Actualidad, TOP

Claudio Ochoa Moreno: DE LA GRAN COLOMBIA A LA REPÚBLICA

Diálogo Académico de Monseñor Paolo Rudelli, Nuncio Apostólico en Colombia con Claudio Ochoa y Gerney Ríos.

 

 

Gerney Ríos González 

Claudio Ochoa Moreno nació en Cúcuta, Economista de la Universidad La Gran Colombia, finalizó estudios en 1974 y graduado en marzo de 1976 con una novedosa tesis de grado: Ecología, factor de desarrollo. Periodista, columnista y editor del Diario La República entre 1976 y 1995. Jefe de prensa de la Caja Agraria desde diciembre de 1985 hasta julio de 1987; director del Semanario Asia Hoy, auspiciado por la Central News Agency CNA de Taiwán, entre 1987 y 1992; director de la agencia de prensa Orbe Datos, desde 1991, director de la Gaceta Coreana en Colombia; editor de la Revista Cultura y Prevención, coordinador del periódico El ´Integrador Andino´ y, editor de Web www.orbedatos.com

Asesor de prensa y relaciones públicas de las entidades, Samsung Electronics, Embajada de Corea en Colombia, Siemens, Fendipetróleo Nacional, Cámara de Comercio e Integración Colombo Venezolana, Oficina Comercial de España en Colombia, Aerolínea Iberia e Instituto Español de Comercio Exterior ICEX.

En lo gremial, secretario general de la Asociación de Prensa Extranjera, fundador y secretario general del Club de Prensa, cofundador de la Asociación de Comunicadores Sociales y secretario general del Círculo de Periodistas de Bogotá. Creador de la Fundación Colombo-coreana y de la Cámara de Comercio Colombo China Taiwán. Asesor de prensa de la Oficina Española de Turismo en Miami, Consejería de Turismo de la Embajada de España en Colombia.

Autor de «Empresarios de realidades» y coautor de «El Siglo de la luz» con Enrique Santos Molano. Cofundador de la Academia de Historia Policarpa Salavarrieta Ríos y Academia de Historia José María Córdova Muñoz; asociado a los tanques de pensamiento, Centro Andino de Estudios y Centro de Estudios Miguel Antonio Caro, creados en desarrollo de nuestras actividades periodísticas y académicas en el entorno de la UGC, recuerdos que dejaron huella y revivimos a continuación:   

¿Cómo fue su vinculación a la Universidad La Gran Colombia?

En 1968 terminé el bachillerato en Bogotá y regresé a Cúcuta para iniciar estudios de Economía en la Universidad Francisco de Paula Santander. Era demasiado joven, cerca de cumplir los 16 años de edad y me dejé absorber por el ambiente pesado de la ciudad, de manera que terminé regular, con un año de estudios a medias. Retorné a Bogotá, y de nuevo, en 1970, reinicié la carrera de Economía en la Universidad La Gran Colombia, gracias al esposo de una prima que era profesor en la Facultad. De paso me beneficié de una beca otorgada por Mario Galán Gómez, presidente de Ecopetrol, de mil pesos, para la matrícula anual y un subsidio mensual de cien pesos, suma que entonces alcanzaba para lo necesario. La disfruté durante tres años, siempre con el mismo valor.

 ¿Y qué tal el ambiente de la Universidad?

El ambiente lo dominaba la Facultad de Derecho, con estudiantes muy formales, gente de clase media, predominantemente antioqueños y del cuadrante cafetero, considero que, por la influencia paisa del fundador, el educador Julio César García. Una cuadra abajo de la Universidad funcionaba el Club Caldas, y esto determinó la conectividad entre el Club y la UGC.

Los estudiantes diurnos de Derecho y Economía éramos bastante afines, llevábamos la batuta. Los de ingeniería estaban, desde entonces, en la carrera 9 N. 42 – 22, con parque incorporado. Casi toda la manzana ya era propiedad de la U., y sobre la carrera 5a actuaba Arquitectura, un poco más alejada del «centro del poder», pues la rectoría funcionaba en el segundo piso de la casona central. Nuestra U. se formó a partir de comprar y unir viejas casas en el barrio La Candelaria.

¿Dónde era el lugar de integración?

La Universidad estaba marcada por un ambiente austero y a falta de equipos y campos deportivos, de laboratorios, tecnologías y auditorios, nuestro lugar de reunión era la única cafetería que funcionaba en el inmueble esquinero de la sexta con calle 14, que por unos meses tenía sus salones con los estudiantes de economía y luego, definitivamente, los de Derecho. Otro recinto destacado, la biblioteca que, contaba con buenas obras de consulta y bien atendida.

Alcanzamos a tener un grupo de teatro dirigido por Sergio Gómez, montamos una obra en homenaje al cura Camilo Torres y con ella fuimos a un festival nacional en la Universidad Industrial de Santander, UIS en Bucaramanga y nos presentamos en algunas de Bogotá. Un colectivo de gomosos que ensayábamos casi todas las tardes, pero Sergio fue atraído por el «de Chile y nos abandonó. Nunca volvimos a saber de él y el grupo alcanzó a tener un director que lo reemplazó, pasajeramente, hasta que nos disolvimos.

