Guillermo Romero Salamanca
En 1980 pasó de todo en Colombia. El año empezó con una tragedia. El 20 de enero en las corralejas de Sincelejo se desplomaron los palcos de la plaza Hermógenes Cumplido y murieron 500 personas. En febrero, los nicaragüenses quisieron tomarse a San Andrés y Providencia. El 27 de ese mismo mes, un comando del M-19 se tomó la Embajada de República Dominicana. En abril, Rafael Antonio Niño se coronó por sexta vez como Campeón de la Vuelta a Colombia. A lo largo del año ocurrieron enfrentamientos entre el ELN, las FARC y el Ejército Colombiano.
En septiembre, Alfonso Flórez Ortiz se coronó campeón del Tour del Porvenir siendo el primer colombiano en lograr ese título. Nini Johanna Soto fue elegida como Señorita Colombia, el Atlético Junior fue campeón y en noviembre un grupo de periódicos regionales crearon la Agencia de Noticias Colprensa.
Fue el año de grandes éxitos de figuras como Barbra Streisand, Kenny Rogers, The Police, Camilo Sesto, Kiss, Julio Iglesias, Andy Gibb y Queen, entre otros.
En Colombia se imponía el vallenato romántico con «Mi novia y mi pueblo» interpretado por Rafael Orozco, pero el éxito total lo tuvo «Las dos mujeres» de Alfredo Gutiérrez.
Apareció, incluso, en los 14 cañonazos, volumen 20. Al tema de Alfredo le acompañaban canciones como «Nuestro anillito», «Dónde estás», «Lloró mi corazón» interpretados por Pastor López, «Cariñito», «Vagabundo soy» y «Colegiala» con la voz de Rodolfo Aicardi, «Valluna» de Piper Pimienta, «Las Tapas» de Los hijos de la Niña Luz,«La Subienda» de Gabriel Romero y «Te están matando los años» de Calixto Ochoa.
El repertorio de este compilado de fin de año lo hicieron Javier García Muñoz, Hernán Colorado, Isaac Villanueva y Mario Rincón.
«El maestro Alfredo ha sido uno de los compositores más queridos por los colombianos. Ha impuesto un estilo. Su recorrido ha sido grande. En ese 1980, cuando presentó «Las dos mujeres», ya era reconocido en varios países por temas como «Ojos indios», «Ojos gachos», «Cabellos largos», «Dos mujeres», «Cabellos cortos», «Anhelos», «Ay Elena» y «El solitario», entre muchísimas más. En mi bella Guajira el maestro nos hacía gozar con sus temas y en las parrandas era y seguirá siendo por muchos años, un ídolo», manifiesta el letrista Rafael Manjarrés, vicepresidente de la Sociedad de Autores y Compositores Sayco.
Por el tema «Las dos mujeres», Alfredo tuvo trabajo en Colombia, Venezuela, Ecuador, Panamá y fue incluso a varias presentaciones a Los Estados Unidos.
«Era un tema alegre, con la chispa de hablar de cómo un pobre tipo tiene una mujer, se consigue otra y ya no sabe qué hacer. Ambas le atormentan la vida porque son rabiosas, celosas, mandonas…», relata el maestro, quien en esta pandemia ofrece conferencias, charlas, clases virtuales y no deja de hacer ejercicio. Tiene todo un gimnasio en su casa.
EL LÍO EN MARACAIBO TRES AÑOS DESPUÉS
Las primeras nalgas que se vieron en la televisión colombiana fueron las de Alfredo Gutiérrez Vital. Ocurrió el 18 de noviembre de 1983.
En el momento cumbre de su carrera en Venezuela, cuando interpretaba «Las dos mujeres», Alfredo Gutiérrez, el ganador, hasta ese año, de dos Festivales del Vallenato fue invitado a las llamadas Fiestas de la Chinita que se hacían por ser los días religiosos para homenajear Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá de Maracaibo.
En aquella época el presidente de la vecina nación era Luis Herrera Campins. Eran los tiempos de la súper bonanza petrolera, de los subsidios para todo y en cada casa había mínimo dos automóviles grandes que se tragaban toda la gasolina posible.
En Maracaibo, además de la llamada música raspa –orquestación para porros y cumbias– por esta época del año, irrumpía con fuerza la gaita. Raspa, gaita y vallenato era en 1983, una combinación perfecta para atraer a miles de personas en la caseta donde el jolgorio daría hasta las horas de la madrugada. Maracuchos y guajiros se hicieron presentes en la fiesta.
Esa noche del 16 de noviembre, estaba allí el cantante y artista colombiano más popular del momento: Alfredo Gutiérrez, quien era capaz de tocar el acordeón con los pies, mover sus labios para hacer infinidad de ruidos y presentar canciones románticas como «Anhelos», «Ojos indios», «La cañaguatera», «El envenenado» y tropicales como «Festival en Guararé», «La paloma guarumera» y «La diosa coronada», entre otros.
Si bien es cierto La Billos Caracas Boys y Los Melódicos ocupaban los espacios de los clubes sociales y los grandes hoteles, Alfredo era en esos días el ídolo popular.
