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El jueves pasado hace 38 años: EL TERRIBLE DÍA DE LA ENTREGA DEL NOBEL A GABO

Gabriel García Márquez en noviembre de 1982, recibiendo el Premio Nobel de manos del Rey Carlos Gustavo de Suecia. Habían pasado 15 años de la publicación de Cien años de soledad.

 

 

 

 

Gustavo Castro Caycedo

Para millones de colombianos, especialmente de las últimas generaciones,  la fecha  10 de diciembre de 1982, no significa nada especial para su memoria. Para mí,  fue el día más amargo de cuantos he vivido en mis 77 años.

Luego de jornadas extenuantes planeando el acontecimiento, con la ayuda de personajes como Gloria Valencia de Castaño, Álvaro Castaño Castillo, Bernardo Hoyos, Patricio Wills, de RTI; y de otros personajes. El tiempo se me fue en trasnochadas, planes, actividades, y en acariciar el sueño de mostrarle a Colombia por televisión, la entrega del Nobel a Gabriel García Márquez.  .

Por coincidencia, ese viernes, hace 38 años, cuando adelantaba la investigación de una época desconocida en la vida de Gabriel García Márquez, para mi libro: «Gabo: cuatro años de soledad. Su vida en Zipaquirá», yo era director del Instituto Nacional de Radio y Televisión, INRAVISIÓN. Por eso y por ser periodista, me embarqué en la tarea de dirigir el montaje de una serie de eventos para celebrar la entrega del Premio Nobel a Gabo, que culminaron con la transmisión especial en directo, de su consagración en Estocolmo, recibiendo el mítico galardón, al son de cumbias y vallenatos, como él quiso; y rompiendo la tradición al no vestirse de  en frac, sino en guayabera costeña.

Mi propia novela de la celebración, comenzó el mismo día, 21 de octubre de 1982, cuando se supo que el jurado de la Academia Sueca del Nobel, le había anunciado telefónicamente a Gabriel García Márquez, que era el ganador del Premio Nobel de Literatura, por su obra Cien años de soledad, cuyo éxito en 1967 lo representaron millones de ejemplares de su novela vendidos. Luego, lo comparó con William Faulkner y Honorato de Balzac.

Todas las noches, luego de llegar a mi casa, pasaba horas enteras ideando y planeando el programa general de celebración. Colombia se había apasionado, estimulada por la hazaña de Gabo, y por la gigantesca campaña de mensajes nacionalistas que hice emitir durante casi dos meses en los dos canales comerciales, y en el canal educativo y cultural.

Nunca se había vivido en Colombia un triunfo tan importante como el de García Márquez. La campaña promocional televisada, a mañana, tarde y noche, hizo crecer el orgullo nacional. En el país entero contaban los días para ver por los canales de Inravisión, la entrega del el mítico Premio Nobel de Literatura 1982 a Gabo, por su novela ya inmortal: «Cien años de soledad», la más importante en lengua castellana escrita en el siglo XX, que hasta hoy ha vendido más de 50 millones de ejemplares.

Fue algo tan trascendental, que el Congreso de Colombia superó sus profundas controversias y aprobó por unanimidad una Ley de honores para el escritor cataquero, protagonista de un suceso de orgullo para toda América Latina.  Los prolongados aplausos, al comenzar y cuando terminó su discurso  ante un público tradicionalmente frío, se contagiaron del bullicio y la alegría caribeña. Pasaban los minutos, y las emociones de los colombianos, se desbordaba.

El corazón les palpitó más fuerte, cuando Gabriel García Márquez entró al salón de ceremonias de la Academia Sueca. Fue aplaudido durante varios minutos. Y ese sentimiento creció cuando luego de entrar al salón de ceremonias de la Academia, se preparó para pronunciar su discurso, tras ser  presentado por el secretario de la Academia, Lars Gyllensten. El atronador aplauso duró varios minutos.

Fue una ovación ejecutada por más de 400 invitados a la ceremonia, y oída, (y vista),  por la inmensa mayoría de los 28 millones de nacionales que poblaban a Colombia  en 1982; y por muchísimos millones más de telespectadores  en el mundo entero. Todos lo escucharon hablar sobre  Colombia y sobre América Latina.

Pero, a las 8 y 5 minutos de la noche de ese terrible, (para mí), viernes 10 de diciembre de 1982, el jueves pasado hace 38 años, después de 2 horas y 5 minutos de transmisión del magno evento, la señal de televisión originada en Estocolmo, fue cortada 7 minutos antes de la entrega del Premio a Gabo, y los millones de colombianos que habían esperado meses para ver ese maravilloso momento histórico, quedaron frustrados: fue algo insólito ¡No pudieron verlo!

