El caos y la crisis sociopolítica reinante en Venezuela como consecuencia de la manipulación en las elecciones presidenciales del pasado domingo. Eran asuntos evidentes y calculables en el escenario proselitista bolivariano. Pero quizás lo que poco o nada se ha dicho, es que el candidato opositor representaba un salto al vacío en la consecución o transición democrática del actual régimen.
Recordemos que Edmundo González Urrutia, fue fungido como candidato presidencial de la organización política denominada Mesa de la Unidad Democrática (MUD), desde el pasado 26 de marzo. Una coalición formada por expresiones socialcristianas, conservadoras y con inclinación derechista. Luego de que el Consejo Nacional Electoral venezolano inhabilitara a la exdiputada María Corina Machado, como candidata opositora en las primarias presidenciales de 2023. Y posteriormente de forma fraudulenta, los obstáculos y represión que llevaron a la candidata Corina Yoris, a declinar su inscripción o candidatura presidencial.
Edmundo González en el papel o currículum, expresa una hoja de vida profesional intachable. Internacionalista, diplomático, profesor y escritor venezolano. Fue embajador de Venezuela en Argelia entre 1991 y 1993 durante la segunda presidencia de Carlos Andrés Pérez y en Argentina entre 1998 y 2002. Durante los gobiernos de Rafael Caldera y Hugo Chávez, fue uno de los mediadores y promotor para la incorporación de Venezuela en el Mercosur.
Pero lo más destacable de su carrera política y diplomática, – ahora que goza de la tranquilidad y serenidad que le prevé su jubilación -, es que ha sido consecuente con las causas y encomiendas que le han asignado para cumplir. Su obediencia extrema y docilidad, lo ha promocionado de manera inesperada en un reto que jamás buscó.
Ser el candidato de la principal coalición opositora que pretendía sacar del poder a Nicolás Maduro, tras 25 años de régimen socialista. Algo así como el Rodolfo Hernández venezolano. Un personaje oculto y desconocido, con la salvedad de contar con una carrera política y diplomática sobresaliente, pero que en la práctica representaba el antagónico sistema político clasista venezolano.
Su pasividad al caminar y hablar son la extensión natural del pasar del tiempo. Pero lo que preocupa no es su edad de 75 años, sino su talante o autonomía para asumir el reto de liderar la transición democrática que exige Venezuela. Y evitar caer en el abismo indisoluble de un sistema económico y político de extrema izquierda, a otro de extrema derecha.
Hoy Venezuela enfrenta una aguda crisis estructural, derivada de la hiperinflación económica de los últimos años. Con un incremento de precios de tres dígitos porcentuales por mes. Lo que motivó dos reconversiones monetarias en las que se eliminaron cinco ceros del Bolívar en 2018, y seis ceros en 2021.
En los primeros cuatro meses de 2024, la inflación acumulada es del 6.3% en el primer cuatrimestre. La más baja en los últimos 11 años del Gobierno de Nicolás Maduro. Según informó en mayo el Banco Central de Venezuela (BCV).
Además del precario balance económico registrado, en un país paradójicamente que ocupa el tercer lugar mundial de la OPEC, como nación exportadora de petróleo e hidrocarburos. Se le suma la descomunal cifra de 7.7 millones de personas que emigraron en las últimas décadas, en busca de mejores oportunidades. De los cuales el 90% se encuentra en edad laboral y productiva.
Por eso resulta contradictorio a expensas de la inminente fracturación democrática que padece Venezuela, que las cifras y estadísticas que se divulgan con reiteración se concentren en la vulneración o fraude de los comicios electorales. Y no en la precaria o maltrecha coalición opositora que pretende llegar al poder, fundamentada en la hegemónica ideología capitalista de extrema derecha, que ha caracterizado el devenir histórico de la hermana república bolivariana.
De ahí la conjetura que en Venezuela, el remedio es más peligroso que la enfermedad.
La situación general del vecino país, las condiciones en que vive el pueblo, no las altas esferas es indigna. Recordar Venezuela como un país prestante de Latinoamérica, más desarrollado que sus países vecinos, exportador de petróleo, cultura y farándula,etc,con el precio de su moneda el bolívar por encima de otras monedas, y muchas más ventajas que tenían ,es solo una historia para recordar. Ni el actual gobierno es,ni un futuro gobierno sin carácter y peso en las bol… sirve. El estado de nuestro país vecino, requiere soluciones radicales y tener incluso que llegar a que se derrame sangre para lograr un cambio.
Triste el panorama venezolano y de toda su población que por donde se mire es lamentable, hasta donde llega el abuso de poder, de no encaminar el bienestar de toda una población para que una nación tan rica y diversa esté en las condiciones que está, donde queda más fácil emigrar a rumbos desconocidos porque en su propia patria hay insertidumbre y desesperanza. Según la columna anterior supuestamente la solución sería ganar la oposición. Pero pareciera que a la larga seria peor. Entonces es mejor quedarse con lo que ya se conoce? Pero la actitud del presidente actual es abusiva y descarada. Que pesar!!!