Alfredo nació para la música. Su padre, don Alfredo Enrique Gutiérrez Acosta le regaló el primer acordeón y cuando tenía 4 años, lo tocaba ya a la perfección. Su madre, doña Dioselina de Jesús Vital le enseñó a bailar y a cantar.
Desde los 6 años tocaba de pueblo en pueblo temas como «La piña madura» y «La múcura» y después de una actuación en Bucaramanga, fue invitado a conformar Los Pequeños Vallenatos al lado de Arnulfo Briceño y Ernesto Hernández. Con esta agrupación recorrió Colombia, Venezuela, Perú, Bolivia, Panamá y Ecuador. Al enfermar su padre y él contar con 13 años abandonó esta parranda para radicarse en Bogotá, donde incluso, llegó a tocar en los buses para sobrevivir.
Lo conoció Calixto Ochoa, el de temas como «El Africano”, «Playas marinas», «Marily» y decenas de éxitos más y se lo presentó a don Antonio Fuentes, el precursor de la discografía en Colombia. El dueño de Discos Fuentes quería hacerle la competencia al ídolo de aquellos primeros años de la década de los sesenta: Aníbal Velásquez, quien con canciones como «Cinco pa las doce” y «Un poquito de cariño», no tiene contendor.
Pero don Toño organizó Los Corraleros de Majagual y puso al hijo de Paloquemao, Sucre, a comandar la línea de acordeoneros con Lisandro Meza y Calixto Ochoa e invitó a magistrales músicos y compositores como Lucho Pérez, César Castro, Eliseo Herrera, «Chico» Cervantes y Nacho Paredes.
El éxito fue enorme, sin precedentes. Alfredo ya era un gigante. Grabó después la famosa canción «La banda borracha», en un desliz que les hizo a los de Discos Fuentes. Se separó de Los Corraleros y montó Los Caporales del Magdalena.
Se presentó al Festival de la Leyenda Vallenata y ganó en 1974 y 1978. Luego ganaría otra vez en 1986. No quiso presentarse más porque ya le daba pena seguir ganando.
EN LAS FIESTAS DE LA CHINITA
Para volver al relato inicial, Alfredo se presentó en la caseta reina del Festival de la Chinita. Y allí al ver a los guajiros entremezclados con los zulianos, le dio por hacer lo que se hacía en Colombia antes de cualquier evento: interpretar los himnos nacionales. Le pareció normal. Primero entonó el «Gloria al bravo pueblo que el yugo lanzó, la Ley respetando la virtud y honor». Y bien. No pasó nada. Luego tocó el de Colombia: «Oh gloria inmarcesible oh júbilo inmortal, en surcos de dolores, el bien germina ya».
Para completar su faena, Alfredo pidió un abrazo entre hermanos, para aunar a los pueblos. Los asistentes lo hicieron y brindaron con ron. Después, el maestro dijo: «Bueno, a lo que vinimos». Y tocó «Las dos mujeres». Éxito total. La gente bailó y gozó la primera tanda, luego la segunda, mientras se alternaba con Lisandro Meza, un grupo de raspa y una gaita.
Todo fue normal.
A la mañana siguiente, en una emisora local, un locutor dijo que Alfredo había tocado en cumbia el himno de Venezuela y ahí se armó la de Troya. Constitucionalistas, leguleyos –que hay en todas partes–, normalistas y cuanto defensor de la patria venezolana salieron a relucir su patrioterismo.
La gritería y las protestas llegaron a Caracas. Alfredo dormía con su esposa Chila, en el hotel del Lago en Maracaibo. Hacia las siete de la mañana, esbirros de la PTJ, con sus machetes, irrumpieron en su habitación, golpearon fuertemente la puerta y al músico, quien salió al corredor en calzoncillos. Los miraba asustado, no entendía lo que pasaba y sólo escuchaba los madrazos de los militares.
Al maestro aturdido y somnoliento se lo llevaron descalzo, su esposa le alcanzó solamente una camiseta y un pantalón. Sus músicos que estaban en el hotel Bermúdez también fueron insultados por la PTJ.
Cuanto epíteto injurioso existía se lo dijeron al rey vallenato.
El incidente se volvió internacional. Los directores y programadores colombianos vetaron a las agrupaciones venezolanas y quedaron proscritas para los carnavales y fiestas de fin de año y otro tanto sucedía en Venezuela. Donde los locutores decían que «estos coños de madre no nos podrán ultrajar».
Al día siguiente, el 18 de noviembre, Alfredo pudo salir de la cárcel, tomar un avión y llegar a Colombia. Los reporteros gráficos se presentaron al aeropuerto, los camarógrafos le apuntaban y un periodista le preguntó: «¿Es verdad que le pegaron?». El músico, sin pensarlo dos veces, se bajó los pantalones y todo el país televidente, observó las nalgas moradas, por los golpes que le propinaron los hermanos venezolanos.
Cuarenta años después Alfredo sigue cantando «Las dos mujeres» y los esbirros de la PTJ fueron cambiados por otros, peores.
Alfredo Gutiérrez en Cartagena Alfredo Gutiérrez y su acordeón Interpretando «Las dos mujeres»