la nación y no de un partido, defensor de los fundamentos y fines constitucionales entenderá que esta ante la oportunidad de fortalecer la democracia, de escuchar a la sociedad, de sentirla y de reorientar la hoja de ruta a un destino donde las mayorías se sientan representadas. De refundar su legitimidad.
No faltan razones para marchar. Sobran. Pero posiblemente una de las más importantes es que  dejen de gobernar con los odios del pasado, con el espejo de la Colombia del siglo XIX y XX. Esperamos que este  gobierno asuma la tarea histórica de gobernar  para el futuro con conciencia del presente, que nos lleve a la modernidad y los desafíos del siglo XXI.
El nivel de violencia que se viva el 21N no dependerá de las familias, los estudiantes, los trabajadores, desempleados , los profesores, los ciudadanos que saldrán a las calles con el espíritu de fraternidad y empatía de unidad nacional. Y quienes sin duda no están, ni buscan enfrentar el aparato represivo del Estado. La violencia dependerá de la inteligencia, la mesura, la contención, la garantía a la protesta que muestre y practiquen la fuerza pública.
Los ojos del mundo, las redes sociales estarán observando. Todos los montajes se le han caído a este gobierno. El gobierno se juega el 21N lo que le queda de legitimidad. Si comete la torpeza de la represión policial, militar o paramilitar estará perdiendo toda autoridad moral para comenzar a construir los consensos políticos que necesita para construir gobernabilidad. Y se parecerá sin duda a Venezuela.
El presidente Duque nunca fue un buen estudiante (sus resultados académicos lo dicen) esperemos que sepa escuchar y sus asesores lo sepan asesorar.”