Los usuarios de transmilenio son tratados como animales en corrales cuando llegan a las estaciones del transporte masivo.
Jorge Giraldo Acevedo
Bogotá D.C.
Especial Primicia
Para que en todo el país y más que todo en el área de Bogotá se acaben o por lo menos disminuyan los graves problemas de movilidad lo que verdaderamente hace falta es que las autoridades de tránsito hagan cumplir en forma estricta las normas existentes.
Conductores en general y también peatones, hoy en día hacen las siguientes reflexiones: cómo es posible que en forma constante el carril rápido de la autopista norte sea invadido por las tracto mulas y los policías de tránsito no vean nada.
Es inaudito que los conductores de motos avancen por la mitad de dos autos y siempre lleguen a la primera fila, sin importar incluso la cebra. Es increíble que vehículos modelo 1970 y de años anteriores circulen por las carreteras, incumpliendo todas las normas de revisión técnico mecánica, a 50 kilómetros por hora o menos, situación que obviamente retrasa el flujo vehicular; cuál es la necesidad de que los policías de carreteras pongan conos y obstáculos que invaden carriles e impiden mejorar el flujo vehicular, y qué hacen los policías tomando café descuidando por mucho tiempo su presencia física en las vías para apoyar y mejorar el tráfico de automotores.
Como si lo anterior fuera poco, por qué las autoridades de tránsito han permitido que en la autopista norte, a la altura de la calle 170, exactamente frente al almacén Éxito, se haya instalado una sucursal de la terminal de transporte, donde en épocas de puentes festivos y en determinadas temporadas cobran pasajes por valor mayor a las tarifas autorizadas; situación que vemos y padecemos los usuarios y que se presenta con la «supervisión pasiva» de la policía.
En este sector bogotano proliferan los ladrones, los vendedores ambulantes, los baños públicos al aire libre, la suciedad y la policía qué, no hace absolutamente nada. Aquí se confirma la vocación de muchos policías por recibir dádivas.
Cómo es posible que en Colombia los conductores tengan que realizar su labor al son de las medidas caprichosas que los numerosos alcaldes municipales dispongan en materia de máxima velocidad en carreteras cuando el gobierno nacional ha legislado ya sobre el particular y decidió que es de 120 kilómetros por hora, tal como quedó establecido en la ley 1239 del año 2008.
Debemos decir que resultó pésima y de mal gusto la imagen de los policías de tránsito de Bogotá tapando huecos cuando a ellos les corresponden otras labores y más aún por el hecho de que en la capital colombiana se han pagado impuestos de valorización, predial y de rodamiento, implica que esta labor de tapar los huecos de la malla vial bogotana está a cargo del llamado Instituto de Desarrollo Urbano, I D U.
En el caso del Transmilenio en Bogotá el cúmulo de males igualmente es por falta absoluta de autoridad a cargo de los integrantes de la policía.
¿Cómo es posible que al popular servicio masivo de transporte bogotano la policía permita el ingreso de indigentes, vendedores y vulgares cantantes con presentaciones musicales que reflejan una ordinariez extrema, no solo en su contenido sino en el volumen? Tampoco las autoridades impiden el ingreso de individuos con pésima presentación y supremamente desaseados a los articulados.
Como si lo anterior fuera poco, en el Transmilenio hay cualquier cantidad de buses con el tablero electrónico dañado y sin información de voz, de manera que las personas que no usan el sistema con frecuencia, resultan perdidas e indignadas por la consecuente pérdida de tiempo.
El ciudadano hoy se pregunta, ¿hasta dónde vamos a llegar con tanta permisividad por parte de las autoridades en el principal servicio masivo de transportes, que en sus primeros años fue más o menos aceptable, aunque siempre ha sido congestionado, por lo que se ganó el remoquete de «Transmilleno»?.
Ahora bien en una excelente aptitud todos los usuarios debemos aprender que para ingresar a los articulados tenemos que esperar que salgan los que terminan el recorrido.
Un caos se vive a diario en la mayoría de vías en Bogotá como consecuencia de la falta de mantenimiento y la desorganización de la movilidad.