Actualidad, TOP

Asnicidio: NO SEAMOS TAN BURROS

El burro que montaba Sancho Panza, el rustico compañero de don Quijote de la mancha, la universal novela de Miguel de Cervantes Saavedra.

 

 

Gerney Ríos González 

Están bastante lejanos los días cuando los maestros de escuelas urbanas y rurales en municipios ignorados, castigaban a sus pequeños estudiantes por cualquier leve falta en sus tareas escolares, y no de cualquier forma: les ponían postizas orejas de burros y por una hora a más debía permanecer inmóvil, de pies, en un rincón del salón de clases, hasta expiar la culpa y esta severa forma, enseñaba. Por eso, generaciones enteras de colombianos aprendieron y fueron ciudadanos de bien, honestos, honrados. No se conocían las oscuras entrañas de la corrupción oficial y privada que hoy nos estrangula y saquea sin misericordia la hacienda pública. Además, enseñaban urbanidad, cívica, ahorro, artes manuales, ética, geografía e historia.

Las postizas orejas de burro significaba en esos tiempos escolares la imbecilidad del castigado. El burro era sinónimo de ignorante, tarado, falto de entendimiento, de cerrada mollera. Todo este arsenal de epitelios molestos desapareció con los años y apenas es remembranza un tanto cariñosa o presurosa en quienes recibieron la reprenda de los educadores del ayer.

Sin embargo, el burro ascendió en «categoría social»; gracias a servicios prestados a los pueblos en Colombia que gozaron de su trabajo y concurso, transportando materiales de construcción y los domingos llevando los costales de mercado de los poblados al campo, para quince días o un mes de consumo en la familia campesina.

Y nos consta que en las moliendas domésticas de la caña para fabricar la deliciosa panela, alimento de generaciones y que hoy  se valoriza y se conserva en el tiempo, el burro llevaba a cuestas cien o trescientas cañas del dulce y jugoso producto de la tierra, para alimentar el trapiche molinero y también el asno circulaba a todo a las astas de madera que le daban movimiento al aparato mecánico, «made in Colombia», artesanal, extractor del almibarado líquido natural para la elaboración de la «chancaca» o ríos dulce campesino. No era pues tan «burro» el animalejo del cuento.

El asno pertenece a la especie de los «solípedos», es decir, aquellos mamíferos ungulados que tienen extremidades terminadas en un solo dedo, como el caballo y la cebra de la familia de los équidos. Animal doméstico, raza asnina, del latín «burricus», más pequeño que el caballo, de orejas largas de los cuales el vulgo delibera que es «un bruto» y nada más. También se le llama borrico, asno, pollino, jumento, onagro, rozno, garañón, rucio, magro, los quechuas lo citan asnu.

Celebre es aquel que montaba Sancho Panza, el rustico compañero de don Quijote de la mancha, la universal novela de Miguel de Cervantes Saavedra, memorables personajes que representaron las dos eternas variantes de la humanidad: el idealista y la muchedumbre ignora, recuerda la Academia Hispanoamericana de Letras, Ciencias e Historia Miguel de Cervantes Saavedra.

Los hermanos del burro colombiano fueron los asnos silvestres de Nubia y Somalia en áfrica, y Sirío, Onagro, Kulan y Kiang en Asia. El Equus Asinun, hermano del Equus Africanus, armonizado con el Equus Colombianus, apareció en el nuevo mundo en 1495, introducido por Cristóbal Colón, quien trajo 4 asnos y 2 burras en una de sus expediciones, jumentos que al tocar suelo americano los machos rebuznaron y una de las hembras exteriorizó un roznido de alegría. El pollino delante, para que no se espante, porque cuando el borrico no patea dos veces, significa que los humanos no saben contextualizar e interpretar realidades, fundamentado en la razón, motivo por el cual no asimilan experiencias y reiteradamente se equivocan.

PIELES «BURRICUS»

La suerte del burro en los días que corría es oscura para decir lo menos. Se le sacrifica viejo y su piel la vendían exportando a China. La utilizan los asiáticos industriales en la fabricación de cosméticos y reconstituyentes para premiar la eterna vanidad femenina del mundo. Fue la reina Sofía de España quien descubrió en un paseo a ese país las pieles de los asnos secando al sol para luego procesarla en «ejido» para esos costosos ungüentos.

Hace siete mil años el burro fue domesticado a partir de asnos salvajes en Kenia y el cuerno de África en el oriente del continente negro y su población se agota. Apenas se calculan en la tierra unos 50 millones; en diez años, los burros solo serían 22 millones de ejemplares. Desaparecerán las diferentes clases de garañones, pollinos, rucios, como el mamut americano, baudet du poiton, Martina franca donkey, andaluz, catalán, irish donkey y maría casquitos en el caribe colombiano

Pero el burro no está olvidado: Todos los años en San Antero Córdoba, Colombia, municipio en homenaje al decimonoveno Papa de la iglesia católica, se celebra un festival en agradecimiento a sus buenos oficios. Son disfrazados, se les compara a los gobernantes y políticos. Los turistas disfrutan de su presencia en las calles y desfiles. También recibe el borrico reconocimientos en Otumba, México y en San Vitero, España. En San Antero 35 mil habitantes lo idolatran. Pero la suerte futura del asno «está echada» si los chinos insisten en su industrialización y los colombianos en nuestro caso, se prestan para su total extinción ¡«no seamos tan burros!».

Y dos pollinos gozaran el «privilegio divino» de llevar sobre sus ancas a Jesús; primero, en brazos de su mamá en la huida a Egipto acompañados de José esquivando a los burros del rey Herodes y en la triunfal entrada del Mesías a Jerusalén en un inmenso mar de palmas floridas. Pasaron a la historia.

Guayabal, al norte del Tolima, en los años 70, tenía la denominación de la «ciudad de los burros», por el exceso de estos onagros-rucios, bebedores del agua de los ríos Sabandija, Santo Domingo, Lumbi y Cuamo en el sector de Borbón, alimentados con pasto, maíz, plátano, yuca, sorgo y caña de azúcar, muy apetecidos por las arpías de la región.

Girardot, Cundinamarca, a finales del siglo XX, realizó el Primer Concurso Regional de Burros con la participación de 55 ejemplares, con el fin de homenajear a 3.333 asnos de la comarca. El certamen tuvo cuatro modalidades, donde los pollinos mostraron sus habilidades especialmente en carrera, fortaleza, pinta y potencia. Evento efectuado en la pasarela del ferrocarril entre calles 19 y 22, pista de 600 metros, con dos carriles de hierro paralelos sobre los cuales rodaba el tren, que evocaba el pasado, cuando centenares de burros montaban en el «caballo de hierro» rumbo a la sabana de Bogotá.

En el siglo XXI, un alcalde prohibió que los borricos-roznos, circularan por Girardot, decisión asnal, que despreciaba a sus colegas. En octubre de 2022 la policía mató al «burro» en el barrio Sucre, pero de dos patas y dos tiros.