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«La verdad objetiva no existe : TODO ES UNA INVENCIÓN DE NUESTRO CEREBRO»

La verdad que sale del pozo para castigar a la humanidad, obra de Jean Léon Gerome 1896 

«No somos más que nuestro cerebro. Todo eso que llamamos ‘la realidad’, con todo cuanto contiene, se halla inscrito en los millones de neuronas nuestras»

 

«No somos más que nuestro cerebro. Todo eso que llamamos ‘la realidad’, con todo cuanto contiene, se halla inscrito en los millones de neuronas de nuestra corteza cerebral. El universo entero no es más que una ficción». Tales tesis, sostenidas por científicos como Francis Crick, son reproducidas por el profesor, escritor y ex director del Canal 22 mexicano Jorge Volpi en Leer la mente (Ed. Alfaguara), un ensayo con el que subraya  la importancia que tiene la ficción para nuestro mundo. Para Volpi, como para algunos neurocientíficos, no podemos decir exactamente qué es la realidad porque, si existe, no la podemos conocer. No hay forma de acceder a ella. Algo que  «ya habían imaginado algunos filósofos, para quienes la única forma que teníamos de realizarnos en el mundo era a través de nuestros sentidos. Y como todo lo que observamos, sentimos y acordamos está en nuestro cerebro, es la realidad misma la que queda contenida en él».

En otras palabras, en esos millones de neuronas recogemos las impresiones del mundo exterior, pero no para entender cómo es, sino para reconstruirlo según nuestros deseos. No sólo percibimos nuestro entorno, sino que más bien lo manipulamos y lo reordenamos en el interior de nuestro cerebro. Somos más artífices que testigos de la realidad, afirma Volpi.

Estas ideas, no obstante, están cada vez más extendidas en nuestra sociedad, y no sólo en los ámbitos científicos. Una parte creciente de pensadores, publicistas, expertos electorales y directivos de empresas cree en estos modelos, con obvias consecuencias en sus profesiones y en las ideas que difunden. Así, que no haya una verdad objetiva, afirma Volpi, nos fuerza «a construir una verdad comúnmente compartida. Tenemos que olvidar eso que se supone que sabemos y que resulta tan inquietante y forjar estrategias de consenso y cooperación con los demás».

Inventar el mundo

Podría argumentarse entonces que si la realidad no es más que el ponerse de acuerdo, una mentira comúnmente creída bien podría convertirse en la verdad si la mayoría no pone objeciones. Claro que estas son categorías que no tienen demasiado sentido para estas teorías. En primera instancia porque lo importante es interpretar los hechos, ya que dan por sentado que no es posible saber qué es verdad y qué es mentira. «Reconocer el mundo e inventarlo son mecanismos paralelos que apenas se distinguen entre sí», escribe Volpi, para quien «el novelista es una figura clave, ya que la función literaria y la artística sirven para conocer y construir la realidad humana tanto como las ciencias naturales o las sociales».

En segundo lugar, porque llegados a un extremo de dificultad, «los humanos tenemos un sentido que nos invita a la supervivencia y que nos anima a ser pragmáticos y a resolver los problemas cotidianos. No nos importa saber qué es verdad, sino sobrevivir, y eso nos lleva a establecer muchos consensos». Y ello es así porque, como aseguraba Richard Dawkins y corrobora Jorge Volpi, «somos máquinas al servicio de nuestros genes».