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LOS FRANCOTIRADORES

James y Quintero

 

 

Esteban Jaramillo Osorio

Qué mal envejecen las figuras.

Con altavoces en los medios, donde esperan expectantes los periodistas para alimentar escándalos, protagonizan su show los ídolos en declive, despedidos de sus clubes por carencia de protagonismo, incapaces de revalidar sus grandes hazañas del pasado.

Prudentes en sus discursos o dueños de silencios premeditados en el apogeo de sus carreras, incendian con habilidad desconocida las redes sociales donde se pertrecha para destilar revanchas y agigantar conflictos a punto de la despedida.

Exhiben frente a esto, los impúdicos entrenadores, su poder inestable, señalados por las figuras que consideran irrespetuosos sus despidos a pesar de la decadencia de sus facultades.

Caro le ha costado templar la mano a Bolillo Gómez, por su escasa diplomacia, al pasar la escoba por Junior.

Vago, desactualizado y borracho, le han dicho, etiquetas que lo han marcado desde tiempos pasados, cuando abandonó las academias, «porque en el fútbol todo está aprendido».

A lo que se suma la ramplonería en sus declaraciones con rechazo permanente a la decencia.

El caso de Juan Fernando Quintero, una de sus víctimas, es el típico de las estrellas llenas de talento que no supieron gestionar sus facultades y su fama. Huyó siempre de sus clubes en los cuales tantas veces aportó calidad a cuentagotas, entre delirios y desengaños del público.

Prefirió, como lo hiciera James Rodríguez, el esplendor de las noches, marcando distancias con la alegría de los estadios.

Qué desperdicio.

Quintero vuelve a ser un ídolo decadente, dueño de magistral dominio con la pelota, el que desperdicia por caminar como futbolista en la cuerda floja, ausente del profesionalismo de los grandes artistas.

Tan parecido a James Rodríguez, rechazado por los grandes clubes que encandilados por su talento soñaron ficharlo cuando estaba en la cúspide de su carrera. Hoy, devaluado, busca acomodo en las parcelas brasileñas donde pondrá de nuevo a prueba, la tolerancia de sus entrenadores.

Capítulo aparte merece Viera, histórico y múltiple campeón con Junior. A empujones lo despidieron para incorporar con fanfarrias, en su reemplazo, a un portero que siembra dudas cada vez que va por la pelota.

Olvidó Bolillo que los ídolos del pueblo no se tocan y que sus salidas se gestionan con respeto, con pinzas, sin afectar los sentimientos de los hinchas.

 A propósito de despidos masivos, Nacional no tuvo contemplaciones a la hora de rejuvenecer la nómina y alejar a sus estrellas, porque tan mala sensación dejó tras la rebelión contra el técnico anterior, lo que fue calificado de extremo irrespeto. Así se hace.