En cuarto año de carrera me vinculé a la Contraloría General de la República como revisor fiscal, y me trasladé a la nocturna. Perdí el delicioso y juvenil encanto de la jornada diurna. Pasé al rutinario horario de la noche.

¿Cuáles vivencias personales recuerda?

Me acuerdo de «Pacho», un tigre que la Universidad tenía enjaulado detrás de la cafetería. Nunca tuve la curiosidad de averiguar o no me acuerdo ahora, de cómo llegó a la Universidad, ni cómo desapareció de ella. Esa fue la primera impresión de nuestra UGC.

Desde entonces me llamaba la atención el periodismo. En sexto de bachillerato, en el colegio lasallista de Bogotá, dirigí el periódico tradicional «Combate», que hacíamos en mimeógrafo. En la Universidad fundé la hoja mimeografiada «Oikónomos», hasta cuando un día dañamos el mimeógrafo y nos tocó un receso obligado. Meses después creé, junto a una paisana también estudiante de economía, Alcira Negrón, el periódico «El Derechista», a dos tintas, tamaño oficio e impreso en sistema caliente.

¿Quiénes ponían el billete para las ediciones?

 Financiábamos las publicaciones con monedas que nos daban los compañeros, y Economía. Funcionaba en una casona que hacía parte de la manzana grancolombiana, sobre la carrera 5ª. Allí la Universidad me dio un espacio para el periódico, esta oficina prácticamente era un «hueco» debajo de la escalera del segundo piso.

Esta casona ocupada en un momento por Economía y en otro por Contaduría, fue años antes de la compra por parte de la Universidad, una residencia ocasional de parejas, y en varias oportunidades, cuando estábamos en plena clase, tocaban a la puerta algunas y algunos afanados en busca de «pieza».

¿Cuándo llegó la tecnología a la UGC?

Estando en último año de carrera, en 1974, recuerdo que fue toda una novedad la aparición del primer computador en la Universidad; ocupaba un salón entero, junto al aula máxima. Su promotor y operador, José Juan Duque, a quien veíamos como una especie de científico, que manipulaba unos discos gigantescos, siendo él, demasiado informal, un poco acelerado, militante conservador y buen conversador.

Ya graduado en 1976, y con deseos de hacer algo, me vinculé con el ingeniero José Hugo Rincón, todopoderoso director de admisiones de la Universidad, teniente de la reserva, egresado del Batallón de bachilleres Miguel Antonio Caro. Entonces era difícil conseguir un cupo universitario, dada la fiebre por la educación superior y las pocas instituciones. Época de las recomendaciones, especialmente de políticos, y la UGC estaba bastante vinculada al Partido Conservador. Terminé de mano derecha del doctor Rincón, haciendo de todo en incorporaciones. Fue una etapa interesante, bastante movida, pues decidí el ingreso a la U. de muchos aspirantes en mi condición de entrevistador.

Reminiscencias y anécdotas

 Recuerdo mi amistad con algunos plenarios y directivos de la Universidad, por ejemplo, Fabio Duque, antioqueño, y José Antonio Castañeda Morales, este último muy cachaco. También con Eduardo Kronfly, Decano de Derecho y rector en algún momento, y a Luis Eduardo González, «paisa» fervoroso, secretario de la Facultad de Economía. Castañeda se vanagloriaba de haber dado lecciones de escritura al presidente Julio César Turbay Ayala y en una oportunidad, siendo el presidente del plenum, y yo recién graduado, lo convencí de elegir decano de Economía a un personaje que me había tramado con sus capacidades para el cargo y de la «llave» que podríamos hacer, él como decano y yo como secretario de la Facultad. Lo eligieron, pero al día siguiente escogió para la secretaría a un compinche suyo.

En abril de 1976, comencé de columnista en el Diario La República, siendo su director Ruperto Molina Gracia, y a los cuatro años ya como director del diario su máximo accionista, Rodrigo Ospina Hernández, me llevó a la Jefatura de Redacción. Gracias a su excesivo apoyo y confianza, en la práctica era su subdirector, manejando casi todas las áreas editoriales del periódico. Así que tuve la oportunidad de servir bastante a la Universidad en la promoción de sus actividades y valores.

En 1977 nos conocimos con Gerney; usted, dirigía el periódico ´El Integrador Andino´ y las publicaciones del Ejército Nacional, ´Ecos del Mac´ y ´El Infante´, editados y producidos por Editorial El Globo de La República; tenía su columna en el diario, con informes especiales. Además, realizaba la licenciatura en educación en La Gran Colombia. Recuerdo sus compañeros de entonces, Saulo Arboleda Gómez, Luis Alberto Moreno Mejía, Gustavo Canal Mora, los periodistas Benjamín Losada Posada, Miguel Salavarrieta Marín, Orlando Villar Jiménez, Néstor Cardona, Faustino García Cáceres, Manuel Cepeda, Francisco Osaba Arranz, Hernando Orozco, Fred Emiro Núñez Cruz, José Yepes Lema, Henry Holguín Cubillos, Ángel Gabriel Romero Bertel, Ricardo Bicenty, Omar Iván Vargas Ballén, Guarino Caicedo, Hernán Gardeazábal Urrea, Antonio Valencia. Tiempos aquellos llenos de logros a granel.

