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Las hermanitas Calle: LAS SOBERANAS DE LA MÚSICA POPULAR

Darío Gómez, «el rey del despecho», siempre ha considerado que Las Hermanitas Calle son las «soberanas de la música popular».

 

 

 

 

Guillermo Romero Salamanca

Darío Gómez, «el rey del despecho», siempre ha considerado que Las Hermanitas Calle son las «soberanas de la música popular».

«Ellas fueron las pioneras, las que abrieron el camino, las que nos indicaron cómo se debía cantar y llenar escenarios», relataba Darío.

Las admiró desde siempre, mucho antes cantar y de ser famoso. Les escuchaba sus canciones en las emisoras populares y fue varias veces –como un simple espectador– a sus presentaciones.

Ni el mismísimo «señor de las historias», Hernán Darío Usquiano puede calcular cuántos discos han vendido Las Hermanitas Calle, pero asegura que deben de ser «muchos millones». Sus vídeos en YouTube tienen sinnúmero de «likes» y en decenas de plataformas se ubican siempre en los primeros lugares.

Todo comenzó en su natal Bolívar, un municipio localizado en el Suroeste de Antioquia, pegado al Chocó y rodeado de montañas, selva y café. Sus padres, don Manuel Calle y doña Tulia Araque de Calle les fascinaban las canciones mexicanas y sobre todo a los duetos como «Las Palomas». De sus nueve hijos, don Manuel y doña Tulia, consideraron siempre que quienes mejor cantaban eran Nelly y Fabiola.

Sus primeras presentaciones las hicieron en la escuela, el parque, el salón comunal y en las cantinas de Bolívar.

Pero doña Tulia consideraba que sus hijas podían conquistar los primeros lugares de popularidad y determinó trasladar su residencia a Medellín. Mandaron una grabación a Discos Ráfalo en Bogotá, pero no tuvieron un buen resultado. Luego hicieron un «casting» en los almacenes La Cita y El Tiple –en el sector de Guayaquil, a un lado de la plaza de mercado– donde había un pequeño estudio para las nuevas figuras de la canción montañera o guasca.

Una de sus primeras grabaciones fue «Aquellos ojitos verdes» —Aquellos ojitos verdes con quien se andará paseando, ojalá y que me recuerden, aunque se de vez en cuando. Dicen que cuando suspiran aquellos ojitos verdes, me suspiran con la vida porque todavía me quieren—que había sido famoso en la voz de don Antonio Aguilar.

El tema sirvió de presentación y de fondo musical del primer programa de música popular que había en Medellín y tal vez en Colombia: «Guasquilandia» en La Voz de las Américas, conducido y dirigido por José Nico Vallejo.

A principios de la década de los ochenta, el productor, grabador, compositor y bohemio Jaime Rincón descubrió en aquellas hermanas, un potencial para grabar una de sus canciones titulada como “La cuchilla», primer gran himno de la música popular de Colombia.

En una cantina lo encontré
En una cantina lo perdí
Hoy voy en cantina en cantina
Buscando al ingrato que me abandonó.

Si no me querés te corto la cara
Con una cuchilla de esas de afeitar
El día de la boda te doy puñaladas

Te arranco el ombligo y mato a tu mamá.

Borracho lo he de encontrar
Borracho y tiro en un andén
Borracho y toitico gómitao
A un pie de la vitrola llorando su desdén.

Letra y música que únicamente podían salir de la prodigiosa mente de Jaime Rincón. A Las Hermanitas Calle les pareció estrambótica la letra y a las señoras encopetadas de Medellín, simplemente la calificaban con un término despectivo: «música mañé».

La melodía y la letra se regó por el país y de inmediato Las Hermanitas Calle ocuparon el primer puesto de un singular género que recibió varios calificativos como «montañera» y «popular ranchera».

Don Otoniel Cardona, dueño de Discos Victoria, encontró una mina musical. Se complacía observando cómo se imprimían miles de discos y de cómo las facturas acrecentaban sus cuentas bancarias.

