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Conflicto: COLOMBIA DE LAS INFAMIAS


POBREZA
En Colombia mueren 20.000 niños de hambre y desnutrición al año. De 47 millones de habitantes, el 68% vive la angustia que da la pobreza y en el drama de la indigencia.

 

Matilde Eza Trujillo Uribe

ojosparalapaz

Está hecha Colombia de infamias,  Los mismos se regocijan entregándola a pedazos sobre el río de sangre derramada.
La canadiense Pacific Rubiales  cual vampiro chupó el petróleo sobre el hambre de los trabajadores. La surafricana AGA -Anglo Gold Ashanti-, voraz por el oro de la mina la Colosa, tritura el vientre de la madre tierra. ENDESA, terror y devastación, desata su danza tétrica de horror. Medoro, saquea el oro. Cerrejón el carbón. La Drummond, asesta los tentáculos paramilitares del horror.
Se fueron los humedales, se trocaron los cauces de las aguas, se exploto el territorio en mil pedazos, los rufianes del terror toman whisky y ríen sobre los escombros. Las comunidades desterradas con un grito de dolor, y las multinacionales a sus anchas instaladas violentas, cruentas, violadoras de todo principio y razón.
En Colombia mueren 20.000 niños de hambre y desnutrición al año. De 47 millones de habitantes, el 68% vive la angustia que da la pobreza y en el drama de la indigencia. Es tal la inequidad, que Colombia ostenta el primer lugar en desigualdad en la región. Sus estirpes de maloliente sangre azul se enriquecen a costa del empobrecimiento de las mayorías.
El pueblo es el doliente de los males del perverso sistema y del modelo neoliberal que las élites implementan, es víctima de todo infortunio, como si la fatalidad fuera el destino natural y su único derecho.
Colombia sufre desde tiempos inmemoriales esta guerra desatada por las bestias sin alma, es una guerra ensañada especialmente sobre las comunidades campesinas, indígenas y afro descendientes de las zonas rurales.
El campo abierto de mariposas y aire puro, lo han convertido en un infierno: ¡bombardean, fumigan, masacran!, han desatado un genocidio, aleve, impúdico, canalla, ruin.
Masacres, con las que han logrado desplazar a comunidades enteras no han cesado en el actual contexto de conversaciones en la Habana, que se dicen de paz. Ese terrible desplazamiento de mujeres, hombres y niños huyendo de la guerra, dejándolo todo atrás, sin saber qué les espera, ni dónde llegar, obligados a abandonar el terruño y quedar como parias de la tierra, rompiendo el tejido social, para pasar a ser parte de las zonas periféricas de las ciudades donde se asienta la pobreza y la miseria. A las bestias sin alma no les basta tanto privilegio, tanta riqueza, tanto «esplendor», buscan extinguir la población rural para apropiarse de tierras en beneficio del latifundio y las multinacionales, porque esa clase que detenta el poder, en su enorme perversión, vendió su alma al diablo, al  capital trasnacional.
Y en la Colombia de la guerra y sus infamias, se persigue a los trabajadores, se mata sindicalistas, se dispara y asesina a manifestantes como tantas veces y siempre lo han mostrado los gobernante de turno.
Y esta danza del horror no parece terminar. Quienes apuestan por justas causas son encerrados en las mazmorras del sistema, sometidos a tratos violentos e indignos y tenidos en las más ignominiosas condiciones. Son miles los prisioneros hacinados en la ignominia, en estado de indefensión, a los que se les montan sumarios con pruebas falsas. Cuántas lunas eclipsadas ante tanta vejación, con testigos perjurios que luego desaparecen, es el imperio de corrupción desde el guardia al director, sus derechos vulnerados, canción en dolor mayor, torturas, asesinatos.
Nos quieren mutilar la conciencia, la memoria y la razón, ocultarnos quiénes son los que hacen esta guerra, confundirnos, alienarnos y no obstante los hechos explosionan en nuestra cara mostrándonos su autor: Allí están, como fantasmas errantes los jóvenes humildes y aquellos seres asesinados por los militares que, disfrazando sus cadáveres, les hicieron pasar como guerrilleros abatidos en combate, a los que han llamado «falsos positivos». Y están también los desaparecidos, no les vemos, les sentimos, les percibimos, les recordamos, un crimen de estado de vieja data del que se dice que el número de desaparecidos en Colombia, rebasa las cifras de la dictadura argentina y chilena reunidas” .
Impunes siguen los canallas. Los cuerpos desmembrados, las motosierras sangrentadas, las fosas con los seres derrumbados. Ejércitos demenciales ejecutan el genocidio planificado por sus amos. Son sus brutales instrumentos militares y paramilitares los que sus mezquinos intereses les han salvaguardado.
En justicia, es a esa clase deshonrosa y malévola que ha tomado el poder en Colombia y se ha convertido en verdugo y victimario del pueblo, a la que en el actual contexto, le debemos exigir verdad, justicia y reparación, es a esa clase gobernante a la que se debe exigir gestos y acciones de paz, es a esa clase a la que se debe exigir que pare la guerra, pues es esa clase la que la desató y como monstruo la ha implementado contra un pueblo, independientemente de que este, ste o no armado,
MISE
Es tal la inequidad, que Colombia ostenta el primer lugar en desigualdad en la región.