Agencia UNAL
La investigadora Luisa Fernanda Gómez García, estudiante de la Maestría en Ciencias – Biología de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), afirma que «los bosques de manglar mejor conservados están protegidos bajo figuras de Conservación o mantenidos por las comunidades locales, lo que limita la intervención humana y permite que estén mejor, pero los más intervenidos sí están más afectados a consecuencia de actividades como la tala».
Estos ecosistemas costeros, que almacenan hasta cinco veces más carbono por hectárea que los bosques terrestres, son aliados esenciales para mitigar los efectos del calentamiento global.
Su importancia radica, entre otras cosas, en que a través de la fotosíntesis capturan dióxido de carbono (CO₂) y lo almacenan en sus hojas, troncos y raíces, lo que los convierte en importantes sumideros de carbono globales. Así mismo, sus raíces tienen adaptaciones especiales que les permiten soportar las condiciones cambiantes de inundación.
La investigación se centró en tres regiones fundamentales del Pacífico colombiano: Buenaventura (bosques de San Pedro y Piangüita), Bahía Málaga (bosques de El Morro y Naidizal), y Tumaco (bosques de Boca Grande y Rompido).
Reservorios de carbono
La selección de los sitios se hizo mediante análisis de imágenes satelitales, buscando dos tipos de manglares en cada área: uno que mostrara signos evidentes de intervención humana (por ejemplo tala o conversión a otros usos como la acuicultura) y otro que estuviera relativamente conservado. «Este contraste permitió evaluar cómo la intervención humana afecta las reservas de carbono», explica la investigadora.
Después, en cada manglar se establecieron 6 parcelas, cada una de 10x10 m, organizadas en dos grupos: 3 alejadas del cuerpo de agua (río, mar o estero) y otras 3 parcelas cercanas, las cuales se ubicaron a 20 m entre sí, y a 5 m del cuerpo de agua. Esta configuración permitió evaluar el efecto de la proximidad al agua en la estructura del manglar y en la cantidad de carbono almacenado.
Así mismo, en cada parcela se midieron los árboles presentes que tuvieran un diámetro igual o superior a 2,5 cm en el punto conocido como «diámetro a la altura del pecho» (DAP). El perímetro de los troncos se midió con una cinta métrica, y la altura de los árboles se estimó con un clinómetro .
Además se identificaron las especies presentes, como el mangle rojo o negro, lo que ayudó a entender por qué las especies almacenan carbono de manera distinta, lo que sirvió para obtener datos sobre la biomasa aérea (hojas, troncos, ramas) y su contribución al almacenamiento de carbono.
Para extraer las muestras de sedimentos se utilizó un «muestreador de turba ruso», instrumento que consiste es un tubo largo con un aspa que permite extraer muestras de sedimento a diferentes profundidades, hasta 2 m. El sedimento extraído se dividió en rangos de profundidad de 0-15 cm, 15-30 cm y de 30-50 cm, para su análisis posterior.
Las muestras se almacenaron en bolsas refrigeradas para mantener su integridad antes de llevarlas al laboratorio, donde se realizaron los análisis químicos necesarios para determinar la cantidad de carbono orgánico presente. Los análisis incluyeron estudios sobre la cantidad de nitrógeno y fósforo en el sedimento, elementos que pueden influir en la capacidad del manglar para almacenar carbono.
Durante las salidas de campo también se recogieron datos sobre las propiedades físicas y químicas del agua superficial y subterránea de cada parcela. Para esto se utilizó un instrumento de multiparámetros que mide factores como el pH, la temperatura y la turbidez del agua, lo que ayuda a comprender cómo las condiciones ambientales afectan el almacenamiento de carbono en los manglares.
A una profundidad de 1 m se encontraron reservas en promedio de carbono orgánico para los diferentes manglares, así:
Bahía Málaga:
El Morro: 616,8 toneladas de carbono por hectárea.
Naidizal: 482,8 toneladas de carbono por hectárea.
Bahía de Buenaventura:
San Pedro: 258,8 toneladas de carbono por hectárea.
Piangüita: 288,2 toneladas de carbono por hectárea.
Bahía de Tumaco:
Bocagrande: 411,1 toneladas de carbono por hectárea
Rompido: 348,9 toneladas de carbono por hectárea.
La investigación de la estudiante Gómez forma parte de un megaproyecto financiado por el Sistema General de Regalías que busca evaluar los servicios ecosistémicos de los manglares en esta región.
Más de la mitad de estos ecosistemas en todo el mundo están en riesgo de colapso y algunos de Colombia se encuentran en peligro.