«Con ellas tuvo una especial consideración y nunca les negó nada. Uniformes, zapatos, viajes de promoción, hoteles, restaurantes y lo que le solicitaban eran de inmediato satisfechas por el hombre del disco», cuenta ahora Hernán Darío Usquiano, director y presentador de «La Viejoteca» que transmite TeleMedellín, los sábados en altas horas de la noche. Unas veces a las nueve, otras a las 10 y unas más, en la madrugada.

UNA GROSERA Y OTRA SERIA

«Aunque las dos poseían un gran carisma especial para cantar y para dominar las tarimas, Nelly era la bailarina, la dicharachera, la buena copa y le quedaban bien los madrazos y groserías que lanzaba a cada rato. Fabiola era muy seria, pero a la hora de promoción con los medios de comunicación, estaba dispuesta a atender las entrevistas», relata Hernán Darío, quien las acompañó en las relaciones públicas durante varios años.

El trovador, compositor y escritor Mario Tierra escuchó el estilo de Las Hermanitas Calle y les presentó otro de los grandes éxitos de este par de mujeres: «La jarre tona».

Desde el día en que te fuiste jarretona
Me duele el buche de tanto suspirar,
Me paso fiando aguardiente en las cantinas
Y hasta petróleo he tomado pa’ olvidar.

Por qué te fuiste jarretona de los diablos
Un machetazo quedó en mi corazón
Ya no me aguanto esta vida hijuemula
Ni los frisoles me llaman la atención.

Ya estoy ojihundido, en los meros huesos
Todito nalguiseco de tanto sufrir
Y vos jarretona, echando barriga
Durmiendo con otro y burlándote de mí.

Pero algún día vendrá la recompensa
Carranchil losa en la calle te he de ver
Vendiendo paleta o po’ahí mantequeando
Ingrata piojosa, falsaria y cruel mujer.

Ya estoy ojihundido, en los meros huesos
Todito nalguiseco de tanto sufrir

En Antioquia jarretona es un término para definir a una mujer sin pocos atributos físicos.

Las Hermanas Calle comenzaron entonces un periplo de éxitos. Grabaciones de televisión nacional. Actuaciones en los grandes conciertos. Invitadas especiales a las ferias de Manizales, Santiago de Cali y desde luego Medellín. Recorridos por ciudades de Estados Unidos como Nueva York, Miami, Chicago, Los Ángeles, entre otros. Visitas a España, México, Canadá, Venezuela hasta completar varios pasaportes repletos de sellos de migración.

MUY AGRADECIDAS

Orlando Montoya Rodas fue un locutor de música romántica y luego de los ritmos populares. En una balacera quedó herido y en situación de discapacidad.

Cuando fueron a los Estados Unidos, Nelly le compró una silla de ruedas eléctrica. Al llegar al chequeo para el viaje a Colombia descubrió que el envío costaba demasiado.

Entonces, sin pensarlo dos veces le dijo a don Jorge Ochoa, su esposo: «Ve guevón, comprate una botella de whisky, te la tomas toda y así borracho te subo al avión».

El sacrificado hombre, simplemente obedeció y de esta forma llegó la silla a Orlando.

Darío Gómez cumplió su fantasía. Con su disquera DAGO, les grabó varias producciones. Alternó en decenas de escenarios. Libó con ellas. Se divirtió y lloró cuando le dieron la noticia del fallecimiento de Nelly, el 27 de febrero del 2003, víctima de un cáncer.

Con la fe prendida y rogándole al Todopoderoso que cure a Fabiola del Covid-19, está ahora Darío Gómez, unido a las intenciones de los seguidores de Las Hermanitas Calle, de quienes han gozado con sus canciones y que oran por la Soberana de la música popular.

Y nos unimos también a esas oraciones del Rey del Despecho y de millones de colombianos.

La melodía y la letra se regó por el país y de inmediato Las Hermanitas Calle ocuparon el primer puesto de un singular género que recibió varios calificativos como «montañera» y «popular ranchera».