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Editorial: LA CULTURA DE LA CORRUPCIÓN

 

 

 

 

 

 

 

 

LA CULTURA DE LA CORRUPCIÓN

Colombia afronta escándalos al por mayor en materia de corrupción. La corrupción se volvió una «cultura» entre los habitantes de este país humillado, explotado y masacrado por las mafias, que se apoderan de los recursos públicos, en especial los destinados a atender a las gentes humildes.

La corrupción en Colombia se volvió una «cultura» porque todos somos partícipes de  la educación de las nuevas generaciones, al buscar que sean «vivos», y no «bobos», como de manera desafortunada se nos repite a diario hasta volverlo una regla de convivencia.

Los ciudadanos que alcanzan representatividad en el sector público pregonan como norma: «Hay que aprovechar el cuarto de hora». En esa frase se nos notifica que los recursos públicos cambiarán de destinación y dueño, sin importar que se pierdan vidas de seres vulnerables; que un pueblo quede sin educación, vivienda, entre otras obligaciones del Estado.

La corrupción en Colombia es inmensa. Esa «cultura mafiosa», impuesta en el pasado por los poderosos, ha llegado hasta los funcionarios de más bajo nivel. Todos quieren enriquecerse de la noche a la mañana sin importar a quien pisotean.

Algunos sectores y familias se han dedicado a vivir exclusivamente del Estado, y fuera de ello, en aprovechar la confianza y el mando para enriquecerse ilícitamente a costa de la miseria de los demás.

Es normal escuchar en la «cultura mafiosa» a la que está sometido el país, donde los corruptos han impuesto como frase célebre: «Es mucho mejor y más rentable ganarse una Alcaldía que ‘coronar’ un cargamento de cocaína».

Cuando uno llega a conocer que el escándalo de corrupción descubierto es uno de más grandes de la historia colombiana, no dura 72 horas el récord porque un nuevo escándalo logra imponerse. Ya no hay admiración por el atraco de todos los días contra los recursos públicos. Los casos se olvidan rápidamente y los comentarios se trasladan al caso actual.

Es por ello que la «cultura de la corrupción», siguiendo los parámetros mafiosos, es una actividad desarrollada por los autollamados «vivos», quienes, además, reciben reconocimiento en las esferas sociales, empresariales y políticas.

Mientras que los funcionarios o dirigentes honestos (porque todavía quedan en Colombia) son calificados de «bobos», por no haber defraudado unos recursos públicos, y, además, son perseguidos por cuanto según los corruptos no dejan «trabajar».

Colombia, mi amada Colombia, cada día se hunde en los fangos de la corrupción, como consecuencia de una «cultura mafiosa» que nos han impuesto.