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Ayer, hoy y mañana: VIAJE A TRAVÉS DEL PERIODISMO

Periodismo del futuro inmediato. 

 

 

 

José Navia Lame

Yo, que lidié y gocé en mis primeros años de reportero con máquinas de escribir y con aquellos robustos teletipos de cinta perforada y teclas durísimas, miro con desconfianza y cierto espanto la invitación que apareció hoy en mi pantalla al encender el computador.

No es nostalgia. aSeguramente la IA facilitará la producción de contenido en las salas de redacción y en muchas otras profesiones, pero me resulta impensable cederle a un programa digital mis aciertos y muchas torpezas narrativas.

¿Qué hará en diez años (o menos) un periodista que le ha entregado a una cosa sus posibilidades de analizar, enfocar, jerarquizar, valorar el factor humano, crear estructuras, escenas, tonos y ritmos?

¿Será un simple operario que carga con datos un cerebro artificial? ¿Qué pasará con la intencionalidad del texto y con la sensibilidad del periodista enfrentado al gran drama cotidiano? ¿Es el fin del ‘olfato’ periodístico del que nos ufanamos en otras épocas?, aunque para la academia sea esoterismo.

Recuerdo hoy a René Pérez, uno de mis primeros maestros, editor de Magazín Al Día:  un día nos encontramos, en El Tiempo, si la memoria no me falla (que olvidar es de humanos) por allá en los 90, frente a una maquina dispensadora de café, y me dijo algo así… ‘Un día uno le echará una moneda a una máquina como esta, oprimirá un botón y dirá: quiero una crónica’. Para allá vamos.

Pésimo para los números, fui de los que aprobé esas materias de milagro en el Instituto Técnico Industrial de Popayán, pero aprendí a guardar en mi memoria números de teléfono, direcciones, fechas de cumpleaños y hasta hacía las operaciones básicas con cierto éxito, sobre todo todo sumar carambolas o puntos en el juego del sapo (o rana), pero me acostumbré a que el celular hiciera eso por mí.

Hasta me recuerda a qué horas debo tomar el Losartán. Pero esto es otra cosa. Algunas universidades ya ofrecen maestrías en IA. Pronto, las ‘obras maestras’ de la pintura, la escultura, las letras y la música clásica, el ‘patrimonio de la humanidad’, serán creadas por maquinas. Quizá sean perfectas, pero no serán humanas.

Resistiré, como descendiente de Nasa,  hasta donde pueda, ignorando esa tentación a lo seguro, rápido y fácil, que con certeza aparecerá a diario en la esquina izquierda de mi pantalla. ¿Anacrónico?  Tal vez.