¡Qué mezcla!
Cuando ataca la violencia en los estadios, generada por el odio, todos pierden…O perdemos.
Es una lacra que sobrevive por la tolerancia. A cada escándalo, soluciones temporales con discursos vacíos de oportunistas y politiqueros, e indiferencia de los dirigentes futboleros.
Las bandas antisociales que arremeten contra el fútbol, tienen vida propia. Se autofinancian con sus fechorías, son vándalos a sueldo, que migran de las canchas a las calles, a las carreteras, a parques de ciudades y pueblos indefensos, sometidos a su fuerza arrasadora que funciona bajo el pretexto de la pasión por una camiseta.
Son expertos en saqueos, en dominar a los hinchas rivales a mansalva, a las patadas, golpes, o cuchillo en mano, con el respaldo de quienes, desde los medios, por atraer la atención, hacen, publicando espeluznantes imágenes, apología a la violencia.
Barras bravas o hinchas desbocados. Son bárbaros, Inadaptados sociales, que no aman a sus clubes… Odian con desenfreno a sus rivales.
Forman parte, además, de comandos incorporados a las marchas en las que el pueblo indignado eleva sus protestas. Son los que las prostituyen porque para ellos la violencia es rentable.
Fallan las autoridades por su indolencia.
También los directivos que financian, clandestinos, y políticos que, sin vergüenza, los aprovechan.
Punto de quiebre que amenaza al fútbol y pone en jaque su supervivencia. Con los aficionados decentes como víctimas, porque los dueños del poder los castigan: los alejan del estadio, sin ser responsables.
La mejor solución a este flagelo, lo demuestra la experiencia en Europa, es endurecer los códigos penales, con respaldo a la policía en sus capturas.
La expulsión de los gamberros, de los eventos deportivos, equivale a trasladar el problema a otros escenarios.
P.D no hay nada peor que vivir en los alrededores de un estadio. O tener en el barrio a un futbolista que hace fiestas desenfrenadas en los triunfos… y en las derrotas, desquiciando a los vecinos. También son impulsores de violencia.