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Golfo de Guacanayabo: LOS HECHIZOS INCALCULABLES DE SU PAISAJE VERDE

Frente a mí una vista fascinante del mar.

 

 

 

Lázaro David Najarro Pujol/
Fotos autor 
Las aguas de los Jardines de la Reina, besan las riberas de Manzanillo, en la oriental provincia cubana de Granma, Frente a mí una vista fascinante del mar. La también conocida Ciudad del Golfo puede ser un destino ideal para iniciar la navegación hacia los iluminados oasis del Guacanayabo, en el Mar Caribe y por todo el archipiélago.
Es recomendable una previa estancia en el hotel Guacanayabo, desde donde se contempla un hermoso panorama del mar y la ciudad. Se escucha el susurro de las olas y percibe el frescor la brisa marina.
La región, de una gran riqueza biológica, figura entre las principales zonas pesqueras de Cuba y receptora de las capturas de langosta, camarón, machuelo y otras especies marinas. Además, se organiza la pesca deportiva de la aguja, el pargo, la sierra y el pez espada, de acuerdo a la temporada de manifestación de esas variedades.
Es fascinante la navegación por el Golfo Guacanayabo, entre el archipiélago de los Jardines de la Reina y Cabo Cruz, en las provincias de Camagüey, Las Tunas y Granma. Desembocan el río Cauto, la más extensa vía fluvial del país, al mismo tiempo de otros como el Yara y el Najasa.
El Golfo de Guacanayabo fue explorado por Cristóbal Colón, en su segundo (1493-1496) y tercer viajes (1498-1500). El cronista español Antonio Perpiñá, en su navegación por estos mares quedó atónito ante tanta belleza natural: «Aquellos oasis iluminados por los primeros rayos del sol, se me figuraron las islas encantadas regidas por las ninfas de la fábula. Las aves marinas, cruzando con majestuoso vuelo la inmensidad de las olas, abandonaban la frondosidad de los bosques para lucir su vistoso plumaje en las arenosas playas de aquel pacífico mar. ¡Oh! ¡Qué encantos no presenta la naturaleza en aquellos remotos países, en donde la presencia del hombre no altera su fisonomía con el carácter de su genio variable y destructor!».
Después de sobrepasar la Bahía de Manzanillo y Cayo Perla en pleno Golfo de Guacanayabo, se pierde de la vista la virgen vegetación de la ciudad. Pronto se divisa una pequeña ínsula: Pájaro. Está inmediata a la costa y se mantiene aún salvaje e intacta al oeste de Cayo Blanco. Son parajes de sugerentes fondos marinos.
Tiempo más tarde se distinguen siete cayos, que simbolizan la vanguardia en el Este del laberinto de Las Doce Leguas, y una costa de distintas tonalidades en esta gran porción de mar que se interna en la tierra. Tonalidades que oscilan entre el azul pastel y azul verdoso.
Estos mares pocos profundos (las mayores calados de esta zona están entre los 20 y 22 metros), se caracteriza por tener arrecifes coralinos. Mares sujetos durante todo el año a periodos extensos de calentamiento, en relación directa a los procesos de evaporación. Los fondos de la zona costera y el sistema lagunar son de tipo fangoso, aunque en algunas franjas de Manzanillo, las Coloradas y Cabo Cruz existen playas de arenas blancas y fondos transparentes.
Las tripulaciones de embarcaciones de bajo calado realizan la travesía próxima a las costas para disfrutar del paisaje y hacer escala en el puerto de Guayabal, en la actual provincia de Las Tunas, ubicado al este de Santa Cruz del Sur. El mar en esta zona se presenta casi como un cristal, embellecido por los pequeños islotes.
«Aquella anegadiza costa apuntó Antonio Perpiñá– se presenta baja, llena de manglares, y abierta por muchos esteros más o menos navegables, que comunican con los extensos lagos internados en la inmensidad de los bosques».
Se pueden divisar entre el verdor de los alfombrados valles o frondosos manglares, manadas de flamencos rosados y otras aves. Antes de penetrar al canalizo de Santa Cruz del Sur, se exhiben los cayos de San Juan, Manopla, los Bayameses, Carenero y Piniche…
Cuba es el único país de América Latina donde el patrimonio forestal no decrece y sigue una línea ascendente. Actualmente se pone en práctica un programa para el rescate de las extensas áreas de mangle que bordean el Golfo del Guacanayabo.
Navegar por el hermoso paraje –de hechizos y encantos incalculables de su panorama verde en el fondo– es como emerger de caminos cotidianos, para explorar la naturaleza en su total virginidad; vivir de la abundancia del mar, con montañas impresionantes junto a las costas; o imaginar las islas encantadas regidas por las ninfas de la fábula.
Navegar por el hermoso paraje –de hechizos y encantos incalculables de su panorama verde en el fondo– es como emerger de caminos cotidianos
Golfo Guacanayabo