Esa noche tuve que «capotear», la  indignación  de toda esa Colombia dolida porque no pudo saborear ese glorioso momento planeado desde octubre, mientras el resto del mundo presenció el gran suceso que habían soñado los colombianos desde octubre, estimulados por la  gigantesca promoción  del especial que, con orgullo patrio, realizaríamos  Inravisión y RTI.

La primera llamada que recibí, fue la del Presidente Belisario Betancur, quien a pesar de su tradicional equilibrio emocional, no pudo ocultar su malestar. Luego, las de ministros, periodistas, congresistas… y las de ciudadanos furiosos, que terminaron por bloquear los teléfonos de Inravisión. Colombia entera nos maldijo.

Me tocó la triste suerte de responderle al país, (sin que tuviera culpa personal alguna; ya que fue una  falla técnica la que afectó el suceso  internacional más importante en la historia de Colombia. Este drama, que hoy es solo una anécdota, me hizo conocer en vida lo que es el infierno.

Algunos exaltados apedrearon la sede de Inravisión, en la calle 26. Los insultos crecieron y también «las inculpaciones al Director». El Presidente Betancur llamó 5 veces más. Patricio Wills, que era vicepresidente de RTI, sufría conmigo.

Lo primero que hice fue pedirle a Bernardo Hoyos, presentador del especial,  (quien permanecía en el estudio), que con su erudición y profesionalismo frente a las cámaras, salvara la situación hablándole a los televidentes sobre la vida de García Márquez, o sobre lo que fuera, para ganar tiempo.

Mientras tanto, desde los télex del Instituto, buscábamos a alguien que  restituye  la señal  cortada inmisericordemente por Trans World International, 7 minutos antes de que premian a Gabo.

Conservo aún los 62 télex que cruzamos «con medio mundo», para tratar de retener la señal. Conforman un verdadero «best seller» de suspenso. Copenhague, Washington, Londres, Los Ángeles, Estocolmo… negaron, una a una, la solicitud. El drama inició a las 6 y 49 p.m. cuando de Londres nos avisaron que cortaran la señal a las 8 de la noche. Solo logramos que la prolonga 5 minutos.

Fue angustioso. A las 8 y 2 minutos, personalmente logré hacer  contacto con Venevisión, en Caracas: «La retransmisión de la entrega del Nóbel, es asunto de vida o muerte, no importa lo que cobren: por favor ayúdenos». Respondieron: «Esperen a que venga el supervisor»….Y cuando llegó, dijo: «Mira, para empezar, no fue el canal 4 sino el 2 (Radio Caracas) que lo transmitió. Y a las 8 y 5 minutos,  suspendieron la señal».

Dije: «Por favor, rogamos su ayuda. El país está conmocionado, es un problema de Estado,  necesitamos esa señal. ¡Como sea!».

Los minutos pasaban a ritmo de segundos, télex va, télex viene. A las 8 y 26 dijeron en Venevisión: «Definitivamente no va a ser posible, hoy es viernes. A esta hora no hay quien pueda dar esa autorización, mañana los atenderemos con gusto». Respondimos: «Por Dios, ayúdenos, toda Colombia está pendiente. Para mañana sería catastrófico». Mientras tanto, (8 y 34 de la noche), Bernardo Hoyos seguía «entreteniendo» a la teleaudiencia y  dando disculpas. «Pronto volverá la señal», repetía.

A las 8 y 34,  logré ubicar por teléfono a un directivo de Venevisión, en su casa:«Es una solicitud de la Presidencia de la República de Colombia». Hubo muchos telex más.

El drama continuó hasta las 9 y 31, cuando leímos: «Tenemos las imágenes de Radio Caracas… Está autorizado»…  Respondí: «Díganos que es verdad, que es cierto. ¿Cuál es su nombre?». Aquí, Juan Rodríguez… A las 9 y 44 entró la señal, con el audio muy ruidoso. Lo ajustaron y, a las 9 y 47, una hora y 42 minutos después, Bernardo dio paso a las imágenes y Colombia emocionada, se calmó  cuando pudo ver cómo Gabo con su liqui liqui blanco, recibía el Premio de manos del Rey Gustavo Adolfo de Suecia.

El  télex final, fue: «Juanito, un abrazo fraterno desde Inravisión  y de todos los colombianos, gracias, te recordaremos siempre».

Y Juan Rodríguez terminó el diálogo, escribiendo: «Lo mismo de parte nuestra, fue un honor ayudarles».

El inolvidable discurso de García Márquez al recibir el Nobel.El colombiano, impulsor del «realismo mágico», supo poner a América Latina en los ojos del mundo con su pluma dinámica, descriptiva, e irreverente.