El Porce
Miami ha sido el paraíso a visitar por millones de colombianos durante el último medio siglo. Otros centenares de miles de compatriotas se han afincado allí y en muchas partes del estado de la Florida. El uso casi bilingüe del español y la confluencia de millares del resto de países del continente convirtieron esa ciudad en la capital de América Latina. Allí y en el resto de la Florida, se concentraron entonces sapiencias y saberes ,profesionales y aventureros, sabios recursivos y ancianos jubilados.
Era la meca exacta para el cruce de culturas y artistas de todas las disciplinas. Hasta antecito de que los celulares esclavizaran los ojos de la humanidad, las salas de espera, los toldos de las playas, albergaban a miles de turistas o residentes que siempre llevaban un libro en la mano para pasar el rato, para aprender, para gozar.
Pero como llegó la peste cibernética y las pantallitas reemplazaron las páginas y la cultura se hizo unívoca y de solo titulares ticktoctescos o de breves trinos ,la persistencia de lectores a la antigua parece que hubiese hecho mella en los que han conseguido el poder con la superficialidad de los link y la rapidez de la ignorancia.
Para hacer ver que la lectura de un libro comienza a ser un acto subversivo, los políticos de Miami y la Florida han aprobado unas leyes que restringen las lecturas y contenidos educativos de los alumnos y al paso vertiginoso que avanzan en su persecución endemoniada contra todo aquél que por leer puede ser considerado como peligroso, están cerquita de prohibir leer en Miami.
Y no es exageración de novelista. Al iniciarse el año escolar, en muchos condados recibieron instrucciones de que no podrán leer en clase sino determinados fragmentos de las obras de Shakespeare. En breve lo harán con Cervantes y con otros.
Esa estulticia prohibitiva la acaudilla el gobernador de la Florida, el señor De Santis, quien aspira a ser presidente de USA por el partido republicano, respaldado quizás en la ignorancia que garantiza el no leer libros.