Siendo Rector, José Galat invirtió algún dinero de La Gran Colombia en una sociedad antioqueña que presidía Félix Correa, y por la crisis financiera de 1982, como que la plata se perdió. Muchos plenarios querían acabar con Galat quien me pidió apoyo y desde La República se lo dimos plenamente, neutralizando las acciones en su contra. Recuerdo que, vía el diario, lo respaldé en sus fallidas campañas presidenciales y en sus teorías de las empresas comunitarias.

¿En qué consistió su tesis de grado?

Al terminar mis estudios decidí hacer la tesis de grado bien novedosa y ambiciosa, titulada «Ecología, factor en el desarrollo», la influencia sobre el medio ambiente, la economía, y viceversa, elaborada entre 1975 y febrero de 1976. Abarqué el estudio de los recursos naturales de Colombia, y posteriormente consideré que tal vez fue mejor haber cubierto el Distrito Especial de Bogotá y su área rural.

Pero bueno, esta tesis me motivó a investigar y a escribir sobre lo que entonces identificábamos como recursos naturales y equilibrio ambiental, y ahora denominan sostenibilidad, con un poco de términos rebuscados. Comprendí que el tema vinculaba cantidades de disciplinas y políticas que son para gente seria y capacitada, y no de ahora, cualquier charlatán posa de ambientalista. Luego fui a donde Ruperto Molina, director del Diario La República, a quien conocía desde años atrás. Me permitió escribir sobre estos temas, con plena libertad y cuantas veces quisiera.

 ¿Cómo llega al diario La República?

 Todo cerca, de la carrera 5 con calle 12 sede de la Gran Colombia a la carrera 5 con calle 16, base de la Editorial El Globo, La República, vaso comunicante el río San Francisco. Pasó un lustro y llegó el momento en el cual el doctor Rodrigo Ospina Hernández, máximo accionista del periódico, valorando que era demasiado inquieto y aportaba al periódico, sin honorarios como ocurría con los columnistas de todos los diarios, decidió nombrarme en la Jefatura de Redacción.

Una vez en funciones, con responsabilidades, tuve la oportunidad de aportar mis conocimientos y sentido común a su gran proyecto: Dejar de ser un medio al servicio del conservatismo y convertirse en el «Primer Diario Económico del País». Una empresa que vivía de las donaciones de la familia Ospina, algo del Partido Conservador, los aportes de don Carlos Ardila Lulle, que tenía algunas acciones, y que poco a poco fue ganando prestigio entre los empresarios. Recuerdo bien al periodista Octavio Quintero, ficha clave en este proyecto, y, por supuesto, todas las enseñanzas de Rodrigo Ospina, emprendedor de muchas empresas, el creador del periodismo económico en Colombia, gran jefe y ser humano, tolerante y solidario con nuestros errores.

Entre 1981 y 1982, con su pleno respaldo y de la inolvidable doña Bertha Hernández de Ospina, sacamos tiempo y dedicamos cientos de páginas a la candidatura de Belisario Betancur. Fuimos fundamentales en su elección como presidente de la República.

Todo tiene un principio y un final, ¿Por qué partió?

Con los años, y sin saber por qué, renuncié al periódico, seguí allí como columnista y amigo de la Casa Ospina, su hermano Mariano Ospina Hernández, gerente general de la Caja Agraria, me nombró, Jefe de Comunicaciones de la entidad. Tres años luego, tuve la oportunidad de representar a la Central News Agency -CNA de Taiwán, elaborando semanalmente una publicación sobre la actualidad en la Isla, los «tigres asiáticos» y Japón.

Posteriormente estuve vinculado con la Embajada de Corea del Sur y sus empresas que comenzaban a llegar al país. Con Samsung Electronics, por ejemplo, inauguramos la oficina en el Edificio de Colgás, integrada por su primer representante, secretaria y el suscrito, que además de promoverla en los medios, le ayudaba en todos los trámites.

Sucesivamente con variedad de asesorías, que convirtieron nuestro oficio en una concatenación de periodismo, comunicación social, relaciones públicas y estrategias de mercadeo. Continúo en lo que hago desde hace 27 años; colaborador de la Oficina Española de Turismo en Miami, Consejería de Turismo de la Embajada de España en Colombia.

Igualmente, dedico tiempo a mantener  www.orbedatos.com, y escribo con frecuencia sobre temas relacionados con la cultura y el turismo. Quisiera tener más tiempo y facilidad de movilidad para compartir personalmente con mis verdaderos amigos, que son pocos. Pero el modernismo de hoy nos obliga a hacerlo vía celular, WhatsApp y el correo electrónico.

Todo esto, sin olvidar lo que debo a la UGC, a los grancolombianos que me apoyaron, a Rodrigo Ospina Hernández y Ruperto Molina Gracia, que me permitieron avanzar en el periodismo, la comunicación social y contextualizar los temas económicos.

Universidad La Gran Colombia