Álvaro José Arroyo González, conocido como el Joe.
Guillermo Romero Salamanca
El 26 de julio del 2011, poco después de las 7 y 45 de la mañana, las emisoras de Barranquilla le dieron la noticia al mundo: A sus 55 años, Álvaro José Arroyo González, conocido como el Joe, había fallecido en la clínica La Asunción, tras sufrir un paro cardiorrespiratorio, producto una falla multiorgánica».
Desde hacía un mes permanecía en la Unidad de Cuidados Intensivos, donde fue llevado por un cuadro clínico de crisis hipertensiva, cardiopatía isquémica y diabetes mellitus con descompensación simple.
«No joda, murió el Joe», fueron las palabras que más se repitieron en la Arenosa ese mañana, pero en Cartagena, su ciudad natal donde había nacido el 1 de noviembre de 1955, también lo sintieron, pero luego se unieron al pesar Santa Marta, Barranquilla, Medellín, Santiago de Cali, Bogotá y posteriormente Miami, México, Nueva York, República Dominicana, Puerto Rico, Venezuela, Perú, Ecuador y más tarde España, Francia, Sudáfrica, Japón y miles de puntos más a donde había llegado el trabajo musical de este cantante, compositor de salsa, tropical, cumbia y el Joesón.
Tenía una prodigiosa voz, muy particular y muy especial a la cual le agregaba sonidos guturales. Compuso con donaire y ritmo. Una vez le preguntaron por sus orígenes musicales en la Revista Rolling Stone y el hombre contestó tranquilamente: «Para mirar bien atrás, empezó con la canción «Manyoma», que es de Fruko, pero que tiene mis arreglos. Allí nació ese golpe, pero en realidad se hizo fuerte cuando yo llevaba cuatro años con mi banda. Es un sonido que tiene soka, salsa, sonidos africanos, cumbia, brisa del mar y un 50 % que nace de mí pero que no tengo ni puta idea qué es».
El hijo de don Guillermo Arroyo y doña Ángela González, desde muy pequeño, debía vender latones llenos de agua. Escaseaba por el barrio donde vivía y debía ir a la fuente por el preciado líquido. Mientras se dirigía a la llave bendita, metía su cabeza dentro del recipiente y comenzaba a cantar. Por ello, muchos de sus vecinos lo llamaban como «El cantante del tarro».
Se inició en el canto a la edad de los 8 años y cuando se presentó en el colegio Santo Domingo en Cartagena, lo conoció «Mincho» Amaya, profesor de piano y director de un conjunto que tocaba en un hotel. Allí estuvo el Joe cantando por 4 años hasta cuando lo convencieron para cantar en un grill del barrio Tesca, en plena zona de tolerancia de la ciudad y allí comenzó su recorrido por el bajo mundo, pero obtuvo también la popularidad.
Cantaba en un burdel y se sentía feliz. «En el colegio no lo sabían y una noche apareció «El Meteorito», que era como llamábamos al profesor de Física, y me vio cantando. Y me echaron del colegio. – ¿Y nadie le preguntó a «El Meteorito” qué hacía allí? -No», le contó al periodista José Manuel Gómez.
Sin estudios, sin clases, ni ataduras, se marchó de Cartagena, dejando a su madre que ya había sido abandonada por su esposo. Joe quería un mundo mejor y partió a Sincelejo y después a Barranquilla. Allí llegó un día el maestro y compositor Isaac Villanueva –el creador de El Ausente, La cadenita y unas decenas de éxitos más—quien lo convenció de hacer parte de una nueva agrupación naciente en Medellín: Fruko y sus tesos.
Comenzaron los éxitos. «Cara de payaso», «Lloviendo», «El caminante» y el súper hit «Tania». Grabó también con The Latin Brothers, «Dos caminos» y «Patrona de los reclusos», con Los Líderes dejó su voz en canciones como «Los barcos en la bahía» y «Rosa Angelina».
De inmediato las contrataciones se hicieron nacionales e internacionales. Lo reclamaban en México, Venezuela, Perú y los Estados Unidos.
Fueron 10 años de conciertos, grabaciones, carnavales, festivales, grabaciones de televisión y éxitos tras éxitos. En 1981 fundó en Barranquilla su propia orquesta a la que bautizó como «La Verdad».
Dos años más tarde, debido al creciente consumo de drogas, su garganta estuvo a punto de explotar. Siguió con juicio las terapias y regresó con mayor impulso para llevarse todos los trofeos, discos de oro que logró en su camino.
Joe seguía conquistando público y éxitos. Era una máquina imparable de música. Lo contrataron en Sony Music donde sus canciones alcanzaron el platino y las cifras inalcanzables hasta el momento para un artista tropical salsero colombiano. Era Joe, quien, con sus vestimentas, sus coloridos y sus letras hacía gozar a más de un amante del ritmo y la alegría. Grabó con Diomedes Díaz.
Su vida sirvió para que RCN Televisión le grabara una novela.
Ese 26 de julio, las emisoras de todo el país recordaban sus canciones y entrevistaron a músicos, fanáticos, empresarios y bailarines. Marchaba el Joe y comenzaba la leyenda. «En Barranquilla me quedo», «El ausente», «A mi Dios todo le debo», «Rebelión», «La Noche», «Tal para cual», «Cachondea», «Sabré olvidar», «No le pegue a la negra», «Noche de arreboles», «Mary», «Ella y tu», «Ron pa todo el mundo», «Los charcos», «El son del tren», «Yamulemao», «A la memoria del muerto», «El caminante», «Sabré olvidar», «El centurión de la noche», «Guarapera», «El ausente», «Tania» y «Tamarindo seco» son algunas de las canciones que más sonaron ese día porque el repertorio es extenso el del inmoral Joe.
Tanto en Cartagena como en Barranquilla levantaron sendos monumentos en homenaje a uno de los grandes de la música colombiana.
Son diez años sin el gran Joe.
Tanto en Cartagena como en Barranquilla levantaron sendos monumentos en homenaje a uno de los grandes de la música colombiana.