Lázaro David Najarro Pujol
Abordamos bien temprano el ómnibus lleno de entusiasmo el martes 11 de septiembre de 1973. La ciudad de Camagüey era sede de un encuentro internacional de poetas y trovadores. Había propuesto a los organizadores desarrollar una acción literaria y de la trova en el viejo Combinado pesquero e Industrial de Santa Cruz del Sur.
La comitiva estaba integrada por poetas latinoamericanos y nos honraba con su presencia activa de Margaret Randall, escritora, fotógrafa, activista y académica estadounidense, mi amiga de Cuba y su Revolución. Nacida en la ciudad de Nueva York, el 6 de diciembre de 1936 vivió durante muchos años en España, México, Cuba y Nicaragua, y pasó un tiempo en Vietnam del Norte durante los últimos meses de la guerra de los Estados Unidos en ese país.
Invité a los poetas y trovadores a visitar la emisora Radio Santa Cruz, que contaba con una tecnología muy rudimentaria creada por el ingenio a técnicos santacruceños. Margaret Randall se entusiasmó tanto por lo que lograba aquel colectivo con los escasos medios que donó su grabadora a la planta radial.
En el Combinado Pesquero nos esperaban más de un centenar de trabajadores y trabajadores de la fábrica de proceso del camarón y la langosta, entre otros.
Minutos antes de comenzar la actividad la radio daba la noticia del golpe de Estado perpetrado contra el presidente Salvador Allende. La noticia nos golpeó en lo más profundo del alma y el corazón a todos.
Para el gobierno de Estados Unidos, Allende era la amenaza comunista en el continente y documentos desclasificados años después del golpe de Estado evidencian la participación de Washington en la instauración de la dictadura de Pinochet, que causó más de 40 mil víctimas, confirman medios de prensa.
El presidente socialista, electo democráticamente en esa nación, Salvador Allende, había llegado al Palacio de La Moneda, consciente del alzamiento de la Marina en Valparaíso. Poco tráfico. Casi nadie en las calles.
Pocas horas después supo de la traición masiva. Las Fuerzas Armadas y el Cuerpo de Carabineros de Chile le daban un golpe de Estado a su gobierno de Unidad Popular.
Allende está firme y desde la sede del gobierno y mediante Radio Magallanes, Allende les habló a los chilenos. «Con la pasión que sentía por el pueblo, le puso tranquilidad y agallas a su voz, a pesar de que sabía que esas serían sus últimas palabras a todo Chile. Eran las 9:20 de la mañana» rememoran los medios.
«No daré un paso atrás. Y que lo sepan: dejaré La Moneda cuando cumpla el mandato que el pueblo me diera», afirmó el mandatario dos años antes del golpe militar que indignó al mundo.
Los poetas y trovadores dedicaron la actividad literaria al digno presidente. Margaret Randall estaba muy triste. Todos estábamos conmovidos. Los trabajadores condenaron el golpe de Estado.
Mausoleo (izquierda) y tumba de Salvador Allende (derecha) en el Cementerio General.