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Selección Colombia: PENOSOS, LOS FAMOSOS…

Carlos Queiroz

 

 

 

 

Esteban Jaramillo Osorio

«La vergüenza de haber sido… y el dolor de ya no ser».

El fútbol y la selección para los colombianos es un consolador social y no un muñeco de trapo manejado por un ventrílocuo desorientado.

Las derrotas fomentan conflictos, generan desesperanza y atizan pasiones, porque el aficionado del común que piensa por los ojos las reprueba y, en tantos casos pierde el juicio, sobre todo en las goleadas si son catastróficas y dolorosas.

Ante Ecuador, equipo decidido, potente y ambicioso, Colombia se vio tan mal como en aquellas deprimentes épocas del lejano pasado, cuando los resultados eran humillantes.

Esta vez el peor enemigo de Colombia fue su sombra.

Queiroz, su entrenador, ratificó su inhabilidad para planear, dirigir y corregir, porque sus variantes no son convicciones sino caprichos, con especial destreza para transformar futbolistas famosos en caricaturas de sí mismos. Como alimentador de conflictos, con habilidad extrema para encontrar justificaciones en su disparatado manual, saturado de discursos vacíos.

El caos llega desde la alineación inicial en la cual desnuda sus intenciones, de las que intenta liberarse relevando jugador por jugador, ignorando que las funciones están por encima de las posiciones. Por ello se ven fastidiados los futbolistas en el campo. Algo, en silencio, cocinan a fuego lento.

Imposible competir frente a estas alternativas, porque no hay libreto, resultado o rendimiento. Se juega al fallo del rival, en defensa del cero, sin propuestas elaboradas. Para agitar el ambiente, los errores son nuestros… Parecen aprendices.

Se espera alguien con carácter en la dirigencia que le ponga el «tatequieto» a la crisis, con tolerancia cero y exigencias máximas para el director técnico, tan poco afecto al trabajo. De lo contrario el camino al mundial, enredado en los primeros compases, se hará intransitable y la afición al fútbol perderá la paciencia.