Arranca el TLC con la UE.
Saulo Arboleda Gómez
Columnista Primicia
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Desde el pasado 1º de agosto empezó a operar el tratado de Libre Comercio, TLC, entre Colombia y la Unión Europea, UE, ya nó de los 27, sino de los 28, con el reciente ingreso de Croacia. Sin duda, es un paso trascendental en la consolidación del proceso de apertura comercial iniciado en anteriores gobiernos que ha consolidado el actual. Y es trascendental porque la UE -con una población de 540 millones; e ingreso per cápita de 32 mil Euros- es no solo, la más grande economía en bloque del planeta, sino un importante aliado comercial pues Colombia le vendió el año pasado, US $ 9.500 millones, cifra superada solo por Estados Unidos, EU, nuestro principal socio comercial.
El hecho que la inmensa mayoría de nuestros productos comerciales ya gozaran de una eliminación total de aranceles para ingresar al mercado de EU, por el APTDEA, igual que con la UE, por el sistema general de preferencias, SGP, ha llevado a algunos a criticar estos acuerdos, olvidando que esas concesiones eran discrecionales y podrían llegar a su fin en cualquier momento por decisiones unilaterales. Ello además hace muy probable que, tal como sucedió con EU al cabo del primer año de operación del TLC, también con la UE se incrementen nuestras compras y se mantengan nuestras ventas.
Colombia ya ha suscrito TLCs con EU, la UE, Canadá, Corea del Sur, México, Chile, Mercosur, la CAN y la Alianza Pacifico. Pasamos en los últimos 20 años, de un comercio cerrado a uno de los más abiertos. Y según anuncios gubernamentales, no se descartan TLCs con Japón y China. Sin duda, los TLCs con regiones más desarrolladas y con inmensas ventajas comparativas respecto de Colombia, están incidiendo e incidirán desfavorablemente en sectores generadores de empleo y de valor agregado, como el agropecuario e industrial; y los resultados ya se dejan ver en el bajo crecimiento del primero muy por debajo del PIB general, y en el estancamiento del segundo. Nuestra oferta exportadora se concentra en comodities –petróleo y sus derivados, carbón, café, oro y ferroníquel- mientras compramos manufacturas, maquinaria y equipo de trasporte, con alto valor agregado.