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Psicología: ¿PUEDE UN ROMPECABEZAS CAMBIAR EL MUNDO?

Rompecabezas 

 

 

 

Mauricio Salgado Castilla

Había llegado el gran día, Rodrigo con sus 6 años estaba emocionado, era el día que Manuel su papá le había prometido jugar, situación que, por motivos de trabajo, papá había ido posponiendo, Rodrigo entró con una sonrisa de oreja a oreja, a la oficina de papá, este estaba prácticamente enterrado entre montañas de papeles y un computador que nunca se apagaba.

Rodrigo con la más dulce de las voces, le recordó que había llegado el día prometido para jugar, Manuel automáticamente empezó a decirle que tenía mucho trabajo, pero recordó que él mismo había dicho qué ese día sin falta jugaría, rápidamente miro todo lo que había encima de su escritorio y tomó una de las últimas revistas financieras, dónde de portada estaba el mapa del mundo, tomó rápidamente unas tijeras del escritorio y la recortó en varias partes, haciendo un rompecabezas y con voz amistosa dijo, Rodrigo aquí iniciamos el juego lo primero que tienes que hacer es ir a tu habitación y armar este rompecabezas una vez lo tengas terminado vienes y empezaremos a jugar los dos…

El niño salió feliz, al fin estaba jugando con su papá, quien también por un momento sintió alivio, pero por imposible que parezca, no pasados ni diez minutos Rodrigo volvió ahora con una mayor sonrisa llevando perfectamente armado al mundo, mejor que el propio secretario de la ONU, pero ¿Cómo en tan poco tiempo?, el papá lo miró extrañado, ¿Cómo era posible que este niño, que sin duda no sabía los países del mundo, hubiera logrado esto en pocos minutos?, preguntó que quién le había ayudado, Rodrigo con voz un poco molesta le dijo, ¡yo lo he hecho solo!, es parte del juego y yo juego muy bien, tú has dicho que es mi trabajo, el papá ahora con genuino asombro y admiración, preguntó, ¿Cómo lo has hecho, si tú no conoces los países del mundo?, Rodrigo ahora con una gran sonrisa, como la que se esboza cuando conoces un gran secreto, contestó: «Yo me di cuenta que en la parte de atrás de ese mapa había la figura de un hombre, que sí conozco muy bien, arme al hombre y automáticamente el mapa de tu mundo quedó armado».

Esta es una historia inspirada en la del psicoterapeuta argentino Jorge Bucay, a quien admiro por su preocupación de buscar el bienestar de las personas mediante historias que propicien enseñanzas prácticas.

Manuel representa a tantos padres ya sean mamás o papás del siglo veintiuno, quieren infinitamente a sus hijos, no dudan en dar la vida por ellos, pero difícilmente tienen tiempo para poder «jugar», el trabajo, las obligaciones para salvar el mundo minuto a minuto, los absorben y más en el fin del año, que implica una serie de obligaciones y actividades, como sentirse obligados a salir de vacaciones, las conversaciones casuales incluyen la pregunta, ¿A dónde van a ir este año de vacaciones? Como si para poder ser un buen padre, fuera obligatorio viajar, estar en un hotel.

Lo que los hijos necesitan, es un tiempo para «jugar», pongo esta palabra entre comillas, porque jugar con los hijos va más allá de participar en un juego formal, jugar es interactuar en cada oportunidad que se presenta, en el momento de levantarse, de bañarse, de caminar, de hacer tareas, es animarlo a que haga cosas con gusto, como si fuera un juego, con palabras amables, cordiales.

Trabajar es parte de la vida no es solo un medio de tener dinero, es una forma de vida, el trabajo de los niños y de los jóvenes es estudiar y jugar, por eso los padres se deben interesar más allá del estudio, que videojuego le fascina, cómo están sus amigos, o que personaje de la televisión le encanta, es poder compartir unos pasos, un momento mientras llegan a la casa, si no se puede convivir, aprovechar el teléfono, o enviar unas imágenes o un video que los hace sonreír, que los hace sentirse juntos, que da tema para hablar, los hijos deben saber y sentir explícitamente que los padres se interesan en todo lo que hacen en su vida, lo que piensan, no solo los éxitos, de eso se interesa cualquiera.