Destacadas, Editorial

NOTA EDITORIAL:COLOMBIA POLARIZADA

NOTICAEDITORIALCOLOMBIA POLARIZADA

La actividad política ha logrado polarizar a los participantes de la jornada electoral, que, a pesar de la intensa actividad política, son una minoría ante una mayoría absoluta, que prefiere abstenerse de tomar parte en la jornada llamada democrática.

La apatía ha  crecido en forma activa, como consecuencia de la corrupción que se tomó todas las instancias del Estado. Hasta los votantes ahora exigen un pago en dinero para poder votar a favor de cualquier candidato, sin importarles sus simpatías políticas.

El dinero se convirtió en el principal argumento de los candidatos, decididos como están a triunfar por encima de todo. Las capacidades y conocimientos de los líderes quedaron atrás, y ahora solamente se habla de «oxígeno» (eufemismo para disimular el delito de corrupción electoral), o de los recursos económicos para poder pagar los votos que cada uno recibe.

Los topes económicos son un saludo a la bandera por cuanto la realidad supera la ficción. Las inversiones son grandes. La compra y venta de la conciencia ciudadana se tasa por determinado monto, y sobre el total se empieza a trabajar.

Los candidatos, desde los  más modestos para concejales o alcaldes hasta los candidatos presidenciales, se «vuelan» de los topes como consecuencia de la inversión, que alcanza cifras inimaginables entre los votantes. Allí es donde se empiezan a comprometer los candidatos para poder pagar los billonarios aportes.

El domingo entrante se espera una acción sin precedentes en derroche electoral: transporte, comidas, bebidas y compromisos de alcanzar el paraíso serán el común denominador de la jornada electoral.

El lunes 16 de junio, el triunfador y el perdedor, como por arte de magia, olvidarán en gran parte las promesas hechas a los electores, y la verdad serán la terrible realidad que vuelve a vivir Colombia durante los próximos cuatro años, cuando vuelva una nueva jornada electoral que se asimila a un carnaval, donde se olvidan todas las penas.

Es triste que amigos, vecinos y compañeros estén librando una «guerra» por ser partidarios de uno u otro candidato, cuando, finalmente, gane quien gane la situación no mejorará, sino que, por el contrario, empeorará.

Pero si la «guerra» se realiza entre gente buena, pero manipulada por algunos mercenarios de la comunicación y la política y por algunas manifestaciones de la delincuencia al servicio de las campañas, es triste que las acusaciones, calumnias y demás artimañas hayan logrado imponerse ante las ideas y propuestas para mejorar un país que se encuentra al borde del abismo, por la presencia de mafias que manejan directa o indirectamente la política.

Colombia merece que la democracia sea plena. Que participen la mayoría de los colombianos en la escogencia de los líderes. Colombia requiere de cambios fundamentales y solamente puede hacerse a través de una participación de todos los sectores en una Asamblea Nacional Constituyente, donde se garantice unas reglas de juego limpias y se revoque el poder a las fuerzas corruptas.