Actualidad, TOP

Comportamiento: 168 AÑOS DE MANUEL DE CARREÑO

Manual de Carreño

 

 

Hernán Alejandro Olano García

Muchas veces, las personas dicen que «Carreño pasó de moda»; claro, estamos hablando de un libro que inicialmente se publicó en 1853 por el caraqueño Manuel Antonio del Rosario Carreño Muñoz, nacido en la capital venezolana en 1812 y fallecido en París en 1874. Su hermano fue Simón Carreño, Rodríguez o Robinson, preceptor del Libertador.

Fue su hija la maestra Teresa Carreño García, gloria musical venezolana, aclamada pianista y compositora, que él mismo y su esposa Clorinda García de Sena y Rodríguez del Toro (prima hermana de la esposa de Simón Bolívar) entrenaron en las artes musicales.

Los once capítulos del «Manual de Urbanidad y Buenas maneras para uso de la juventud de ambos sexos en el cual se encuentran las principales reglas de civilidad y etiqueta que deben observarse en las distintas situaciones sociales, precedido de un breve tratado sobre los deberes morales del hombre», como rezaba en forma completa el título del más conocido como «Manual de Carreño», eran la expresión de las normas morales, así como de principios de comportamiento en sociedad, inspirado en textos franceses e ingleses, que establecen el cómo del buen comportamiento en sociedad.

En los primeros tres capítulos están los deberes para con Dios, los padres, la patria y nuestros semejantes y para las obligaciones con nosotros mismos. Posteriormente, Carreño incluyó los principios generales de urbanidad, normas sobre aseo personal, forma de estar dentro y fuera de la casa, las iglesias y demás lugares públicos, así como normas acerca de las conversaciones en público y privado, en una visita, en la mesa y en el juego, donde, como se decía antes: «se conoce al caballero» y también, a las damas.

Existen versiones modernizadas de Carreño al siglo XXI, como las normas de «netiqueta», netiquette, o etiqueta y comportamiento en las redes sociales; normas de convivencia en el transporte público y en las copropiedades, la oficina, los gimnasios, etc., así como las disposiciones, que tanta falta hacen, sobre los lugares amigables con las mascotas.

Hoy, el comportamiento de muchos, hace recordar la famosa frase del maestro Darío Echandía: «Colombia, país de cafres», la cual, aunque dirigida a la clase política, nos hace pensar que el argumento de autoridad de nuestro ex presidente tolimense, le cabe como anillo al dedo a muchas personas y que se ratifica, desafortunadamente, con otra frase de Echandía, «La democracia colombiana es un orangután con sacoleva», que permite apreciar que parte de los vándalos son dirigidos por primates sin evolución al homo sapiens.

Ante la acción inconsecuente de muchos contra los bienes públicos, bien podemos recordar a Carreño cuando se refería a la patria, eso que duele dentro del corazón: «Cuánto hay de grande, cuanto hay de sublime, se encuentra comprendido en el dulce nombre de patria; y nada nos ofrece el suelo en que vimos la primera luz, que no esté para nosotros acompañado de patéticos recuerdos, y de estímulos a la virtud, al heroísmo y a la gloria. Las ciudades, los pueblos, los edificios, los campos cultivados, y todos los demás signos y monumentos de la vida social, nos representan a nuestros antepasados y sus esfuerzos generosos por el bienestar y la dicha de su posteridad, la infancia de nuestros padres, los sucesos inocentes y sencillos que forman la pequeña y siempre querida historia de nuestros primeros años, los talentos de nuestras celebridades en las ciencias y en las artes, los magnánimos sacrificios y las proezas de nuestros grandes hombres, los placeres, en fin, y los sufrimientos de una generación que pasó y nos dejó sus hogares, sus riquezas y el ejemplo de sus virtudes…».

¿Necesitamos en la actualidad el Manual de Carreño? Yo creo que sí; incluso, para tiempos de la  Covid, ya consagra una disposición desde el siglo XIX: «Cuando no estando solos nos ocurra toser o estornudar, volvamos hacia un lado y apliquemos el pañuelo a la boca, a fin de impedir que se impregne de nuestro aliento el aire que aspiran las personas que nos rodean».

Manuel Antonio del Rosario Carreño Muñoz