Opinión, TOP

¿ESTAMOS ANTE EL FIN DEL EFECTIVO?

Los billetes y las monedas desaparecerán antes de 2030.

 

 

 

Sindy Granada

La digitalización se presenta como un desafío indispensable y complejo para las economías modernas. En el debate global sobre la transformación del sector financiero, surge una pregunta: ¿es necesario eliminar el efectivo físico? Si bien las tecnologías financieras, las criptomonedas y la inteligencia artificial (IA) han abierto nuevas alternativas de pago, el camino hacia una economía sin efectivo está lejos de ser sencillo y plantea retos tecnológicos, culturales y sociales.

La persistencia del efectivo: más que una cuestión técnica

En países como Alemania, el efectivo no solo se usa por practicidad, sino que también se valora como una forma de preservar la privacidad financiera frente al control estatal. Por su parte, en India, una desmonetización abrupta en 2016 buscó combatir la corrupción, pero también desató caos en comunidades rurales y afectó a sectores dependientes del efectivo. Estas experiencias subrayan que el efectivo no es solo un medio de pago, sino una herramienta adaptada a contextos específicos.

En Colombia, donde las tasas de inclusión financiera son bajas y muchas áreas rurales enfrentan limitaciones tecnológicas, el efectivo sigue siendo fundamental. De acuerdo con cifras del Banco de la República, una gran parte de la población confía en el efectivo por su accesibilidad y autonomía. Para adultos mayores y personas con escasa familiaridad tecnológica, el efectivo es más que una elección: es una necesidad. La eliminación total del efectivo en estos contextos podría exacerbar la exclusión social, como ocurrió en Suecia, donde la digitalización dejó a sectores vulnerables fuera del sistema.

Criptomonedas e IA: ¿el futuro sin efectivo?

Las criptomonedas, como Bitcoin y Ethereum, prometen transacciones descentralizadas y anónimas, pero su adopción masiva enfrenta obstáculos significativos: volatilidad, barreras regulatorias y un conocimiento técnico limitado. Aunque han ganado terreno en economías inflacionarias como Venezuela y Argentina, no son una solución viable ni escalable en el corto plazo, especialmente para poblaciones de ingresos bajos.

Por otro lado, la inteligencia artificial juega un papel clave en la economía digital al ofrecer herramientas para detectar fraudes y monitorear transacciones en tiempo real. Sin embargo, la dependencia de la IA también plantea desafíos éticos y de privacidad. La recopilación masiva de datos financieros podría convertirse en un arma de control, como lo demuestran los sistemas de pago digital en China, donde el Estado supervisa extensamente las actividades económicas de sus ciudadanos. Es crucial garantizar que estas tecnologías sean utilizadas de manera transparente y respetuosa de los derechos individuales.

Como conclusión, podemos observar que más allá de sus limitaciones, el efectivo sigue siendo un medio resiliente en situaciones de emergencia y desconexión tecnológica. Su eliminación no debe verse como un objetivo final, sino como un medio para construir una economía más equitativa y transparente.

El desafío no es eliminar el efectivo de forma drástica, sino crear las condiciones para que todos los actores económicos puedan aprovechar los beneficios de la digitalización. La transición será larga y compleja, pero con un enfoque inclusivo, es posible construir una economía donde lo digital no excluya, sino que integre.