Ha sido demasiada densa la cortina de humo que se ha tejido en torno al primer magnicidio que hubo en el siglo XX, el del general Uribe Uribe. Un magnicidio, que dada su impunidad dio paso a muchos más en el resto del siglo.
Jorge Consuegra
Primicia
¿Cómo hacer para actualizar un hecho que conmovió a todo el país el 15 de octubre de 1914 como fuera el magnicidio contra Rafael Uribe Uribe? Solo una mente inquieta como la del investigador, historiador y novelista Philip Potdevin pudo lograr esta especie de milagro histórico, sumergirse hasta casi lo imposible para introducirse en las entrañas del asesinato y conocer no quiénes fueron los autores materiales del suceso, sino quienes los intelectuales que, hasta ahora pasaron desapercibidos.
La borrasca formidable es definitivamente formidable, por la cantidad de datos, citas, testimonios y documentos que logró reunir Potdevin en su libro “borrascoso”.
– ¿Cómo nació la idea para escribir En esta borrasca formidable?
– Por los años 2004-2005 estaba cursando una maestría en Historia en la Universidad Javeriana, y al escoger un tema para la tesis de grado encontré uno que me llamó la atención poderosamente. En 1920 se dio en Bogotá un resonado debate entre intelectuales y científicos de la época. De una parte, estaban dos médicos conservadores y de extrema derecha, Miguel Jiménez López y Luis López de Mesa, ambos convencidos de que la raza colombiana estaba degenerada, y para demostrarlo recogieron una cantidad de estadísticas sobre la salud física, mental y hasta espiritual de los colombianos. El objetivo de aventurar semejante hipótesis no era otro que el de presentar un proyecto de ley en el congreso, del cual Jiménez López era senador, para que el gobierno impulsara la inmigración europea. Es decir, lo que pretendían era blanquear la raza a través de las tesis eugenésicas que hacía cincuenta años habían sido acogidas en el sur del continente. A esta tesis se opusieron intelectuales y médicos liberales como Lucas Caballero, Jorge Bejarano, Calixto Torres y Simón Araujo, todos hombres de gran prestigio en la época. Para estos, la solución no estaba en la inmigración masiva de europeos blancos sino en la higienización y educación de nuestros pueblos, en erradicar el vicio del chichismo y en dotar a las ciudades de agua potable y de sistemas de alcantarillado y de salud pública. Mi proyecto de tesis quedó en algún momento en suspenso y después de unos meses de quietud, este evolucionó en la idea de hacer una novela, dado el tema tan insólito (pero a la vez tan serio) que rodeó el debate.
– ¿Qué lo impulsó a construir esta “borrasca”?.
– Ya con la idea de hacer una novela que partiera del hecho cierto del debate, había que dotarla de un universo narrativo, de personajes de novela y que se saliera del ámbito puramente histórico. Apareció entonces un personaje maravilloso, que se llama Isidoro Amorocho, un joven deforme, descaderado y giboso que llega a la capital con una erudición y un conocimiento que deja perplejos a todos, en especial a los intelectuales. Isidoro, que se ha formado en un seminario antioqueño, de Santa Rosa de Osos, viene a retar a la academia bogotana en su propio terreno: el conocimiento universal. Pero el hecho de que su cuerpo sea deforme, degenerado, pone en grave riesgo la tesis de los médicos conservadores que defienden la hipótesis de una raza degenerada. Surge un complot entonces contra el propio Isidoro y en él se involucran las más altas esferas de la sociedad de la época, tanto las jerarquías eclesiásticas como las gubernamentales. De ese punto surgió el vínculo con la otra línea narrativa de la novela: la del atentado contra en general Uribe Uribe. En una serie de conversaciones que tuve con un gran amigo, uno de los más reputados historiadores y periodistas de la actualidad, él me puso sobre la pista de quiénes eran los verdaderos autores intelectuales del asesinato de Uribe Uribe. Apareció así una maravillosa oportunidad para incorporar en la novela este trascendental episodio histórico y develar, de una vez por todas, el misterio que ha rodeado su asesinato en los últimos cien años.
– ¿Debimos esperar cien años para saber una extraña verdad sobre el asesinato de Uribe Uribe?
