Una obra que costó cuatro veces su valor real, adjudicada y administrada por los gobiernos del Polo Democrático y el Progresismo, que permaneció estancada por cerca de 12 años, mientras los dineros públicos fueron a parar al cartel de la contratación. Para poderla terminar tuvo que hacerlo el actual alcalde Enrique Peñalosa, quien es víctima de una intensa campaña en su contra por parte del petrismo.
Problemas de corrupción, falta de planeación y atrasos. Durante los últimos ocho años, ese fue el común denominador en las obras del deprimido de la calle 94, que se convirtió en uno de los símbolos del ‘carrusel’ de la contratación y la falta de gobierno en la ciudad.
De esta obra, que se adjudicó en el 2009 a una firma de Julio Gómez, condenado por el ‘carrusel’ de la contratación, se empezó a hablar realmente hace 12 años.
En el 2005, su financiación fue incluida en el acuerdo 180 de valorización, con un presupuesto aproximado a los 46.000 millones de pesos.
Sin embargo, los problemas de corrupción y la falta de planeación terminaron por disparar los precios del deprimido a aproximadamente 170.000 millones de pesos.
Durante todo este tiempo, los ciudadanos vieron este ‘elefante blanco’ que parecía no concluir. Por eso, desde enero del 2016, el alcalde Enrique Peñalosa dio instrucciones precisas para sacar adelante el deprimido y le puso el acelerador.
Peñalosa lo entrega al servicio de los ciudadanos, con la expectativa de que contribuya a mejorar la movilidad en el norte de Bogotá.
La directora del IDU, Yaneth Mantilla, recuerda que recibió los trabajos con toda clase de problemas.
«Los permisos o las autorizaciones de los servicios públicos no estaban en el tiempo que se requerían. Las entidades no se hablaban entre sí», aseguró Mantilla.
El vicepresidente técnico de la Cámara Colombiana de la Infraestructura (CCI), Jorge Alberto Marín, criticó la falta de planeación cuando la obra se tramitó en el proyecto de valorización, en el 2005.
«El valor estimado era de cerca de 46.000 millones de pesos, pero en ese momento el valor era prácticamente sacado de la manga. No había prefactibilidad para determinar cuánto podría costar ese deprimido», señaló Marín.
«Otro factor que incidió es que el proyecto cayó en manos del ‘carrusel’ de la contratación. Allí lo que sucedió era que se direccionaban los procesos para que llegaran a un único oferente que cumplía con ese tipo de condiciones», indicó Marín.
Cuando llegó la Alcaldía de Enrique Peñalosa, el IDU se encontró con toda clase de problemas y retrasos en la obra. Por eso, se puso en marcha un plan sin precedentes que permitió tener lista la obra en 15 meses. «Le cumplimos a la ciudad», dijo la directora del IDU.
Durante los gobiernos de «izquierda», cuando reinó la corrupción,los ciudadanos vieron este ‘elefante blanco’ que parecía no concluir. Por eso, desde enero del 2016, el alcalde Enrique Peñalosa dio instrucciones precisas para sacar adelante el deprimido y le puso el acelerador.
Problemas de corrupción, falta de planeación y atrasos. Durante los últimos ocho años, ese fue el común denominador en las obras del deprimido de la calle 94, que se convirtió en uno de los símbolos del ‘carrusel’ de la contratación y la falta de gobierno en la ciudad.
Cuando llegó la Alcaldía de Enrique Peñalosa, el IDU se encontró con toda clase de problemas y retrasos en la obra. Por eso, se puso en marcha un plan sin precedentes que permitió tener lista la obra en 15 meses. «Le cumplimos a la ciudad», dijo la directora del IDU.