Cultura

José Agustín Otero Crespo:LA BONHOMÍA DE LA EXISTENCIA

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Antonio Valencia Salazar

Agobiado por la enfermedad que soportó estoicamente, falleció en la madrugada del 8 de junio- 2016 nuestro compañero en el periodismo, José Agustín Otero Crespo, a quien nos unió la amistad por más de medio siglo. Su lealtad a los amigos fue siempre invariable.

Había nacido el 2 de junio de 1945 en Florencia, Caquetá, y sus padres Agustín y Evangelina, oriundos de la costa norte, lo formaron en el escenario para la vida modesta con los más acrisolados principios cristianos, en el valor a sus congéneres, en el respeto a los derechos ajenos. Fiel a esos principios éticos y morales, llevó una existencia sencilla, signada por el servicio con desprendimiento a los demás. Sus manos siempre se alargaron para favorecer al amigo caído en desgracia y a quienes solicitaban de su ayuda personal. Y esa constancia nos queda en el recuerdo.

En su periplo vital, trabajó en el Senado, Contraloría general, Ministerio de Defensa, Hospital Militar, Comando del Ejército, Sanidad militar, Escuela militar de Cadetes José María Córdova; fue delegado en los Batallones de Artillería y Guardia Presidencial y completó su tiempo para una modesta pensión que le servía a su sencilla existencia; aun cuando no consideró que esta era su profesión, José Agustín Otero Crespo se vinculó al noticiero Súper de la misma cadena; laboró en el noticiero Todelar de Colombia y finalmente determinó acompañarnos por más de veinte años- voluntariamente, como Jefe de relaciones públicas en el periódico Informativo Los Mártires fundado en 1994 por Antonio Encinales Valderrama, líder natural en Puente Aranda y Los  Mártires y pionero del periodismo comunitario en Bogotá.

Mantuvo su celibato, sin dejar hijos; sus hermanos fueron cinco; en Mesitas del Colegio administró de su cuenta varios años un establecimiento de diversión nocturna; apasionado por la noticia y la crónica, dispuso económicamente, con dos buenos álbums de fotografías y con la redacción de quien esto escribe, la publicación de dos  revistas sobre la explosión de siete camiones militares en Cali Valle, que destruyó buena parte de la ciudad antigua, asiento de familias pobres y humildes con saldo de 11 mil muertos en la madrugada del 7 de agosto de 1956; y la tragedia de Armero Tolima, que cobró la vida a 26 mil habitantes en la noche del 13 de noviembre de 1985, tras la explosión y deshielo del volcán Arenas Nevado del Ruiz, fecha bien recordada por Colombia y el mundo. Sobre la hecatombe de Armero y su historia, escribió Hugo Viana Castro, con quien Otero Crespo departió al calor de la amistad y en ese pueblo permaneció un año en plan investigativo para este trabajo periodístico.

Amigo de por lo menos dos generaciones de periodistas, quienes gozaron con el humor espontáneo de José Agustín Otero Crespo; era reiterativo contando anécdotas y sucesos que le acaecieron en sus años juveniles y edad adulta. Hacía atletismo a finales de año; vestía de Papá Noel para correr la media maratón de Bogotá. Muchas veces utilizó el “liqui- liqui” para asistir a invitaciones. Su bonachona presencia, sus vascas españolas no lo abandonaron; fue un aficionado del micrófono y alegró no pocas reuniones, tertulias, celebraciones del día del periodista colombiano y no escasos almuerzos de compañeros cuyo anfitrión siempre fue y ha sido Antonio Encinales. Recordaba en sus últimos días, cómo fue distinguido en el Hospital Militar central, mayo de 1992 en una ceremonia- almuerzo presidida por la alta oficialidad de las FF.MM. de Colombia.

El 22 de julio de 2011, José Agustín Otero Crespo fue sometido a un trasplante total de hígado. Pero la dolencia ya había surtido sus letales efectos. Sobrevivió a sus dolencias cinco años, confiado en Dios y en la ciencia médica. El 2 de junio, seis días antes de su muerte médicos y enfermeras de La fundación Santafé le celebraron su cumpleaños 71. Estuvo alegre y agradecido. Había encomendado su salud a san Juan Pablo II, al beato Ezequiel Moreno; al humilde sacerdote Rafael Almanza, ángel de san Diego: En sus días últimos recibió el auxilio espiritual de la Iglesia católica. Recibió en nuestra presencia la confesión y comunión y también los santos óleos. Está hoy su alma en la gloria de Dios, lejos de las tentaciones mundanas. Había confesado su fe cristiana, con absoluta decisión espiritual. Paz en su sepulcro.