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Comportamiento: «LOS BARRANQUILLEROS NO VALEMOS MONDÁ»

El Carnaval de Barranquilla, es el espacio donde los habitantes de La Arenosa con el baile y el licor olvidan sus problemas.

Los barranquilleros parecen haber perdido esa irreverencia y rebeldía que les daba renombre y han aceptado que allá se hace lo que digan los Char. ¿Quién necesita comer en Barranquilla si hay quien haga goles en el Junior? Los barranquilleros son esclavos que aman sus cadenas.

 

Alex Guardiola Romero

La idolatría hacia los Char en Barranquilla ha llegado a niveles de fanatismo tan graves que a muchos ya no les importa las múltiples y contundentes denuncias de corrupción contra ese clan, ni las «jugaditas» para elegir funcionarios que deberían investigarlos, ni los extraños episodios recientemente ocurridos en la ciudad como la muerte de la Procuradora María Isabel Llach, quien investigaba denuncias contra el ex alcalde Alejandro Char. La idolatría ciega de los comprados o de los miedosos que deciden quedarse callados porque se metieron en la cabeza que aquellos son intocables, ha materializado la frase «roban pero hacen” como un manifiesto de sumisión sin precedentes. Ya incluso nos echan de nuestra propia ciudad por el simple hecho de no tragar entero y negarnos a ser idiotas útiles del «sultanato» de los más de 40 ladrones, como lo hizo una tuitera ardorosa de amor hacia aquellos. Los barranquilleros están doblegados, sumisos y entregados a un grupo que hace de la ciudad una vaca a la que ordeñan a su antojo. Los barranquilleros parecen haber perdido esa irreverencia y rebeldía que les daba renombre y han aceptado que allá se hace lo que digan los Char. En conclusión:  «los barranquilleros en estos momentos no valemos mondá», como se dice popularmente en La Arenosa.
Y es que la ascensión de los Char tiene mucho que ver con el modelo de formación de los ciudadanos que ellos vendieron e implementaron y que evidentemente les dio resultado: «el espantajopismo como nuevo modelo de ciudadanía. No es casualidad sino producto de un estudio y de la implementación de estrategias de sociología y comunicación política lo que nos trajo hasta acá, pues durante años les repitieron con hechos, comportamientos y declaraciones a los barranquilleros que lo importante no es que sus hijos coman y se eduquen, sino que un político vaya a bailar salsa con sus amigos a un estadero popular bajo los efectos del alcohol». Les han hecho creer a la gente que lo que importa es un poco de pavimento a precios astronómicos cerca a su casa y no que hoy haya más gente que no puede comer las tres veces al día que hace 12 años, como lo demuestran la cifras. «Hace un par de meses, en noviembre de 2020, solamente el 43% de los barranquilleros pudo comer tres veces al día, según lo reveló el DANE. En 2019 la cantidad de personas que confiesa su pobreza aumentó en 5% de un año para otro, según Barranquilla Cómo Vamos. «Pero tranquilos, ya Alex Char anunció en su cuenta de Twitter que el goleador Miguel Ángel Borja se queda en el Junior. ¿Quién necesita comer si hay goles?».
Los Char se han valido de la viralización en redes sociales con un ejército pago de aduladores y cuentas falsas, y de la unanimidad en medios de comunicación tradicionales para imponer su régimen que ya es de terror, como pueden certificarlo Aída Merlano y Luis Guzmán Chams, ambos denunciantes contundentes de actos de corrupción en los que presuntamente estarían involucrados miembros de la mencionada familia y que han resultado misteriosamente perseguidos de formas criminales. «No solo hay un modelo de comunicación política al estilo Goebbels, incluyendo las intimidaciones, sino la explotación descarada de la ignorancia de los barranquilleros que se conforman con que les pavimenten una calle como señal de progreso. Los periodistas de la ciudad o se venden o están condenados a ser unos parias, porque una chequera rápida y un par de actos de demostración de fuerza son suficientes para silenciarlos. El «sultanato», como lo llamó la también asesinada en extrañas circunstancias Lola Salcedo, lo ha copado todo comprando a diestra y siniestra con la plata de nuestros propios impuestos.
Insistir en que la gente reaccione, demostrarles que están siendo manipulados y pedir que dejen de actuar como zombies al servicio de una causa egoísta que sólo enriquece a unos pocos, es hoy en día en Barranquilla una actividad de alto riesgo. Creen a rajatabla aquello de que «la ciudad hoy está mejor que antes», lo cual es mentira como lo demuestran las cifras de pobreza y el Índice de Progreso Social, y como no tienen argumentos entonces gritan para que solo se oiga su algarabía de halagos prepago. No sólo son los insultos provenientes de los zombies que no valen mondá, sino que hay ataques más profundos y estructurados que incluyen persecución judicial y hostigamientos delincuenciales, lo que en ambos casos son de esperarse. «Los barranquilleros hoy en día son esclavos que aman sus cadenas, y el grito desaforado de los ruidosos que aplauden como focas busca ahogar las críticas, como un carnaval de marimondas pretendiendo silenciarnos a todos».
«La reciente unión de los Char con Uribe es un matrimonio por conveniencia donde unos aportan dinero y votos y los otros muerte y delincuentes para mantener el poder que, a su vez, garantiza el dinero y los votos. Es un perfecto círculo vicioso al mejor estilo de las familias mafiosas de las películas.
Pero la culpa no es sólo de los Char sino de una ciudad política donde no hay oposición bien estructurada. Son sólo unas cuantas las voces disidentes que se atreven a meter el dedo en la llaga, porque del resto hay una masa de opositores sin preparación, con rabo de paja y sin ideas de cómo hacer política en nuestros días. Salvo contadas y notables excepciones, muchos levantan la voz para hacerse notar con la esperanza de ser comprados; son como la prostituta de ropas escasas que esperan que les pongan precio. «El problema de Barranquilla es una cultura política precaria en la que no hay una ciudadanía libre y reflexiva, no hay una dirigencia política más allá del pillaje, ni existe una oposición que trascienda sus luchas internas. Es decir, somos ignorantes y estamos jodidos, más lo primero que lo segundo y viceversa. Algunos hacen su máximo esfuerzo por proponer otro camino, uno más humano e incluyente, pero son voces que por mucha razón que les asista son apabullados por el escándalo vacío de unos medios que asienten como esclavos. Ojalá sigan haciendo su máximo esfuerzo y no tengan miedo de seguir adelante en la lucha por una ciudad para todos».
Mientras escribo estas líneas muchos ya están emborrachándose y tomándole fotos para las redes sociales a la cerveza Corona o al Buchanans, así el próximo lunes no tengan con qué comer, porque lo importante es aparentar una opulencia que no se tiene, como la ciudad misma, que no sólo es la capital más endeudada de Colombia sino que ahora el alcalde Pumarejo-Char está endeudándonos aún más para pagar las cuotas de las deudas que ya se tienen, algo así como sacar fiados los muebles en Jamar y luego prestarle a un paga diario para pagar las cuotas. «Definitivamente el espantajopismo en Barranquilla se aplica hasta en la administración pública. Y sí, nosotros seguimos callados mientras todo esto pasa ¡No valemos mondá!».
Los barranquilleros profieren asistir al estadio a ver al Junior que invertir dinero en la educación de sus hijos.