– Es absurdo, insólito, pero así ha sido. Si bien es cierto que desde el mismo momento del asesinato, el 15 de octubre de 1914 la sabiduría popular conocía quién estaba detrás del complot, y hubo la denuncia pública de estos maquinadores, en especial a través del libro Quienes fueron: los verdaderos asesinos del General Uribe Uribe, del periodista Marco Tulio Anzola Samper, que devela casi en su integridad la patraña del complot (libro publicado en 1917 y que hoy día está disponible para el público en la Biblioteca Virtual el Banco de la República), la historia nacional se ha encargado de silenciar este terrible hecho. Ha sido demasiada densa la cortina de humo que se ha tejido en torno al primer magnicidio que hubo en el siglo XX, el del general Uribe Uribe. Un magnicidio, que dada su impunidad dio paso a muchos más en el resto del siglo.
– ¿Galarza y Carvajal fueron apenas instrumentos de los autores intelectuales que, como siempre, quedaron en la oscuridad?
– Si, Galarza y Carvajal no eran más que dos sicarios pagados y mantenidos a cuerpo de rey dentro del Panóptico para comprar su silencio hasta el final de sus días. En la novela se parte de la investigación hecha por Anzola Samper y luego se avanza por otros medios para revelar todos los personajes que estaban detrás de Galarza y Carvajal: entre ellos, el director de la Policía Nacional, el general Salomón Correal, el general conservador Pedro León Acosta, quien también estuvo involucrado en el atentado de Barro Colorado contra el general Rafael Reyes y su hija en 1906, los jesuitas e incluso más allá, más arriba, hasta llegar al vértice del complot, la persona más influyente y poderosa de la hegemonía conservadora, enemigo personal de Uribe Uribe y quien era la única persona en el país que podía echar a andar el complot.
– El asesinato ocurrió en plena hegemonía conservadora. ¿Algo tuvieron que ver esos años aciagos del respectivo partido?
– Sí, por supuesto. La hegemonía conservadora y su aliado, la Iglesia Católica. Los conservadores habían llegado al poder durante la Regeneración de Núñez, después de haber sido vencidos durante los gobiernos liberales de 1850 a 1880 bajo el liderazgo de grandes liberales como Tomás Cipriano de Mosquera, Aquileo Parra y Manuel Murillo Toro. Al llegar Núñez al poder y “voltearse” para el lado conservador, produce dos acontecimientos significativos: la entrega del poder a los conservadores y la restitución a la Iglesia todas la prebendas que había perdido entre los años 1850 y 1880, época en que las comunidades religiosas habían sido expropiadas y expulsadas del país. Para la década iniciada en 1910, ya la República Conservadora llevaba casi 30 años en el poder y los conservadores y los curas, junto con las comunidades eclesiásticas, no tenían la menor intención de aflojar ese dominio. Los liberales habían sido derrotados en la Guerra de los Mil Días, y habían sido apaciguados desde entonces con dádivas diplomáticas y pequeñas cuotas burocráticas en el gobierno. Entre los líderes liberales sólo había uno que tenía el carácter, el liderazgo, la capacidad y la decisión de restituir al Partido Liberal al poder y este era Rafael Uribe Uribe. En él convergían una serie de condiciones muy peculiares: masón, socialista, anticlerical, pro-sindicalista, y de avanzadas ideas liberales. Cada una de estas condiciones era de por si una amenaza suficiente tanto para el conservatismo como para la Iglesia, en especial para esta última que tenía el gran temor de ver llegar a Uribe Uribe al poder y ser víctima de nuevo de los hechos ocurridos en el pasado que ponían en peligro su permanencia en el país, la defensa de sus instituciones, así como sus bienes y privilegios. Por ello, Uribe Uribe era un enemigo a muerte de la hegemonía conservadora-católica. Había que hacerlo un lado, pero de manera definitiva.
– ¿Qué razones esgrimieron los asesinos para acabar con la vida del caudillo?
– Galarza y Carvajal se mantuvieron fieles a un móvil único. Dijeron que ellos eran liberales (lo cual era falso, en realidad eran agentes del gobierno conservador desde la época de la Guerra de los Mil Días y que Uribe Uribe se las había “volteado”, con la elección de José Vicente Concha a mediados de 1914, y que ahora Uribe Uribe, en el gobierno, tenía una gran influencia en el Ministerio de Obras, y era quien había dado la orden de no dar trabajo a los liberales que no fuera de su facción, llamada “el bloque”; y que por tal motivo los dos, Galarza y Carvajal había perdido sus contratos con el ministerio para realizar obras de carpintería; y que por esa razón lo habían matado pues estaban pasando hambre.
