Dibujo de principio de siglo XX
Texto y fotos
Lázaro David Najarro Pujol
Una alegoría a una tradición en México que transcurre desde la época prehispánica, contiene la exposición fotográfica «Los muertos están de fiesta», de los artistas del lente del país azteca Nelia Torres y Eduardo Aguilera, que se exhibe en La Galería Republica, del Consejo Provincial de Artes Plásticas (CPAP), en la ciudad de Camagüey.
La artista del lente Nelia Torres, cubana radicada en México, explicó que en tierra azteca, la celebración (1 y 2 de noviembre), es «momento muy emotivo para todos los que tenemos familiares en la eternidad. Nosotros fotografiamos los cementerios más emblemáticos que todavía se conservan en la nación. Muchas personas se pasan toda una noche y hasta el siguiente día en esos sitios. Todo se decoran con la flor de cempaxóchitl (Tagetes erecta ), de color amarilla».
En tanto su colega de las artes visuales, el mexicano Eduardo Aguilera, aclaró que la fiesta de los muertos es una creencia que defiende que los seres queridos fallecidos (…),«van a regresar conmigo esa noche para cenar. Son nuestros invitados ¿Cómo no hacer una fiesta a seres queridos que vienen de tan lejos o de tan cerca quizás?»
Enfatizó que en algunas regiones, como Xochimilco personas pernotan en los cementerios y llevan comidas, bebidas y conjuntos musicales tocan las canciones que le gustaban al muerto. Transcurren toda la noche y parte de la mañana en los panteones de sus seres queridos… Traducción que no pudo ser borrada por los conquistadores españoles».
Las palabras al catálogo de la exposición «Los muertos están de fiesta», Casimiro Mass cita a Fernando Ortiz: Todo pueblo que se niega a si mismo está en trace de susidio.
Se pregunta: «¿Fiesta de los muertos? ¿A los muertos se les festeja? Si, en México los días uno y dos de noviembre de cada año se festeja a los muertos: el primero a los muertos chiquitos, es decir, a los niños y el dos a los grandes, a los adultos».
Agrega: «En los domicilios, y también en oficinas públicas y privadas, se instalan «ofrendas» constituidas por fotografías de los difuntos, calaveritas de azúcar, flor de cempaxóchitl, alimentos, y bebidas que fueran de sus preferencia, otras flores y adornos. Se espera, esa noche, la llegada de los fieles difuntos. La forma de hacer las ofrendas varía en cada región de la Republica; en las comunidades indígenas es austera y solemne; en las ciudades, lugar de mayor mestizaje, es variada y rica en manjares y adornos. En las panaderías elaboran un pan especial llamado pan de muerto y las vidrieras se decoran con motivos acorde a la celebración. Al cementerio acuden los deudos para reunirse con los que ya no están entre los vivos».
Precisa Casimiro Mass que en el poblado de Tecomitl, en Milpa Alta: «la tradición es reconstruir con tierra el túmulo sobre el sepulcro y adornarlo con pétalos de la flor amarilla llamada cempaxóchitl, piedrecitas o cualquier objeto llevado con este fin. Se come el almuerzo también se ameniza la fiesta con música».
En las palabras al catálogo de la exposición «Los muertos están de fiesta», Casimiro Mass convoca a que esta fiesta de día de muertos (inscripta en 2003 como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad), perdure y no sea borrada por el neoliberalismo y el consumismo «al estilo americano» para que estas fotografías puedan actualizarse año con año, y que el pueblo mexicano no esté en trance de susidio.