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NOTA EDITORIAL: ¡POBRE COLOMBIA!

Editorial¡Pobre Colombia!

Todos los días se ventilan varios casos de corrupción, en los que los nuevos superan los viejos, y los viejos comienzan a revelar secretos de que lo descubierto es mínimo frente a la realidad.

 

Ya hemos perdido cualquier emoción de asombro, y, por el contrario, se toma cada descubrimiento como «el pan de cada día». Definitivamente, Colombia atraviesa por una crisis moral que nos puede poner a la vanguardia del planeta en materia de corrupción.

 

Los autores y las formas como se ha defraudado al erario son novedosas, y en muchas ocasiones, increíbles.

 

La  corrupción se ha instalado en todos los sectores de la Administración Pública, y ocasionado la miseria y muerte de muchos colombianos que no tienen la oportunidad de recibir asistencia en materia de salud, educación, vivienda, entre otras prerrogativas, por cuanto los recursos económicos estatales quedan poder de una minoría, que, delinquiendo, está acabando con el país.

 

Lo grave es que se ha vuelto una costumbre, o es para muchos «normal», que se atente contra los recursos de todos. Ya ni siquiera se escucha decir por parte de los funcionarios en los organismos de control que se hará una «exhaustiva investigación» para identificar a los responsables, porque ni ellos mismos lo creen.

 

Cada vez  se destapa una «olla podrida», que  contamina  el ambiente de la patria. Pero lo triste y asombroso es que la rutina que a diario tenemos que soportar los contribuyentes, que, con esfuerzos, pagamos la nómina estatal, a instancias de la cual algunos privilegiados abusan del poder y proceden a defraudar los recursos públicos.

 

Es triste conocer que los pocos delincuentes que son encarcelados, por la defraudación a las finanzas estatales, se especializan en «delincuencia superior», porque desde allí  planean y ejecutan sus  delitos.

 

Los centros penitenciarios son un foco de corrupción en todo sentido, y, por lo tanto, en nada contribuyen a la resocialización de los internos; por el contrario, para sobrevivir tienen que aprender y poner en práctica toda clase de fechorías.

 

Es hora de tomar medidas drásticas que permitan rescatar la moralidad, la honestidad y, sobre todo, la seriedad de país, convertido por obra y gracia de los corruptos en una  «Cueva de Rolando». Es hora de unirnos todos, censurar y castigar de manera ejemplar  a los corruptos que destruyen a Colombia.

 

¡Pobre Colombia, a dónde ha llegado por la influencia  mafiosa de la corrupción!