– ¿Qué fue lo más complicado en el proceso de investigación de la “borrasca”?
– Todo trabajo de investigación histórica es un desafío. El trabajo de archivo hace al historiador y al novelista humilde, pues se ve enfrentado a múltiples fuentes, primarias y secundarias y debe encontrar, no sólo lo dicho, lo oculto y lo olvidado, sino lo no dicho, lo que ha sido ignorado, tergiversado o soslayado a propósito o con una segunda intención. Por eso el historiador inglés Hobsbawm afirma una verdad de a puño: “La historia no es lo preservado por la memoria popular, sino lo que ha sido seleccionado, escrito, trazado, popularizado e institucionalizado por aquellos que tienen finalmente la función de hacerlo”. En mi doble función de historiador y novelista llegué a muchos callejones sin salida, en donde sencillamente no existen las fuentes primarias para llegar a la verdad con la claridad y la transparencia que uno quisiera. Por ello, entonces debí cruzar hipótesis, ir más atrás en la historia de los hechos y entender las raíces y las causas de los odios y los temores que han acompañado a nuestra nación durante su historia, para entender de qué manera los líderes actuaron y cuáles fueron sus móviles y propósitos. Otra parte difícil, pero no por ello menos amena, fue el proceso de documentación de la vida y detalles de la Bogotá de 1920: los sitios de encuentro como los cafés, los clubes, los salones de los hoteles, los personajes que poblaban las tertulias, el trazado de la ciudad en esa época, los sistemas de transporte; todo fue un largo proceso de documentación que permitió situar la novela en un espacio y en un tiempo verosímil y muy exacto a la vez.
– ¿Qué tiempo invirtió en la recopilación de datos, la redacción, revisión y finalmente la publicación?
– Nueve años, desde el 2005 hasta unas pocas semanas antes de la publicación, en este mes de octubre del 2014, cuando se conmemora el centenario del asesinato del general Uribe Uribe.
– La “borrasca” trata de decirle a la Historia que duró cien años en una continua equivocación?
– Sí, exactamente. La borrasca esa tempestad de hechos, en los que nos hemos visto envueltos los colombianos desde hace mucho tiempo y que nosotros, por estar metidos en medio de ella, podemos perder la perspectiva de qué es lo que en realidad ha estado sucediendo, quiénes son los verdaderos protagonistas y autores de muchos hechos que suelen quedar apenas en la superficie. O si no, pregunto: de todos los magnicidios que ocurrieron en el siglo veinte, y del cual el de Uribe Uribe fue el primero, cuántos han sido esclarecidos de manera total y completa? ¿Gaitán, Galán, Pizarro, Pardo Leal, Jaramillo Ossa, Gómez Hurtado…? ¡Ninguno!
– ¿Este es un libro únicamente para historiadores o para todos los colombianos que continúan con los de seguir conociendo la verdad de la historia?
– No, no es un libro para historiadores. Es un libro para el lector común, para el lector de novelas que le gustan las historias vertiginosas, las historias con muchos personajes, para el lector que en realidad no le interesa saber cuál es la delgada línea entre ficción e historia, sino que quiere saber qué va a pasar en el siguiente capítulo, que le interesa la historia contada, narrada, como una estructura de suspenso, de tensión, de intriga, de curiosidad, de buena factura creativa y literaria. Por supuesto que el lector con conocimientos de la historia se verá seducido, seguramente, con la precisión histórica; y, a este siempre le quedará flotando la duda de en qué momento el narrador hace uso de su prerrogativa creativa para traspasar esa, repito, delgada línea entre ficción y realidad. Lo que no debe quedar duda, es que la novela, pone los puntos sobre las íes del secreto mejor guardado de la historia nacional de los últimos cien años: el autor intelectual del complot contra Uribe Uribe.
– ¿Estás preparando un libro similar para no perder la memoria tan frágil que tenemos?
– Sí, ya está en cocina otro libro, sobre otros hechos históricos de nuestro país. Esta vez, unos acontecimientos sucedidos en Cali en 1932. Un crimen pasional que sacudió los estamentos de la sociedad vallecaucana y que luego tuvo un juicio de trascendencia nacional, pues el defensor del acusado, no era otro que Jorge Eliécer Gaitán, uno de los más famosos penalistas de lá época y que gracias a sus habilidades como abogado y orador logró sacar a su defendido libre de toda imputación.