Celebración del 5-0 de Colombia a Argentina.
Esteban Jaramillo Osorio
El 5-0 lo recuerdo como si fuera hoy.
Irónica y poco prometedora para Colombia era la retrospectiva. Al frente un campeón del mundo, lleno de figuras con renombre, urgido de un triunfo, que apelaba a los recuerdos como estímulo para sus futbolistas.
Era una lucha al vértice. Una derrota sacaba a Colombia del mundial de USA.
Irreverente y sarcástico, Maradona, quien purgaba una pena por dopaje, comandó una agresiva recepción a los futbolistas colombianos, con el propósito de intimidarlos. Variedad de improperios, presión física, hasta la exhibición de imágenes de jornadas épicas anteriores, con una confianza exagerada en la historia.
En el imaginario popular colombiano, escepticismo frente al resultado. Aunque la expectativa fue creciendo, el temor a la derrota era latente.
Encuentro directo. Rivalidad febril.
La selección afrontó el partido sin miedos. Impidió ser arrollada y luego arrolló. La ambición de sus delanteros, la nitidez del planteamiento ofensivo, la disposición anímica todo el tiempo, retuvo los intentos desesperados de los argentinos, negados frente al gol y goleados.
Al final 5-0 no pronosticado, no apto para corazones débiles; rabioso, celebrado, cruel, humillante.
Argentina a repechaje y Colombia al mundial, con el brillo de sus estrellas. Y no fueron solo los puntos. Fue la forma dominante con fútbol desde la estética y la técnica, que tuvo un inspirador, su técnico Maturana, un romántico de los de antes, quien siempre puso su firma en la pelota como instrumento fundamental para dominar los juegos.
Se quemó la casa a los argentinos. La zurra en el resultado, un estigma perenne.
Brincó la selección del segundo plano al favoritismo, que no se pudo refrendar en el mundial, porque no fueron puntuales los resultados ni coherentes con las expectativas. Se rompió el equilibrio emocional y por eso el posterior fracaso.
Tarde inolvidable aquella. Con los goles del Tino, Valencia y Rincón, las tapadas de Córdoba cuando el trámite corrió en contra, los tres pulmones de Leonel, la clase del pibe, la destreza en el pizarrón del cuerpo técnico y la exhibición colectiva que derritió la arrogancia argentina.
Cinco de septiembre del 93, el día de la humillación y la vergüenza para el local, en Buenos Aires y de la sublimación de virtudes para Colombia, por esos días, invencible.
Pensar que hace 30 años… como en el tango… no es nada. Solo un suspiro… pero profundo, inolvidable.