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LOS «OREJONES» DE BOGOTÁ

Campesino sabanero 

 

 

Hernán Alejandro Olano García

En las nobles aulas del Colegio de Boyacá de Tunja, la profesora María Elisa Flórez Espinosa, cuando un estudiante no contestaba adecuadamente sus preguntas, recibía el mote de “orejón”. ¿Quiénes eran los orejones? Eran los campesinos sabaneros, quienes acostumbraban a usar debajo del sombrero de jipa un pañuelo de rabo de gallo, cuyas puntas se asomaban por los lados semejando dos grandes orejas de conejo.

Cuarenta años después de haber pasado por el salón de francés y de español de María Elisa, quien seguramente leyó el Diccionario de la RAE y, lo que se creía un insulto, era una expulsión de Boyacá, ya que, según esa obra, que tiene dos acepciones, orejón, na. 1. adj. orejudo. 2. adj. Col. Natural de la Sabana de Bogotá. 

Dediquemos unas letras a esos orejones sabaneros: 

En sus manos curtidas por la tierra y el arado, labraron con esfuerzo los sueños cultivados, en cada semilla sembrada, en cada fruto cosechado, los orejones dejaron un legado sagrado.

Conocedores del campo, sus secretos y misterios, caminaron con la brisa sabanera como fiel compañera de viaje, con sus orejas al viento, como antenas de Chocontá.

¡Orejones valientes! En sus rostros curtidos reflejan la historia del Valle de los Alcázares. En medio de las precipitaciones, son muchas veces ajenos a las corrupciones.

Con corazón generoso, recordamos a los orejones, quienes, con chocolate espumoso, ganan las elecciones.